Destino Adelantado

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Blurb

La maternidad nunca fue una prioridad para mi, de hecho, pensé que a mis veintitrés años,aún estaba lejos de esa etapa de mi vida, pero como suele pasar, nunca nada sale como lo planeas.

Ahora tengo un bebé, un pequeño niño y ni siquiera tuve que embarazarme para tenerlo.

Mi hermana gemela y su esposo murieron en un accidente, y eso me dejó a mi con su pequeño bebé. No me siento lista, no sé si sea lo que ese niño necesita, pero ya está aquí y no pienso dejarlo ir, no importa cuantos obstáculos tenga enfrente.

Ahora solo me queda madurar y ser la madre que ese pequeño necesita, mi hermana confió lo suficiente en mi como para dejarme a su pequeño... yo también lo haré.

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Prólogo
Recuerdo perfectamente el día que Dylan pidió la mano de mi hermana. Fue un sábado 1 de octubre. Estábamos en una cena con mis padres en un restaurante muy elegante festejando el cumpleaños de Dylan, ellos llevaban tres años de novios,la mitad de ese tiempo viviendo juntos, así que a nadie nos sorprendió. Durante la cena el nerviosismo podía saborearse como si lo hubieran puesto de ingrediente principal en todos los platos. Al terminar el postre, mi hermana tomó la mano de Dylan y le murmuró: "ya es hora, cariño", él asintió y se aclaró la garganta para empezar a decir: –Señores Bloom, hoy además de festejar mi cumpleaños, los reunimos aquí para poder pedirles que me permitan llevar a su hija al altar – el silencio se hizo tenso, él volteó hacia mi hermana que sonreía e inhaló hondo – La amo con cada célula de mi ser y nada me haría más feliz que compartir mi vida con ella. Amber es lo mejor que me ha pasado y cada día a su lado me hace estar más convencido de que ella es la persona junto a la que quiero vivir. No puedo imaginarme una vida donde Amber no esté... porque simplemente no sería vida. Mi madre lloraba, mi padre solo pensaba, pero yo sabía que les daría su permiso y que en caso de que no lo hiciera, ellos se casarían igualmente.  Ambos se miraron y él apretó la mano de mi hermana. Fue ahí donde me di cuenta de que papá les daría el sí de inmediato. No por las palabras dichas anteriormente, ni tampoco por la antigüedad de la relación, sino por esa mirada que compartieron.  Era como si al mirarse no existiera nadie más en el mundo que ellos, como si con tan solo mirarse pudieran resolver todos los enigmas del universo, o más bien, como si esas incógnitas dejaran de tener importancia porque lo único importante era el otro.  Era esa mirada que yo había deseado volver a ver en los ojos de Dylan cuando me miraba.  Pero la perdí hace mucho, ya no era dueña de esa mirada, ni de esa sonrisa ladeada que en ese momento le dirigía a mi hermana. Recuerdo que mis ojos se llenaron de lágrimas que no me molesté en ocultar. Y fue un sollozo mío que los despertó de su ensueño y los hizo mirarme. Yo le sonreí a mi hermana y me levanté para abrazarla y llorar en su hombro, lo cual ella interpretó como una felicitación, por lo que también me abrazó y lloró junto a mí. Pero cuando levanté la vista, me encontré con esos ojos de un azul profundo mirándome con culpa, remordimiento y lástima. Esos ojos que habían sido mi bote salvavidas en los momentos difíciles, esos ojos que eran mi cable a tierra y mi razón para despertarme por las mañanas y enfrentar a todos. Pero él no era para mi, era para mi hermana, de la cual se enamoró dos semanas después de conocerme. Porque yo los presenté. Yo cavé mi propia tumba  y nadie lo notó. Nadie notó que cuando mi hermana lo presentó como su novio yo lloré toda la noche e incluso cuando el sol entraba por mi ventana seguía sollozando por él, tampoco notaron que cuando mi hermana se mudó con él yo dejé de comer durante algunos días hasta que nos visitaron y él me convenció de que matarme de inanición no era una salida. Así como tampoco notaron que cada vez que mi hermana salía de viaje yo dormía con él. Y cuando él decía salir de viaje, iba a mi departamento. Era un acto tan masoquista que no sé cómo pude soportar despertar a su lado y prepararle el desayuno para irme antes de que el sol terminara de aclarar el cielo. Y lo peor de todo era que nunca me sentí mal por hacerlo. Nunca miré con culpa a mi hermana porque ella me lo había quitado a él. Ella lo había enamorado y se había asegurado de que nunca dejara de amarla. Yo no podía competir contra eso. Pero si tener mis pequeñas noches de triunfo en las que solo éramos él y yo, a pesar de saber que su corazón era de mi hermana yo sabía que en una parte de su mente estaba yo.   