Historias Eróticas

Una noche donde los astros posan sobre las montañas, ojos depredadores al asecho listos y esperando a que caiga su víctima, la que tanto había esperado, cazado y analizado en las mañanas pasadas, mientras pasaba frente a su puerta vendiendo prendas de vestir como mercado ambulante con una voz fuerte, ronquidos en su sonrisa sofocante, ojos claros y tierno en su andar. La noche le estaba dando su momento, había terminado tarde sus quehaceres laborales, deseos dispuestos a cazar y capturar a su presa y tiende su telaraña de mentiras como carnada, cae inocentemente y hecha su veneno furtivo hasta que cae en su perdición. Pesa como un toro per lo logra arrastrar hasta la carreta que estaba escondida bajo un manto de hojas secas a un lado del zona del crimen, conducida por dos animalejos. Lleva hasta una choza apartada, donde quien grite solo tiene como escuchante al viento mientras los grillos hacen silencio. Despierta amarrado como esclavo, inyectado con una dosis de adrenalina que acelera el corazón y erecta todos los sentidos, que se desean que se pongan duros. Lista para comerse a su presa lo mira directamente a los ojos y le dice calmadamente: - Ahora eres solo mío -.  La mira con los ojos sobresaltados como pendientes a intentar creer eso que estaba ocurriendo, que lo estaba sintiendo y como la única persona que no había mirado porque sentía timidez de hablar con ella por ser tan hermosa se lo estaba a punto de depredar convirtiéndolo a él en fiel sirviente de los placeres de la señora. Se encuentra casi confundida pero decidida, mirando cada segmento de su piel arropada, rozándola con la punta del cuchillo no hay nada consensuado actuando libre en una hermosa violación, psicópata hasta la medula espinal, esperaba excitarse con el miedo en los ojos de su presa, pero se encuentra confundida al ver lo que esos profundos ojos claros dictaban en asombro y deseos. Da un paso atrás, no cede, pero pregunta con cierta intriga: - quieres que te haga esto -,- sí, pero cada vez que avances pídeme lo que quieras y agrega el por favor - le contestaron. Así comienza una guerra de dos cuerpos, un combate de sangre ella corta toda su ropa, sin querer corta superficialmente un pedazo de su piel, dejándole al descubierto esa cosa grande, corpulenta, carnosa, erecta y encorvada, no era el tamaño ideal para ella, pero nunca había probado algo tan sustancioso, se le acerca, la escupe, saca su lengua, la lame y se la comienza a introducir lentamente guiando su gran cabeza hacia su garganta. Ella no se da cuenta del mal amarre que hizo en las muñecas de su presa, de repente queda libre y lo que era un fiel sirviente se convierte en un perro, furtivo y cazador, desamarra sus manos sin que ella se dé cuenta y la agarra por su pelo dándole el empujón hasta atragantarla. Ella sostenía el cuchillo aun en la mano, pero el placer de haber obtenido lo que desde hace tiempo asechaba y cazaba la dominó al punto de soltarlo y terminar siendo emputizada por sus propios deseos y su esclavo del momento se aprovechaba de eso, de esa manera aquella choza sostenida por vagas cabillas y un ambiente poco agradable se convierte en un palacio donde se encuentran sus sexos y una guerra se desataba al punto de llegar a maltratarse tanto que cuando terminan se sienten el dolor de tan buen momento, terminando aquel momento los dos tirados sobre una sabanas de pajas mirándose a los ojos en una ambiente romántico en su imaginación y la presa al asecho se vuelve cazador.