Christopher no permitiría que Amber se fuese sola a casa, así que impuso su voluntad como el hombre fuerte que era. Evidentemente temió que lo volviera a golpear, sin embargo, por su bienestar, se arriesgó al dolor. —Estás temblando —pronunció señalando sus manos—. No puedes conducir en ese estado. Amber sonrió irónica. Le sorprendió que el abogado se preocupara por ella. No era la primera vez que lo hacía. La primera vez lo dejó pasar, imaginó que fue un error. Las veces consecuentes, Amber las marcó como un patrón de conducta del abogado Ferrer. Cuando ella se enfrentaba a algún problema, su lado varonil y protector salía a flote. Christopher era como el salvavidas personal de Amber. Y aunque a la abogada le molestaba que él la hiciera ver como una damisela, le agradaba que se preoc