Diogo
Despertar fuerte no funcionó. Especialmente cuando cierta tigresa caliente no estaba cerca para que yo pudiera llenarme. No podía dejar de pensar en ella, entrando así, con ese vestido de encaje n***o haciéndola más caliente de lo que ya estaba. ¿Qué llevaría debajo de ese vestido? Espero unas bragas. Me enfadaría si descubriera que mi tigresa caliente estaba caminando con ese vestido, sexy como la mierda, y sin bragas encima de eso.
¿Se lió con esas putas strippers ? Espero que no, no podría soportarlo. Espera , ¿cuáles eran estos pensamientos que estaba teniendo por ella? Como ni siquiera nos conocíamos bien… Estaba loca de celos, y está bien, no tenía vergüenza ni miedo de admitirlo, ya no la quería cerca de ningún hombre, y ahora estaba decidido, yo se iba a quedar con mi tigresa.
Me levanté de la cama y fui directo a la ducha. Otra noche sin dormir, este turno de noche siempre me afectaba. No sabía por qué esos hijos de puta no tramaban nada bueno en la madrugada en lugar de quedarse en casa con su familia. No entendía por qué hacían lo que hacían, bebían como si fuera el último día de sus vidas, cogían el coche para salir a disfrutar de la vida y chocaban los vehículos, los atropellaban, etc.
Esa noche fue triste para mí, no podía dejar de pensar en qué mundo vivimos. La gente, en lugar de beber y quedarse en casa o incluso pedir un taxi, ¿qué hace? Van en busca de aventuras, y las aventuras nunca acaban bien, siempre con tragedia.
Terminé de ducharme y fui a buscar un atuendo para ponerme. Soy el típico hombre que odia usar ropa social. Tomé una remera negra y jeans, me cambié pronto, porque tendría que tomar este turno, y lo que más deseaba era quedarme en casa. Eché un último vistazo a mi cama y me fui. Antes de tomar mi revólver, cerré la casa y fui directo a mi auto.
Todavía había algo de tráfico . Otra cosa que odiaba era meterme en embotellamientos. Estaba aburrido como el infierno , pero, bueno , solo quería dormir un poco más, ¿es mucho pedir eso?
No me podía quejar mucho, porque el salario era bueno, no era rico, pero tenía una buena situación económica, lo que me ayudó mucho. Y sin embargo, viviendo solo, no gastó casi nada.
Llegué a la comisaría y fui directo a la máquina de café. Ah, no te dije algo: soy muy adicta al café, y ni siquiera fumo, pero no sé, creo que, como trabajaba tanto de noche, era normal que hay que volverse adicto a algo.
Fui directo a mi habitación, pero antes recordé que tenía que hablar con Davi. Siempre nos llevamos bien, gracias a Dios. Una de las principales características de David era la lealtad, y esa era una de las cualidades que más admiraba en él.
Cuando estaba a punto de abrir la puerta, esta se abrió rápidamente, sin darme tiempo siquiera a recuperarme, solo sentí algo cálido cayendo sobre mí y mi tigresa, la cual inmediatamente sostuve en mis brazos, evitando que cayera.
"Oh, lo siento, Diogo, no te vi abriendo la puerta", dijo, sonrojándose, y yo estaba feliz.
Habían pasado días desde que la vi por primera vez, y luego no la he vuelto a ver desde entonces. Intenté preguntarle a Davi, pero se mostró esquivo con respecto a Antonella.
- No hay problema. ¿Y usted está bien? Pregunté, abrazándola cerca de mí.
— Estoy bien, vine a hablar con Davi, pero vi que está ocupado, así que me iba.
Como quería más contacto con ella, se me ocurrió una idea:
"Mientras Davi está ocupado, ¿no quieres venir a mi oficina?" Sugerí rápidamente y con miedo de escuchar un no.
"Por supuesto, pero primero será mejor que me dejes ir", suplicó.
“Lo siento, ¿estás herido? Pregunté, no queriendo dejarlo ir.
“No te preocupes, por supuesto que no, y otra cosa: no creo que le hagas daño a una mujer.” Me alegraba de que pensara de esa manera.
