Capítulo 1. El contrato
El despacho de Steve Jameson reflejaba la magnitud de su poder como dueño de uno de los bancos más importantes del país. Las paredes estaban cubiertas de paneles de caoba, y los estantes rebosaban de libros que probablemente nunca había leído. Steve observaba a su hijo, Seven, desde detrás de su imponente escritorio. La mirada de acero del patriarca no dejaba espacio para objeciones. Seven, en cambio, estaba de pie frente a él, con el ceño fruncido y una rabia contenida que apenas podía disimular.
—¿Casarme con Miranda, con ESA Miranda? —preguntó Seven, incrédulo, cruzando los brazos—. ¿Estás escuchándote, padre? ¿Acaso te has vuelto completamente loco?
Steve dejó caer el bolígrafo que tenía en la mano y entrelazó los dedos sobre el escritorio.
—No, hijo. No me he vuelto loco y tú deberías escucharme a mí. Este matrimonio es crucial para asegurar la expansión de Jameson Bank en Europa. Los Cavendish son aliados importantes, y esta unión consolidará nuestro futuro.
—¿Nuestro futuro? —repitió Seven con amargura—. ¿O el tuyo? Esto no tiene nada que ver conmigo.
Steve se inclinó hacia adelante, su voz baja y cortante.
—Todo lo que hago es por esta familia. Un hombre como tú, que disfruta de los privilegios que yo construí, tiene un deber con su legado.
Seven dio un paso hacia el escritorio, apoyando ambas manos en él.
—No voy a sacrificar mi vida por una fusión empresarial. Además, Miranda… No es mi tipo, ni siquiera la conozco realmente.
—Ella te conoce muy bien, Seven. Siempre ha estado ahí, en las cenas familiares, en los eventos importantes. Mientras tú te dedicabas a vivir despreocupadamente, ella luchaba por sobrevivir.
Seven frunció el ceño.
—¿A qué te refieres?
Steve soltó un suspiro.
—No tiene relevancia ahora. Pero su fortaleza es admirable, y está dispuesta a este matrimonio. Igual que deberías estarlo tú —el hombre se tomó el ceño y suspiró —.No entiendo, no TE entiendo...sabes que nosotros nos manejamos así, nuestros matrimonios SON ASÍ
El silencio llenó la habitación mientras Seven procesaba la información.
—Esto es una locura, estamos en el siglo XXI —murmuró, girándose hacia la ventana.
—Pues siglo XXI O no, NO tienes opción —dijo Steve con frialdad—. Si te niegas, te desheredo y punto.
La amenaza era como un golpe bajo, pero Steve sabía que sería efectiva. Seven giró lentamente, su mandíbula apretada.
—¿De verdad harías eso?
Steve se levantó, caminando hacia su hijo con las manos en los bolsillos.
—No te subestimes, Seven. Tienes talento, pero no sobrevivirás mucho tiempo sin los recursos que yo te he dado.
—Esto es chantaje.
—Llámalo como quieras. Tienes 48 horas para aceptar. Sino llamaré a mis abogados.
Seven lo miró con furia, pero no respondió. Salió de la oficina con pasos firmes, cerrando la puerta de golpe detrás de él.
---
En el otro extremo de la ciudad, Miranda Cavendish estaba sentada frente a su tocador, cepillando lentamente sus cortos rizos dorados. La luz de la tarde se colaba por la ventana, iluminando su delicado rostro. Frente a ella, su padre, Harold, estaba sentado en un sillón con una expresión de satisfacción.
—Esto es lo que siempre has querido, Miranda —dijo Harold, alzando su copa de whisky.
Miranda dejó el cepillo sobre el tocador y se giró hacia él, sonrojada.
—Nunca quise que sucediera así, papá.
—Pero tampoco lo rechazarás, ¿verdad? —Harold arqueó una ceja—. Sabes que Seven siempre ha sido un buen partido. Ahora, además, puedes devolverle a esta familia todo lo que hemos hecho por ti.
Las palabras de su padre pesaban en su pecho. Miranda había superado la leucemia, pero no sin pagar un precio alto. Había perdido tiempo, juventud y oportunidades, pero no su amor por Seven. Desde que era una niña, lo había admirado en silencio, amándolo desde lejos. Ahora, su padre le estaba ofreciendo la oportunidad de estar junto a él, aunque no de la manera ideal.
—¿Y si él no quiere? —preguntó Miranda, abrazándose las rodillas.
—Seven hará lo que su padre le diga. Ese muchacho no es tan rebelde como pretende.
Miranda miró su reflejo en el espejo, donde sus ojos claros reflejaban esperanza y temor.
—Lo intentaré. Haré que esto funcione.
---
Dos días después, Seven estaba sentado en la biblioteca de la mansión familiar, con una copa de whisky en la mano. Frente a él, Selena, su novia, estaba de pie, con los ojos encendidos de rabia.
—Esto es una broma, ¿verdad? —preguntó Selena, cruzando los brazos.
—Ojalá lo fuera —respondió Seven con cansancio, mirando el líquido ámbar en su copa.
—¿Y vas a aceptar? —preguntó Selena, incrédula—. ¿Vas a dejar que tu padre controle tu vida así nomás?
Seven se frotó la sien, sin responder de inmediato.
—Si no lo hago, pierdo todo.
Selena soltó una carcajada amarga.
—Entonces piensas sacrificar nuestra relación por dinero.
—Esto no es solo dinero, Selena. Es mi futuro, mi familia…
—¿Y qué hay de mí? ¿Qué hay de lo que hemos construido juntos?
—Es complicado —murmuró Seven, sintiendo el peso de sus palabras.
Selena negó con la cabeza, recogiendo su bolso.
—Pues llámame cuando decidas qué es más importante para ti.
Y con esas palabras, salió de la habitación, dejando a Seven solo, con una sensación de vacío que no había anticipado.
---
Esa misma noche, Steve se acercó a su hijo mientras este contemplaba las luces de la ciudad desde el balcón de su habitación.
—¿Has tomado una decisión? —preguntó Steve con voz neutral.
Seven lo miró de reojo.
—Acepto. Pero bajo una condición.
—¿Cuál?
—Jamás la tocaré.
Steve levantó una ceja, sorprendido.
—Eso es asunto tuyo. Lo único que importa es que se casen.
Seven apretó los dientes, asintiendo con la cabeza.
—Espero que esto valga la pena.
Steve sonrió con frialdad antes de retirarse, dejando a Seven con la mirada perdida en las luces de la ciudad.
En otro lugar, Miranda se enteró de la noticia con el corazón dividido entre el nerviosismo y la esperanza. Sabía que Seven no la amaba, pero estaba decidida a demostrarle que este matrimonio podía ser más que un contrato.
Esa noche, mientras se miraba en el espejo, susurró para sí misma:
—Voy a hacer que me veas, Seven. Y voy a demostrarte que este matrimonio puede ser real. Voy a lograr que me ames, ya lo verás...