Él y sus tres amigos universitarios, ya estaban sentados en una de las mesas del bar nocturno. La música era suave y las luces eran de un fucsia relajante. Buscaban a sus acompañantes de la noche para luego ir a un ambiente más movido como lo era el de una discoteca. Según ellos, encontrar pareja en un sitio más calmado y privado era mejor, y en este sitio, era perfecto, porque las mujeres siempre ofrecían una compañía más responsable.
Hedrick vestía una camisa, que estaba remangada hasta por los codos y desabrochada hasta por el pecho y unos pantalones ajustados de color n***o Su semblante era serio, casi que inexpresivo, pero era porque no había nada interesante que hacer, por ahora, porque él era un buen conversador. Uno de sus amigos le hizo señas con su cabeza y vio a la hermosa mujer con vestido vino tinto, que había entrado al establecimiento. Ella tenía una silueta de ensueño y unas caderas que hechizarían a cualquier hombre. Nada más la alcanzó a ver por unos segundos, pero supo que era mayor, pudo deducirlo por el perfil y sus provocativos atributos, bastantes desarrollados y las caderas anchas, que rara vez veía en muchachas de su edad.
Los amigos de él, lo retaron a tratar de conquistarla, e incluso, abrieron una apuesta para ver si se atrevía, pero Hedrick rechazo tal acto. Un verdadero hombre no debía apostar nada referente a una mujer, ese era su pensamiento y podría asegurar, que no lo rompería, ni después de su muerte.
Hedrick se levantó y fue hasta donde se había sentado ella, por gusto propio y libre de pretensiones. La vio solo por un tiempo corto, pero la imagen de ella, se le repetía en la cabeza, como si tuviera una cámara de video. Vio el oscuro cabello y notó que el traje tenía una considerable abertura trasera con figura cruzada, por lo que pudo ver la piel blanca y la línea de la espalda de la dama. ¿Acaso esa mujer podría ser más linda? Ella se había sentado en una de las sillas que estaban frente al largo mesón rectangular de madera del bar. Hasta ahora, había sido desinteresado con las chicas, pero ahora nacía una extraña atracción nacía en su pecho.
—¿Puedo sentarme? —preguntó Hedrick, con voz respetuosa.
Heleanor Heard escuchó la pregunta y volvió la vista a hasta el hombre que le hablaba. Era muy joven para su gusto, quizás hasta todavía era un niño, pero no podía negar el hecho que era simpático y la ropa le quedaba bien. Ella sabía las intenciones de los muchachos entusiastas de hoy en día. Había llegado del extranjero y había salido a distraerse un rato. Se había maquillado sin esmero y sin tanto detalle, y se había puesto un elegante vestido vino tinto, sin mangas, que le llegaba hasta por encima de las rodillas, y que, resaltaban sus encantadoras curvas, por lo que revelaba sus cuidadas piernas. Y para complementar su atuendo, se había colocado unos zapatos de tacón grueso y había agarrado un bolso de mano pequeño color n***o. Era algo sencillo, pero dada su belleza, lucía irresistible. No tenía a nadie para quien arreglarse y solo le había provocado beber un trago.
Hedrick, por pocos segundos, se sumergió en la celeste mirada como el cielo, de la extraña y hermosa mujer; eran azules y brillaban como una piedra preciosa.
—¿Es la fantasía de los jóvenes de hoy en día seducir a una mujer mayor y hacerlo con ella? —dijo Heleanor, tajante y rodando los ojos sin prestarle atención a Hedrick, para luego tomar un trago de la bebida que le había servido el barman.
—¿Por qué? Acaso, ¿quieres hacerla realidad? —dijo él con un tono de voz insinuante y halagador.
—¿Eres una clase de playboy o algo así? —espetó ella con rapidez. Sin volverlo a ver.
—No soy millonario, ni de vida ociosa, tampoco soy un hombre un promiscuo que va enamorando y acostándose con cualquier mujer —dijo Hedrick, tomando el control de la discusión—. Además, un playboy te halagará y hablará con rodeos hasta obtener lo que desea, y si lo rechazas, se enojará y es posible que trate mal después de eso, pero yo enseguida te diré a lo que he venido, porque me gusta ser directo: me gustaría seducirte y llevarte a la cama para hacerlo contigo. Solo a ti, no a nadie más. —Hedrick sonrió con levedad, satisfecho con la respuesta que le había dado—. Yo propongo, pero tú eres quien decide.
—¿Eres valiente, un tonto o un atrevido? —preguntó Heleanor, esta vez con complicidad con el joven.
—Nunca he sido valiente y no he sido descortés contigo, así que tal vez, solo soy un tonto —dijo Hedrick, pidiéndole una bebida al camarero—. ¿Puedo sentarme? —preguntó una vez más a Heleanor—. Si te molesto, puedes decírmelo, lo menos que quiero es fastidiarte. —El barman le sirvió la bebida a Hedrick, y Heleanor no le respondió nada—. Bien, tomaré tu silencio como un sí —dijo, sentándose en la silla e ingiriendo una pequeña cantidad de su trago—. Si no me dices nada cuando me termine mi vaso, me iré, y te prometo que no volverás a saber nada de este irritante muchacho que ha venido a importunar tu solitaria velada. —El comentario le pareció divertido a Heleanor y le hizo que se le escapara una ligera sonrisa—. Cuidado, ya hice que sonrieras. Ahora es más probable que te conquiste —bromeó Hedrick—. Deberías ser más precavida cuando sonríes, porque te ves muy hermosa cuando lo haces, podrías encantar al que la vea. —Luego de su coqueteo, no hizo más comentarios y se dedicó a terminar su trago—. Fue un gusto conversar contigo, tal como he dicho, ahora me marcharé y te dejaré en paz. Un caballero cumple su palabra.
Hedrick buscó el dinero en su bolsillo y dejó un billete sobre la mesa para pagar, pero cuando estuvo a punto de irse, una delicada mano lo sostuvo por el antebrazo.