POV DE SILVIA
Estoy sentada en mi majestuoso caballo, listos para comenzar la carrera. El aire se llena de emoción y adrenalina, pero mi mente está distraída pensando en esa presencia inesperada que me ha dejado desorientada.
Intento recuperar la concentración, pero esa imagen persiste en mi mente. Mi corazón se acelera y siento un nudo en la garganta. No puedo permitir que esto me afecte ahora, tengo una carrera por delante y debo dar lo mejor de mí.
El silbato suena, señalando el inicio de la competencia. Todos los jinetes aceleran, pero me quedo rezagada. Mi mente sigue atormentada por la presencia de mi ex, y eso afecta mi desempeño. Miro hacia adelante y veo cómo mis contrincantes se alejan dejándome una nube de polvo.
Aprieto las riendas, instando a mi caballo a avanzar más rápido. Siento la fuerza y la lealtad de mi compañero bajo mi cuerpo, listo para responder a cada comando.
Me concentro en cada movimiento, en cada respiración, dejando atrás los pensamientos negativos. La velocidad aumenta y siento la fuerza del viento golpear mi rostro. Mi cuerpo se fusiona con el de místico, nuestros movimientos se sincronizan en perfecta armonía.
La pista se va deslizando bajo nuestras patas, y poco a poco empiezo a acortar la distancia con mis adversarios. Aplico suavemente las riendas, ajustando mi posición y acariciando el cuello de místico para transmitirle confianza.
Los jinetes se agrupan en el centro de la pista, con un estallido de energía, místico se lanza hacia adelante superando al primer jinete por completo. La multitud aplaude y grita nuestro nombre, pero yo solo tengo ojos para la pista que se extiende ante mí. Ahora que hemos alcanzado al primer contrincante, no voy a detenerme.
Sentimos la tierra temblar bajo nuestros cascos y, en un destello de velocidad, pasamos a otro de los jinetes que está delante.
La adrenalina se apodera de mí y mi confianza renace. Ahora estoy en mi elemento, en pleno control de la situación. Con cada zancada, nos acercamos más y más a los líderes de la carrera. La multitud se vuelve un borrón a mi alrededor, solo existe el camino por delante y el sonido rítmico de los cascos.
A medida que avanzamos, los adelantamientos se vuelven más constantes. Aprovecho cada oportunidad, cada espacio por el que puedo colarme para superar a los otros jinetes. A veces es cuestión de centímetros, de arriesgarlo todo en la búsqueda de la victoria.
Uno por uno, paso a mis adversarios. místico responde a cada una de mis órdenes con fidelidad y determinación. Mi ex sigue presente en mi mente, pero ya no me distrae ni me hace tambalear. Estoy decidida a ganar esta carrera que tanto representa para mí.
El rugido del público se intensifica en cada adelantamiento, y puedo sentir la vibración de su energía. La emoción se apodera de mí, elevando mi espíritu y fortaleciendo mi conexión con místico.
La línea de meta se acerca rápidamente. Puedo escuchar los latidos de mi corazón y el aliento entrecortado de Místico, ambos luchando por alcanzarla.
Finalmente, veo la línea de meta acercarse. La ansiedad se mezcla con la determinación mientras doy un último impulso. Pasamos a los últimos jinetes y cruzamos la línea de llegada en primer lugar. Una ola de euforia recorre mi cuerpo, dejando atrás cualquier preocupación o distracción.
El público estalla en aplausos ensordecedores mientras místico y yo nos detenemos, agitados pero triunfantes. Entre la ovación, mi mirada se desvía por un instante hacia donde sé que está mi ex, mis ojos se encuentran con los de él una vez más, pero esta vez puedo sonreír con certeza. La victoria es mía, demostrándole que puedo superar cualquier obstáculo y seguir adelante.
Desciendo del caballo, aun sintiendo la adrenalina correr por mis venas. Puedo escuchar los aplausos y los vítores de la multitud, celebrando mi triunfo que es suyo, porque represento a Valleral, porque este es mi amado pueblo y mi victoria es suya.
Me quedo unos segundos a solas con mi fiel compañero, acariciando su cuello sudoroso y agradeciéndole por su valentía.
—Eres gigante ¿Lo sabías? —le digo a místico. La nueva generación de mi anterior caballo. Sonrío y me giro otra vez hacia el público que sigue ovacionando mi logro.
Veo a mis pequeños correr hacia mí, me inclino para recibirlos con los brazos abiertos. Cuando sus cuerpos se estrellan con los míos los alzo a ambos y dejo que besen mis mejillas para luego devolverles el beso a ellos.
