SON MÍOS.

1302 Words
Solo Dios y mi familia sabe lo que me costó superar ese momento desagradable en mi vida, las noches de pesadillas en las que despertaba sudando frío y aterrada porque en mis sueños volvían a aparecer, nuevamente me arrastraban a ese lugar para destruirme por completo. Solo yo sé cuánto luché para dejar de lado mis demonios, convencerme de que ellos no eran responsable de nada, que eran unos seres indefensos y venía a mí con un propósito Fue difícil tomar la decisión de darles la vida cuando tenía el apoyo de todos mis familiares para deshacerme de ellos. Nadie me juzgaría si tomaba la decisión de abortarlos. Había sido abusada, por tres miserables que me rompieron el alma por completo, posibilidades de que mis hijos no fueran producto de ese acto indignante no había. Arvid y yo siempre nos protegimos, las protecciones nunca faltaron cuando intimábamos, más que la vez que subimos al cerro y cogimos como dos dementes. Fue en ese mismo mes, casi por esas fechas, pero nada me aseguraba que fuera de él. Me aferré a esa vida que crecía dentro de mí, más cuando supe que eran dos. Doblemente bendecida, mi bendición se multiplicaba. Porque eso fue lo que fueron para mí, una bendición. Y cuando nacieron, iluminaron mis días grises. Salieron como un sol radiante, alumbrando todo a mi paso, cada momento, cada segundo a sus lados era mágico. —Conozco todas tus facetas, por algo te puse ese apodo —mi mirada está puesta en el azul de sus ojos. Inconscientemente la bajo a esos labios que un día pronunciaron sin número de promesas las cuales el viento se la llevó. Levanto la mirada fijándola detrás suyo, justo en aquella mujer que parece fulminarme con la mirada. Tirando de mis comisuras y formando una sonrisa, humedezco mis labios para hablar. —Los años y los golpes de la vida nos cambian. —Ah, sí, ¿Y qué golpes te dio la vida a ti? Desde que te conozco cuentas con muy buena suerte. Tus padres supieron elegir muy bien a tus padrinos. Ellos han hecho de tu vida una maravilla. Le sonrío minúsculamente—. ¿Quiere quedarse a hablar sobre los golpes que la vida le dio a la hija de la sirvienta de su vecino, señor Mehmet y delante de su esposa? —le indicó con la cabeza hacia esa mujer que está por acercarse. Arvid mira sobre el hombro—. Porque mejor no va y le hace un hijo a su querida esposa y deja de andar creyendo que los míos son suyos —me acerco un poco más. Por dentro me muero de la risa al ver los ojos de esa mujer que parecen salirse de su órbita—. No son suyos. Son míos, solamente míos. Eso téngalo presente. Sin decir más me alejo, tomo la mano de mis pequeños y salimos de aquel lugar sintiendo la mirada de ellos puesta en nosotros. Camino por los distintos locales de entretenimiento pensando que, Arvid no se quedará de brazos cruzados. Quizás me equivoque, pero empezará a buscar repuestas de si mis hijos son suyos. De ser así, emprenderá una lucha por la custodia compartida, me querrá quitar tiempo con mis hijos para pasar con esa mujer. Eso es algo que no pienso permitir; mis hijos son mi vida y nadie me los quitará, menos los alejará de mí. Ahora no se si regresar fue lo mejor que pude hacer, creo que debí quedarme en donde estaba, aunque extrañara este lugar, debía pensar en todo lo que se suscitaría al volver. Tampoco puedo estar lejos de los míos y de mi tierra por miedo a lo que pueda suceder. Lo que tengo que hacer es enfrentarme a cualquier adversidad que se presente. Paso una tarde increíble con mis hijos, haciéndoles reír con lo que más puedo. Me gusta sus sonrisas y verlos tan feliz como están ahora. Eso me recarga de energía y hace que olvide pequeñeces cosas como la presencia de mi ex y su esposa en este pueblo. Al rato aparece un amigo para llevarnos a casa, subimos al coche y nos alejamos del pueblo. Mis niños discuten detrás, mientras yo llevo la mente ocupada por lo que puede venir. —Silvi, tu carrera estuvo excelente, creo que deberías ir a competir fuera y hacerte una jinete famosa. Amo los caballos, me gusta competir en las carreras del pueblo, pero no es esta la profesión que quiero. De quererla lo hubiera hecho hace mucho tiempo. —No me veo en esos lugares. Respondo sin importancia porque ahora mismo solo me importa saber que está pensando Arvid, sobre todo, siento miedo de que no sean suyos. Miro a mis hijos por el retrovisor, les sonrío cuando me encuentro con sus miradas. Recuerdo haber visto unas fotografías similares el día que fuimos a la hacienda de Arvid. Pero eso no significa que lleven su sangre. El parecido no tiene nada que ver, ya que muchas personas tienen su doble en este mundo. Llego a casa y preparo el baño para los niños, una vez cambiados los dejo en la sala para que vean un momento los dibujos descargados en la tableta. Tengo que decirles que no vivo en el pueblo, vine a pasar unas semanas de vacaciones antes de empezar con un nuevo proyecto en la constructora. Me han dado un puesto importante el cual debo aprovechar. Los familiares de mis padrinos no se han opuesto en ningún momento porque luego de ver mis excelentes notas, sobre todo trabajo, dicen que lo tengo más que merecido ese puesto. El único que parece desagradarle mi presencia y logros es Ezequiel Cásper, el hijo de Enrique Cásper y Rihanna Mohamed. Pero a ese niño engreído me lo paso por debajo del sobaco, lo que él diga o haga me importa un comino. Dejo de recordar al engreído de Eze y me dirijo al río cercano a mi casa. Me gusta bañarme en este lugar donde casi nadie viene más cuando llegan los carnavales puesto que todos los hogares de valleral tienen agua potable y los ríos han quedado abandonados. Como el sol empieza a ocultarse procedo a sacarme las prendas y meterme al río. Nado unos minutos y me quedo parada en el centro de esa posa recordando los momentos que pasé con él en este lugar. Me parece ver nuestros cuerpos nadando de un lado a otro, gritando y devorándonos la boca. Salgo del trance cuando escucho ramas quebrandose detrás de los arbustos, mi corazón se acelera porque siento que alguien me observa. —¿Hay alguien ahí? Preguntó temerosa. Mis manos empiezan a temblar, una sensación desesperante se ha apoderado de mí. Mientras voy saliendo sigo preguntando, pero nadie responde. Sin embargo, mis ojos logran ver algo detrás de esos arbustos y el pánico se hace presente. Pero logró controlarlo, no dejó que me arrastre a una ansiedad que me congele. Me inclino y agarro un par de piedras, la lanzo en esa parte y escucho que alguien se queja, de pronto se levanta y lo veo. El alma me regresa al cuerpo cuando descubro que es él. —¿Qué rayo hace escondido ahí, señor Mehmet? Su mirada profunda la fija en mí, de pronto la baja por mi cuerpo, al no tener sostén, solo una blusa delgada que se apega a mis senos, dejando notar mis pezones, cubro estos con los brazos y dejo rodar gruesa saliva. —Cualquier cosa que intentes ocultar, yo ya la he visto. —Las vio en otros tiempos, señor Mehmet, pero no puede verla ahora. —¿Por qué? —da unos pasos hacia la orilla. —Es un hombre casado, señor Mehmet ¿Cree que está bien mirar a su ex desnuda?
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