Mi hermana me quería tanto que me pidió ser la madrina de los anillos, a pesar de que no éramos tan cercanas. La más importante. Y también que le ayudara a planear su boda, ya que ella nunca había sido buena planeando eventos. Textualmente me dijo: "planéala como si fuera tu boda". Y eso hice. Elegí las opciones del vestido de mi hermana y también las del traje de él. Contraté un jardín con una tarima de madera para que el vestido de mi hermana no se ensuciara y para que pudiera usar los zapatos del tacón que deseara. Seleccioné el menú, los manteles, los centros de mesa y el tema. Le presentaba opciones a mi hermana y ella solo me decía cual le agradaba más, pero al final, esa boda se hacía según lo que le decía. No podía comprar los anillos. No era tan fuerte. Hice que mi hermana me acompañara y los seleccionara ella. Me dio su lista de invitados y yo los acomodé en las mesas. Me presentó a sus damas de honor y las lleve a comprar los vestidos de color verde pastel, el favorito de mi hermana. Le contraté un estilista y le di opciones de peinado y maquillaje e incluso la metí todo un fin de semana a un spa. La acompañé a comprar su lencería y también le ayudé a seleccionar la banda que tocaría. Mi hermana estaba feliz con su boda, sin saber que en realidad, era mi boda la que estaba reflejando en ella. Me había pedido una canción en específico para el primer baile, pero al final no pude soportar la idea de ver a Dylan cantándole esa canción al oído. Porque ya me la había cantado a mí una noche, justo antes de terminar en la cama. Fue la única decisión que no pude compartir con esa boda. Mi hermana no quiso despedida de soltera, solo una cena tranquila en casa dos días antes de la boda, pero Dylan si la quiso y mi hermana me pidió que la organizara. Esa noche me dijo que a veces pensaba en mi cuando estaba con mi hermana. Como si no fuera ya demasiado difícil pasar por esa boda. Un día antes de la boda lo llevé a un club nocturno junto a sus amigos y solo me quedé ahí porque mi hermana me lo pidió. Todos tomamos de más por el futuro esposo, sus amigos para festejarlo, yo para superarlo. Sus amigos se olvidaron de él en cuanto pudieron ubicarse cerca de l a pista, o mas espécifico, cerca de un grupo de chicas y él me arrastró fuera del club, a un lugar mas privado. Fue la última vez que probé sus labios y también la última que nos unimos en un solo ser. Se casaron un 13 de Mayo. La boda fue tal como la planeé. Lágrimas y lágrimas por todos lados. De la fiesta no recuerdo mucho después de la séptima copa. Desperté en casa de una amiga de mi hermana. Ellos se fueron de luna de miel apenas terminó la fiesta a Los Cabos. No los volví a ver hasta Navidad. En cuanto mi hermana, con su ropa holgada y la cara mas llena y radianteme lo supe, pero no fue hasta después de la cena que lo confirmó. –Estoy embarazada. Tengo seis meses. Mi madre y mi padre felicitaron a los futuros padres y yo de nuevo lloré. Sentí como volvía a la noche en que nos decían que se casarían. Y mi mundo se derrumbó otro poco cuando mi hermana expresó el deseo de que yo fuera la madrina de su bebé. No me pude negar a pesar de odiar a la pequeña criatura que crecía dentro de mi hermana y no dentro de mí. Y de nuevo todo me golpeó con fuerza. Dylan la había preferido a ella antes que a mí. Me tomó bastante tiempo entender que el bebé no tenía la culpa. Pasaron los meses, le organicé el baby shower a mi hermana y la apoyé tanto como mi corazón pudo soportar. No quisieron saber el sexo del bebé. El 18 de Mayo mi hermana fue a hacerse su última ecografía. Saliendo del hospital, en una intersección, un conductor pasado de copas perdío el control de su coche y se estrelló con el de ellos, de lado de Dylan.  