ERROR DE SU VIDA.

1747 Words
La quedo mirando mientras se va, observo su fina figura cubierta por aquel traje de jinete ajustado a su cuerpo, delineando cada curva, aparto la mirada cuando Lara se para a mi lado y cuestiona. —¿De qué hablabas con tu ex? Su mirada esta puesta en Silvia que se aleja, pongo la mía en esa dirección y respondo sin mirarla a ver. —Cosas. Sin más le agarro la mano para llevarla a recorrer el pueblo, no obstante, ella esquiva mi agarre y con dientes ajustado masculle. —Llevamos medio día en este pueblo y descubro que tienes una ex, la cual dijiste que no sería un problema, pero ya es la segunda vez que te veo hablando muy cerca de ella sin importarte que tu esposa esté cerca —vuelve la mirada a Silvia que se detiene a unos metros. —Es mi ex, no mi enemiga —me acerco, le acaricio el cabello—. Solo es mi ex, no tengo porque negarle el saludo. Me regala una sonrisa indescifrable, pasa por mi lado y va hacia mis padres. Tras soltar un suspiro me acerco a ellos. —¿Damos una vuelta o nos vamos a casa? —Tú decides hijo. —Yo quiero que volvamos —mira alrededor—. No me llama la atención nada de este pueblo —dice mientras mira con asco a su alrededor. Decido volver a la hacienda no porque Lara lo haya dispuesto, sino porque tampoco tengo ánimos de estar en el mismo lugar que esa persona. Mientras manejo de camino a casa no dejo de pensar en lo que ella dijo: “Son míos, solo míos” Y el hombre que la abrazaba horas atrás en el pueblo ¿Quién es? Joder, que me importa a mí quien sea o que es para ella. No debe importarme nada de lo que tenga que ver con Silvia Lenfevre o lo que haga con su vida. Suelto un suspiro y concentro mi atención en el volante, trato de sacarla de mi cabeza, porque en estas últimas horas es ella y sus hijos la que ocupa cada segundo de mis pensamientos. Al llegar a casa me quedo en el auto, con la mente perdida, pensando en nada, en realidad, pensando en mi ex y sus hijos. “Carajo”. Salgo del trance, al ver que no hay nadie cerca, que todos ingresaron a la casa procedo a salir nuevamente. No voy hacia el pueblo. Voy a un lugar donde compartí mucho con ella. No sé porque me dirijo a esta dirección, ni si quiera sé porque estoy remembrando cada cabalgada que dimos en esta vía. Sin dame cuenta, mis labios se curvan en media sonrisa, la detengo al darme cuenta lo estúpido que parezco. Antes de llegar me detengo en espacios donde hicimos algunas paradas, contemplo los lugares con mirada fija, como si estuviera viendo una película. Y es que las imágenes me parecen estarlas viendo en vivo y directo. El último lugar donde voy es donde compartí mucho con ella, aunque la noche está cayendo, no me detengo, quiero llegar a ese sitio y darme un baño refrescante, que me quite este calor. Dejo el auto parqueado en la vía, me adentro a la pequeña montaña para llegar hasta la posa. Antes de llegar a la unión de los dos caminos la veo pasar, me quedo detrás de un árbol viendo a donde se dirige. Cuando la pierdo de vista salgo de mi escondite, miro a tras y adelante, sin tener dominio de mi cuerpo empiezo a caminar hacia el frente, en dirección al rio. Vuelvo a detenerme entre los arbustos cuando la veo entrando a la posa. Me quedo ahí, parado como una estatua, observando cómo va de un lado a otro. De pronto se detiene, su mirada puesta al frente, pensando quien sabe que, y al rato siente mi presencia, me hago un poco más al centro, entremedio de una rama y hojas la veo salir. ¿Qué rayos hago aquí? Debería estar en mi casa, con mi esposa, explicándole cada una de las figuras que hay en la hacienda, no vigilando como mi ex se baña en el lugar donde la hice mía por primera vez. Lanza una piedra en dirección a mi cabeza, la atrapo en mis manos y al hacer contacto me quejo. Ella tiene los oídos muy afilados, porque escucha mi quejido y pregunta quien está ahí. No soy de los que le gusta esconderse luego de hacer las cosas, por ello hago acto de presencia dejándola consternada. La miro a los ojos fijamente hasta que el agua baja un poco de su pecho, dejando ver sus pechos pegados a la blusa. Ella trata de ocultar lo que ya había visto en el pasado, incluso lo que acababa de ver. Tengo grabado en mi memoria cada parte de su cuerpo, no necesito volver a mirar para saber lo rosado que son sus pezones y lo firme que se ponen cada vez que algo húmedo pasa por ellos. No sé si sea apropiado recordar cómo se veía mi ex desnuda, lo único que sé es que anhelo entrar, pararme frente a ella, besarla con intensidad, llevarla hasta esa