—Mami, eres grandiosa.
—¡Mami es la mejor! —alza su brazo Adam mientras grita con euforia.
Dejo a mis hijos en el suelo y vuelvo a levantar la mirada al público. En esta vez Arvid está parado, su mirada puesta en mis hijos que están junto a mis piernas.
Apartando la mirada de él, me doy la vuelta y junto a los niños subo al escenario para recibir mi premio. No hay nada más hermoso que celebrar cada logro con ellos. Las mejores palabras reconfortantes, son las de mis pequeños, ellos son ese impulso que cada día me hace ser mejor.
Mis padrinos se acercan a felicitarme. Desde que me marché, no habían podido ganar, eran otros hacendados de los pueblos vecinos que se alzaban con el triunfo.
Mis familiares también vienen a mí. Me abrazo a mis padres, incluso a mis hermanos y todos en pelotón celebramos la victoria.
—Iré a despedirme de místico.
Dejo a mis hijos con mis padres, seguido voy a las caballerizas, me acerco a mi caballo y deslizo mi mano por el morro de místico—. Nos vemos en casa precioso, tuviste una excelente carrera, no hay duda, eres digno hijo de...
Las palabras se atragantan al momento que ese perfume invade mis fosas nasales. Puedo sentir su respiración en mi nuca, el cual levanta todos los vellos de mi piel, detiene mi respiración y acelera el ritmo de mi corazón.
No habla, pero puedo sentir su mirada intensa detrás de mi nuca. Retiro mis manos de místico, me sostengo del fierro y giro mi rostro para seguido encontrarme con su profunda mirada.
¿Cuánto tiempo tenía que no lo veía?
La última vez que lo vi a los ojos, fue cuando brillaban ante su propuesta de matrimonio, y luego se nublaron cuando procedía a retirarme.
—Arvid —musito con los labios temblando.
Nos miramos con intensidad. Yo sintiendo mi corazón desbocado que latía con tanta fuerza como si estuviera en una maratón. Si bien era cierto que acababa de salir de una, pero ya la adrenalina había desaparecido. Ese descontrol se debía a que, después de casi cinco años, volvía a ver a mi ex, ese hombre que amé con locura, y por ser una inmadura perdí.
Ante esa mirada intensa, aparto la mía, estoy por disculparme por lo sucedido hace años atrás, pero escucho una voz femenina pronunciando el nombre de él.
—Arvid, mi amor, te estaba buscando —Esa mujer se acerca, toma la mano de él y me mira de arriba hasta abajo, esfuerza una sonrisa y pregunta —¿Eres la ganadora?
No respondo a su pregunta, solo mantengo la mirada posada en ese agarre, la levanto cuando Arvid dice.
—Lo es. Por eso estoy aquí dándole las felicitaciones. Excelente carrera, señorita Silvia Lenfevre, mi esposa y yo, queremos expresarle nuestras más sinceras felicitaciones —¿su esposa, musito para mí misma?
—Ustedes ¿Se conocen? —pregunta la mujer mientras sus ojos bailan de Arvid a mí. ¿No sabe quién fui en la vida de su... esposo?
—Claro que la conozco, es la hija de una empleada de nuestros vecinos.
¿Pensaba humillarme? Quizás en venganza por lo que le hice hace tiempo atrás. Le regalo una sonrisa a ambos y procedo a presentarme.
—Si. Soy Silvia Lenfevre, hija de la sirvienta de los Mohamed, y ex de su esposo —ante mi respuesta, la cara de la mujer cambia por completo, la sonrisa dibujada en su rostro se borra, al igual que la de Arvid—. Agradezco sus felicitaciones, aunque esta vez sean muy diferentes a las anteriores, porque no es la primera vez que logro el primer lugar, menos sus felicitaciones, señor Mehmet —le digo mientras lo miro a los ojos—. Ahora si me permite, tengo que retirarme, que tengan un lindo día, y disfruten de este maravilloso pueblo.
Sin decir más, doy la vuelta. Al girarme la sonrisa en mi rostro se borra, procedo a caminar firmemente, con mi rostro en frente, demostrando que esa noticia no logró afectarme, aunque por dentro esté sintiendo cientos de puñaladas.
A Silvia Lenfevre no la volverán a ver llorar por un hombre. Tiene prohibido llorar por hombres que no sean esos dos hombrecitos que se encuentran junto a mis padres. Solo ellos me pueden sacar las lágrimas.