Los testigos no tardaron en llamar a los sevicios de emergencia, para cuando las ambulancias llegaron, ya era demasiado tarde para el conductor ebrio... y también para Dylan. En el transcurso al hospital mi hermana comenzó a sangrar y le hicieron una cesárea de emergencia. Cuando llegué, ella seguía en el quirófano. Horas después, una enfermera salió y gritó mi nombre. No mis apellidos, solo mi nombre. En cuanto llegué junto a ella me explicó el accidente y me dio la noticia de que Dylan había muerto instantaneamente con el impacto. La persona que más amaba, se había ido. Luego me dio un papel doblado. Dentro tenía escrito unas cuantas palabras con la perfecta caligrafía de Amber, algo distorsionada y con manchas de sangre. Era una carta que había escrito de camino al hospital. La enfermera acompañó la carta con un "lo siento". "Dominique, no sabes cuánto agradezco que desde pequeñas me hayas apoyado y me hayas dado todo ese amor y ese cariño de hermana mayor a pesar de ser dos minutos menor que yo. Me has ayudado tanto y de verdad me gustaría decir que yo te ayudé igual, pero sé que eso no es cierto. Y lo siento mucho. No importa que tan mala haya sido nuestra relación, siempre te quise, quisiera haber disfrutado más contigo, en lugar de pelear o distanciarnos. Ahora quiero pedirte un último favor: quiero que cuides y que le entregues todo ese cariño a mi bebé. Yo sé que no saldré de ese hospital,  y aunque lo hiciera sé que moriré unas horas después porque Dylan ya no está. Se ha ido mi pilar y yo sin él no podré vivir. No sabré hacerlo. Si es niña, quiero que se llame Lily, pero si es varón quiero que le pongas Dylan Matthew. Por favor cuídalo y quiérelo como si fuera tuyo. Te dejo todo lo que esté a mi nombre confiando en que lo usaras para sacar adelante al bebé. Te amo, Dommy." Debajo estaba su firma. Pero no pude verla en ese momento porque las lágrimas no me lo permitían, según me explicaron después, entré en estado de shock y luego me desmayé. Desperté pidiendo al cielo que fuera un sueño, pero cuando abrí los ojos, me encontré frente a la enfermera y mi madre en una camilla en algún pasillo del hospital. Comprendí que era cierto. En cuestión de minutos había perdido a mi hermana y no solo eso, también había perdido a Dylan, a quien consideraba el amor de mi vida. Sentí como si todo mi ser colisionara. Llorar no era suficiente para externar el dolor que sentía. Recuerdo vagamente haber gritado y haberme abrazado a mi mamá. Recuerdo a la enfermera tratando de calmarme. Pero no podía hacerlo. Yo ya no sabía que iba a ser de mí en cuanto saliera del hospital. Mi Dylan se había ido. Mi hermana con la que había compartido todo, desde el útero, también. En cuanto me calmé lo suficiente, releí la carta y de inmediato pedí ver al bebé. La enfermera me llevó a las incubadoras y en cuanto estuve frente a la ventana de ellas vi una docena de pequeñas camas con bebés. Unas con mantas rosas y otras azules. Casi todos lloraban y eso me asustó. Traté de buscar a alguno que se pareciera a mi hermana o a Dylan, pero todos me parecían iguales. Le dije esto a la enfermera y ella me dijo que mirara en la tercera fila. En ella había tres bebés, dos niñas y un niño. El niño tenía los ojos cerrados pero movía las manos en el aire como si buscara a alguien. En su manita tenía una pulserita que decía "Bloom". Era él. Esa cosita pequeña que parecía jugar con el aire era el bebé al que yo tanto rencor le había guardado.  En cuanto lo vi supe que cuidaría de él y que le daría todo cuanto pudiera. Lo iba a amar como si fuera propio y lo protegería de cualquier cosa que le pudiera hacer daño. En ese momento se lo prometí a Amber y a Dylan. Y se lo prometí a él, a Dylan Matthew.

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