"Me alegro de no parecer un asesino", bromeé con ella.
"No, no lo haces", dijo, y sentí curiosidad. ¿Cómo sabía cómo identificar a los asesinos?
- Vamos, disfrutaré y me cambiaré la camisa - Mientras decía eso, noté que ella se sonrojaba más.
Entramos en mi habitación y le mostré la silla para sentarse.
— Ponte cómoda, Antonella, aquí hay más café.
“Gracias, y lamento haber derramado café en tu camisa.
“No te preocupes, solo me voy a cambiar.” Fui al armario a buscar una camisa. Aproveché su espalda hacia mí y rápidamente me cambié, poniéndome la otra camiseta, cuando escuché un suspiro. — Lo siento, Antonella, no era mi intención avergonzarte.
- ¿A mi? Por supuesto que no, pero puedo decir que tienes un buen cuerpo, por cierto —dijo, todavía avergonzada y sin dejar de mirar mi pecho.
“Gracias, trato de hacer ejercicio, pero es difícil.
“No creo que sea necesario.
“Gracias de nuevo, pero necesito hacerlo, me estoy haciendo viejo.
— ¿Viejo dónde, Diogo? Tu esposa debería estar pendiente de ti”, bromeó, y ahora soy yo quien se sonroja, nunca me han elogiado por mi físico.
“Si tuviera una esposa, ella no tendría que estar celosa.” Pude ver por la expresión de mi tigresa que estaba contenta de saber que estaba soltero.
"Lo siento, no era mi intención entrometerme", respondió con torpeza.
“Imagina, mi vida es un libro abierto. Dije, viéndola sentarse.
Hoy vestía jeans y una bata, lo que la hacía aún más hermosa.
- ¿Grave? Es bueno saberlo —dijo, riéndose, y ahora tenía curiosidad.
“Ponte cómodo,” bromeé, y vi sus ojos brillar.
— Diogo, es mejor que no, a lo mejor aparece tu novia por aquí...
“Hasta donde yo sé, no tengo novia, así que no te preocupes, puedes preguntar lo que quieras.
“No lo creo.” Pude ver que esquivó mi burla.
“Entonces puedes, es mi turno de hacer preguntas, Antonella.” Noté que estaba sorprendida por lo que dije.
"Pregúntame, soy un libro abierto", respondió ella.
“OK, mi pregunta es esta: ¿estás siendo jodido por alguien? Pregunté de repente, tomándola por sorpresa.
— Wow, eres bastante directo con tus preguntas, ¿eh? - dijo él, avergonzado.
— Dime, Antonella, ¿alguien te está follando? Pregunté de nuevo, levantándome y dirigiéndome hacia ella. Noté que su respiración se aceleraba cuando me acerqué.
- ¿Porque usted quiere saber? preguntó Antonella, a la vez curiosa y aprensiva.
—Porque, Antonella, vas a ser mía —dije sorprendida y ella me miró furiosa. Se levantó y vino hacia mí.
- ¿Quién crees que eres? — estaba irritado.
“Soy el hombre que te va a follar con mucho cariño y mucha cachonda.
- ¿Estás loco?
"Estoy, estoy loco por ti, mujer", le confesé. Dio un paso atrás y la atraje a mis brazos, agarrándola. “Tú me perteneces, tigresa.
"¡No le pertenezco a nadie, ni siquiera a ti!" - exclamó Antonela. - Suéltame, Diego.
“No quiero,” dije, acercando mi cara a la suya.
"Suéltame, Diogo", susurró.
- Habla mirándome , mírame a los ojos y dime si te está follando alguien.
— No te voy a contestar, Diogo.
“Entonces no te dejaré ir.
"Déjame ir, Diogo", pidió una vez más.
"¡No, Antonella, hasta que me respondas!" La atraje a mis brazos y la abracé más fuerte, haciéndola jadear.
- OK OK. Estoy soltera —respondió finalmente.
Sin que ella lo esperara, ataqué su boca con furia y deseo. Al principio trató de apartarme, pero poco a poco cedió y, antes de que nos diéramos cuenta, nos estábamos besando como si tuviéramos hambre el uno del otro.