—Creíste que te iba a dejar hacer lo que te dé la gana, mis influencias me avisaron de tus movimientos y pude zafarme de la estúpida madre que tienes —Escondiéndote como la rata que eres, dejas sola a tu mujer en el peor momento, en realidad no me sorprende —¡Mujer! Era mi juguete, aparte de usarla cuando se me antojaba y como quería, me mantenía y daba mis lujos, que más podía pedir, de un tiempo para acá dejo de tener valor y estaba jugando mi última carta, para retirarme limpiamente y tu dañaste mi plan —La pistola que me apuntaba en las costillas se hundió un poco más, cuando hablo de como arruine su juego. Eras un instructor de quinta, un gigolo que no supo conservar la gallina de los huevos de oro y ahora me echas la culpa de tu ineptitud —Al parecer no tienes miedo de desapa