roca, apegarla contra esta y darle duro como hace años atrás. Mierda. —¿Se quedará viendo? Detesto que me tuteé. Como se atreve a hablarme de usted, cuando solía llamarme de tantas formas, menos de usted. No respondo a su pregunta, simplemente me quedo observándola fijamente, empieza a salir del agua, procedo a descender la mirada, observando a través de la tela su tez blanca de porcelana. Subo las pestañas cuando la tengo en frente conectando de inmediato nuestras miradas. —Señor Mehmet, puedo saber ¿qué hace por estos lugares? Hasta donde sé, su hacienda está a varias horas de aquí, y tiene lugares encantados, mucho mejor que estos —Ella habla y solo me dedico a observarla—. ¿Se le perdió algo o alguien por aquí? ¿Quizás una bruja se escapó en la escoba de su casa y voló hacia acá? Curvo las comisuras en una media sonrisa, doy un paso más quedando cerca de ella y procedo a decir—. Nadie se me perdió, solo daba un paseo y me encontré con una bruja. En vez de enojarse sonríe, sonríe tan divinamente que, es imposible no contagiarse con esa sonrisa. Deja de reír y me mira—. ¿No teme a está bruja? —sus delgados dedos atrapan un botón de mi camisa—. Sabrá que somos muy malvadas. —Si, de eso no hay duda, me quedó claro una noche cuando me atreví a arrodillarme frente a ella. Detiene el andar de sus dedos, me muestra seriedad en su rostro, arrepentimiento en sus ojos. Creo que es arrepentimiento, o quizás lástima por lo iluso que fui. —Lo siento —dice alejándose. Intenta dar excusas, no obstante, la interrumpo. —No te disculpes, porque lo que pasó fue lo mejor. Así me dio tiempo de conocer a la indicada. Sabes que hay desgracias que suceden para bien, porque luego del error de tu vida, llega el amor de tu vida. Eso fue lo que pasó conmigo. Puedo ver su saliva rodar, pareciera que lo dicho no le gustó y provocó un nudo en su garganta. —Comparto ese dicho. Luego de mi error, llegaron los amores de mi vida —¿Está hablando de sus hijos o de todos los amores que tuvo? —. Es bueno saber que después de ser su error, haya encontrado la mujer que cumple con todas sus expectativas. Ahora si me disculpa, este error, se va. Se inclina a recoger su interior, lo esconde en su puño y procede a pasar por mi lado. Hago un movimiento de mano para agarrar su brazo y detenerla, no obstante, me detengo antes de tocar su piel. La dejo ir como la dejé ir esa noche. Al quedarme solo, saco mis prendas y me lanzo al agua, voy hasta el otro lado y me siento en la loza, pierdo la mirada en el camino vacío. Cuando veo la oscuridad arropar los árboles procedo a salir. Llegando a casa Lara me cuestiona, no digo nada hasta llegar a la habitación. —Fui al rio —explico mientras retiro la ropa húmeda. —Ya, supongo que tu ex también estaba ahí —Le miro, no sé si su intuición le hace pensar eso o me siguió—. Digo, por lo que desde que llegamos a este pueblo nos la hemos encontrado en cada esquina. —Me daré un baño. Sin decir una palabra más ingreso al baño, me quedo por largo rato. Cuando salgo y me visto bajo para ir directo al comedor. —Abriremos otra sede de la aeronáutica. Quiero que te encargues de ese proyecto. —¿Ya cuadraste con la constructora? —Si. Solo debes presentarte el lunes y hacerte cargo. Asiento. El resto de la cena pasamos hablando de otros temas, dejando de lado el negocio. —¿Irán a la fiesta del pueblo? Pregunta una de mis hermanas. Mi padre y madre afirman que sí. —Nosotros no, estamos muy cansados... —Yo si iré. Tras decir eso la mirada de Lara se posa en mí. No la miro, continúo comiendo, sé que le ha molestado que la haya desmentido. Terminamos la cena en silencio. Al culminarla voy con mi padre hacia el jardín, nos sentamos a conversar. —La constructora con la que trabajarás es la de los Mohamed. No le veo lo malo de trabajar con la constructora de los Mohamed. Que sean los padrinos de mi ex, no quiere decir que sean mis enemigos. Cualquier disgusto que siento por Silvia Lenfevre no los involucra a ellos. Terminando de hablar con mi padre, voy hacia la habitación de mi madre, toco sutilmente, la encuentro alistándose para la gran fiesta que se organiza en el pueblo. —Oye mamá, necesito el álbum que guardas de nuestra niñez. —¿Para? ¿Le mostrarás a tu novia? Mentirle a mi madre no es mi fuerte. Me siento en la cama y pregunto. —¿Viste a los hijos de Silvia? —Este tema parece importarle, deja lo que está haciendo y se acomoda a mi lado—. Tienen casi la edad de lo que llevo separado de Silvi. —¿Crees que son tuyos?
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