—Iba a hacerlo, pero…—dije. Alessandro se levanta de la cama. —Pero, ¿qué, Alicia? —me interrumpe. —Bueno, no encontré la manera… — no me salen las palabras. Tiro de la sábana y me tapo los senos con ella—. Son cosas muy íntimas. —¡Maldita sea! Tenías que habérmelo dicho —asevera, pasándose la mano por el cabello. —¿Y qué ibas haber hecho? ¿Hubieras preparado una cena romántica? ¿Con velas? —pregunto con ironía. —No… No lo sé… —replica, mirándome. Vuelve a acariciarse el cabello, y eso me da a entender que está enfadado. Pero, ¿por qué? Al fin y al cabo, el problema es mío, no suyo—.Quiero que esto funcione —dice. La expresión de su rostro es impertérrita—. Tenemos que ser sinceros el uno con el otro. Tenía que haber sabido que nunca te han follado. Las mejillas me arden. Soy consci