En cuanto el señor James sale de la habitación, Benjamin se queda frente a mí con expresión de confusión. Me levanto de la cama y voy hacia él para abrazarlo. Me recibe cálidamente, seguramente aún más desconcertado por mi actitud. Su exquisito aroma a loción y tabaco se cuela en mis fosas nasales, lo que me calma y disipa el temor que sentía hace un momento. Me rodea con sus brazos y me levanta en el aire. Envulvo mis piernas alrededor de su cadera y me sostengo de su cuello mientras camina hacia la cama. Se sienta y me mantiene encima de él. Cuando nuestras miradas se encuentran, me besa en los labios. Es un beso suave, tierno y lleno de amor. Aparta un mechón de mi oscuro cabello detrás de mi oreja y pregunta: —¿Estás bien? —lo miro a los ojos, embelesada—. Es muy tarde para que est