El día anterior Amber se comportó completamente diferente con Ferrer. De allí radicaba la ansiedad de él por sentirla más cerca. Creyó que las atenciones de la abogada eran una puerta que se abría ante él. No estuvo más que equivocado. Amber no fue atenta porque el abogado le inspirara algo romántico. Lo hizo porque tenía hambre y su educación la privaba de comer sola. Preparó comida para ambos, le dijo un par de cosas e intentaron hablar como dos adultos. Ferrer por otra parte creía que una cena era una invitación para consolidar algo más profundo que una relación laboral.
—¿Podrías decir algo? —la incentivó.
Amber limpió los bordes de sus labios con la servilleta.
—¿Qué esperaba, abogado Ferrer? —soltó la mujer—. ¿Creía que porque trajo comida podríamos hablar de nuestras vidas?
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