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1321 Words
Cuándo Enzo llega a su padre, quién tiene un pómulo morado gracias a su hijo, León llega detrás de él con su postura de chulo. —¿Todo bien?— Alza su barbilla y cuándo Enzo va a hablar él se adelanta llamando la atención de Alaric. —¿Que haces acá?— Alaric Sisea achinando sus ojos. Enzo se ve en la obligación de tener que soltarlo por las solapas de su abrigo, y maldice pasando una mano por su cabello. No habiendo esperado nunca que fuera detrás de él se encontrará con la escena que tenía ahora mismo frente a sus ojos, no teniendo que ser un genio para darse cuenta del padre e hijo habían estado discutiéndo, y no solamente con palabras, sino qué a los golpes también. —¿No sé supone qué entreno acá?— Mira hacía un costado y ve la oficina en dónde suele trabajar la castaña, ata cabos rápidamente en su cabeza y la frase que va a salir de sus labios lo va a hacer replantearse muchas cosas en un futuro, pero no se va a echar atrás. —¿Y no se suponía qué no vendrías más?— Se aleja del agarre de su hijo y mira a León confundido. Es claramente sencillo de poder darse cuenta de que se había avispado de todo lo que había sucedido a su alrededor, y que estaba haciendo aquello para proteger a su hija, algo que le generaba impotencia por demás y que no podía decirlo ahora en voz alta, ya que eso echaría a perder las cosas. Incluso, sabe perfectamente que tiene que mantener su boca cerrada si es que quiere seguir con el plan de sacar campeón a León y poder, de esa manera, retirarse de una vez por todas. León sube sus hombros. —Lo pensé mejor.— Murmura desinteresado. —¿Vamos a entrenar o que?— Observa a Enzo. Y ahora es él quién relame sus labios mirándolo con sus brazos cruzados, traga saliva y cierra los ojos furioso, conociendo perfectamente lo que su padre estaba haciendo al guardar las apariencias y sonriendo de manera descarada. —Como quieras.— Sisea Enzo sintiendo la furia de querer seguir golpeando a su padre por cómo había tratado a Noah. Alaric analiza a León y se da cuenta de que no miente, pero que la decisión que acaba de tomar tiene mucho que ver con parte de la escena que vio. —Excelente, todo suyo, chicos, Enzo ya sabes que hacer.— Alza sus manos y señala el ring. Luego, le hace una seña a su hijo y este se saca la remera con bronca tirándola al suelo a un lado de su padre, aún, regalándole una mirada de odio completamente descarada hacía el mismo. —Vamos.— Se acerca ring y mueve su cabeza de costado esperando a León, quién se ríe de costado y se acerca a la zona de combate pasando a un lado del entrenador. Y cuándo choca su hombro con el de alaric frena en seco para dejarle algo en claro. —Que yo me vaya va a ser el menor de tus problemas si la volves a tocar o a tratar así.— Amenaza apretando sus dientes. Alaric se ríe con ironía y niega con la cabeza alejándose. León mira a Enzo, siendo consciente de qué no se perdió ni una palabra de toda la escena, el rubio deja su sudadera junto con su remera en las redes del ring, relame sus labios y se acerca a Enzo para comenzar. —Vos dirás.— Alza una ceja y lo mira de arriba abajo. Enzo asiente y palmea sus manos. —Quiero que nos enfoquemos en la resistencia.— Pone su cronómetro y empieza a tirar golpes hacía el rubio, él cuál los esquiva con gran agilidad. Siendo una pequeña arma de doble filo para Enzo, ya que comienza a descalzar su furia para con la bestia, sin poder salir de la realidad de que León haya cambiado de opinión tan rápido. Además, de que no podía dejar de pasar por su cabeza el hecho de cómo es que lo había encontrado ayudando a su hermana en aquella situación tan vulnerable. Y ni siquiera había hecho una sola pregunta al respecto para saber qué es lo que estaba ocurriendo, que había salido junto con él para ver qué es lo que hacía para con su padre, resolviendo de manera por demás inteligente, lo que podría haber llegado a provocar un gran caos en aquel gimnasio. Y en aquella familia. A los pocos minutos de continuar con el entrenamiento, y de fortalecer su resistencia, mientras que Enzo no deja de dar los golpes más duros, Noah sale del vestuario ya más calmada, acomodando su cabello y sus mejillas. Infla su pecho y ve de reojo a su hermano entrenando con León, no entiende bien el porqué de ambos allí arriba, pero aún siente la garganta rasposa y necesita algo de tomar urgente, por lo que se hará problema por eso en unos minutos. Además de que no pueda dejar de sentir una vergüenza inminente recorriendo todo su cuerpo al recordar que había sido, nada más y nada menos, que el León, la persona que la había ayudado en el baño de los vestuarios. Siendo qué de todas las personas que la podían haber llegado a descubrir, había sido la persona que más enfurecida se encontraba para con ella en estos momentos. Y ahora que lo veía peleando en el ring con su hermano, además de una clara incertidumbre por no saber qué es lo que estaba sucediendo, no podía dejar de pensar en qué él había visto uno de sus lados más vulnerables, y probablemente, ahora estuvieran a mano. Se encamina hacía su oficina, con las mejillas completamente ruborizadas, y comienza a levantar las sillas, a limpiar el cafe desparramado por la mesa y por el suelo, levantando la taza y todo lo que su padre tiro en el medio de aquel ataque de brusquedad qué se había desatado en esas cuatro paredes. Infla su pecho, una vez más, recordando las palabras que él le recalco hace menos de una hora, se pierde en sus pensamientos y vuelve en sí cuándo uno de los pedazos de la taza cortan su dedo. —Genial.— Muerde su labio y tira rápidamente las piezas recogidas y busca sobre su escritorio en los cajones la pequeña cajita que tiene con algunas curitas y elementos para curarse como si fuera un pequeño botiquín. Encuentra rápidamente la curita y la coloca sobre el dedo de manera inmediata, arde un poco pero la sensación ya es bastante conocida por lo que no se preocupa mucho ya que en cualquier momento la herida va a cerrar. Termina ordenar todo, mientras que prende unas velas en el interín para sentir un poco de calma y armonía, y finalmente toma su cartera para retirarse a su casa. Fue suficiente show por el día de hoy y ahora es momento de darse un baño y tomar algo para tener su garganta fresca. León la ve pasar de reojo pero no para de entrenar junto a Enzo, quién también ve a su hermana pasar y le guiña un ojo dandole tranquilidad, o al menos intentando darle aquel mensaje para que se quede tranquila de que todo está resuelto, dentro de las circunstancias, en que no debería de pasar a mayores. Esperando qué Noah deje de sentir esa culpa que la estaba carcomiendo por dentro, y que se potenció de manera absoluta cuándo su padre comenzó a gritarle en la cara aquellas palabras. Ella sigue caminando hacía la calle con un nudo en su garganta, tomando con firmeza su mochila y su cartera, esperando no cruzarse con su padre... Y lo agradece cuándo logra sentir el aire chocando contra su rostro. Siendo, una pequeña prueba más superada del día.
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