Ambos siguieron conversando, hasta que se quedaron dormidos y abrazados como amantes enamorados, y tal como había dicho Hedrick, se despertó a la madrugada y se fue a su cuarto para volverse a acostar. La alarma de su celular le hizo abrir los parpados y bostezó somnoliento. Se quitó la ropa y se cubrió con una toalla blanca, que revelaba su torso marcado. Salió de su cuarto para entrar al baño, pero estaba ocupado. La puerta se abrió pocos segundos después y apareció ante su mirada, Heleanor; quien también tenía una pieza de lencería para secarse el cuerpo, que le tapaba hasta por el pecho y por los muslos. Ella mostraba sus blancas piernas y la piel se le veía brillante; todavía pequeñas gotas de agua adornaban el trazo de su artístico torso. —Muéstrame —dijo Hedrick, imperativo. —¡¿Qu