—¡Llegas tarde!— Sisea llamando su atención.
León alza una ceja y apoya su bolso Adidas desteñido sobre la única silla en el pequeño cuarto.
Ya casi el logo no se ve de lo viejo que se encuentra, pero no deja de ser su bolso favorito por practicidad y comodidad, además de que no tiene otra cosa con la que movilizarse.
Su mandíbula al igual que sus músculos se encuentran contraídos, y le es inevitable ignorar por completo a su mejor amigo, sabiendo que no está de humor para cualquier cosa que le tenga que decir, incluso quejarse de su horario de llegada.
—¡¿Me estás escuchando, León?!— Su amigo lleva una mano a su cabello y niega con la cabeza cuándo ve que el rubio no le da ni la hora.
Está más que acostumbrado a aquella actitud y a que eso sea completamente frustrante, León suele perderse en sus pensamientos y no darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor por un corto periodo de tiempo.
Y aquello parece ser cada vez más notorio y es algo por lo que no puede dejar de preocuparse, más aún sí su mejor amigo es una persona de muy pocas palabras y no se abre hacia él para al menos descargar cómo es que se siente.
—¡No me jodas, Nick, llegué y eso es lo qué importa!— Bufa y venda sus manos con rapidez y hasta algo de descuido.
Acá no valen los guantes, es a todo o nada, y ya está más que acostumbrado a hacerlo de manera rápida y eficiente, de cualquier manera, terminará con los nudillos lastimados.
—¡León, entiendo que puedas estar en tu mundo pero tenés que cumplir un maldito horario en este lugar!— Brama señalando a su alrededor.
Y lo peor de todo es qué siquiera es su mundo, sólo está allí para acompañarlo.
—¡Te dije qué no me jodas!— Se quita la remera gris junto al buzo n***o al mismo tiempo y lo deja tirado en la silla junto a su bolso.
—¿¡Que no te joda!?— Se ríe y niega con la cabeza, lleva una mano a su cadera y se acerca a su amigo.
León infla su pecho al observar la cercanía que tienen los dos y poder prever el reto que va a salir en estos instantes por los labios de Nick.
—¡Las apuestas están que arden, si no venís mentalizado no vas a lograr ganar, León.— Le recuerda y golpea su torso.
El rubio sonríe y lo mira cansado. —¡Es irritante escuchar tu voz!— Sisea, sabiendo que Nick no se va a tomar personal ni una sola de las palabras que diga.
—¡Pensé que te interesaba la plata que estaba en juego!— Chasquea la lengua y suspira... —¡Y pensé qué estabas haciendo esto de verdad, no qué estabas jugando y volviendo a querer vivir en la calle cómo el vagabundo qué no sos!— Le grita exasperado.
En algunas oportunidades tenía que tomar cartas en el asunto y mostrarse por demás rígido, siendo que no había otra manera en la que León pudiera llegar a comprender la magnitud del compromiso que era estar involucrado en aquella cueva, a pesar de que no era un novato en la misma.
Más bien lo hacía por el miedo inminente a que su mejor amigo tuviera depresión, siendo algo que no estaba completamente descartado, necesitaba mantenerlo continuamente con la mente activa para que cumpliera con su responsabilidades, a pesar de que fueran pocas, y pudiera llegar a su objetivo final.
—Voy a darte tu parte por dejarme vivir en tu casa, No te preocupes que ese dinero lo vas a tener cómo siempre.— Casi que lo dice con asco.
—¿No seas imbécil , querés?— Suspira colocando sus ojos en blanco.
León sonríe maldicioso. —Quedate tranquilo...— Insiste.
Su amigo niega y aprieta sus labios. —¡No puedo estar tranquilo si no venís a casa a dormir y no sé en dónde mierda estás!— Le deja en claro.
—No voy a perder.— Asegura con la voz helada, ignorando las palabras anteriores de Nick.
—No se trata de eso imbécil... Pero es demasiado tarde para lidiar con tus sarcasmos ahora mismo.— Bufa y se acerca a la puerta mientras mira su reloj.
—Todo se trata de plata al fin y al cabo...— Rueda los ojos sin obtener respuesta alguna.
Y pasa a un lado de su amigo dirigiéndose al ring improvisado en el medio de la sala. Conoce ese lugar de mala muerte como si fuera su propia casa, y es por eso mismo que ni siquiera se preocupa en llegar tarde, porque todos van a esperarlo.
No sabe si a esta altura del partido se trata de egocentrismo o de que reconoce el potencial que tiene y cómo toda la gente enloquece por verlo pelear y descargar su furia para con el contrincante que tenga frente a sus ojos.
—¡Genial, me encanta que subas al ring enojado!— Nick Maldice bufando.
No es algo qué no sirva, pero espera en algún momento poder hablar con seriedad para con León.
Ahora no le queda más que acercarse por dónde se perdió su mejor amigo, e intentar encontrar una buena ubicación para poder observar la pelea.
La gente lo aplaude a tal punto que parece que lo veneran, el lugar se vuelve completamente loco y lleno de gritos y silbidos en cuanto aparece, y eso es lo que le da la pauta de que no importa a la hora que llegue, incluso cualquiera de sus contrincantes está esperando que se aparezca y se plante frente a sus ojos con tal de tener el honor de pelear con él.
León suspira y pone su mente en blanco tan sólo por unos instantes, ignorando todos aquellos gritos y aplausos.
Tuvo una mañana de mierda, sacar todo eso afuera no le va a costar mucho. Además de qué agradece haber tenido aquel pequeño cruce de palabras para con Nick en lo qué era el cuarto en el qué se estaba preparando, para poder sentir la furia recorriendo su cuerpo.
Da una media vuelta hacia atrás y lo ve.
Y eso relaja sus músculos.
Nick está detrás de él junto a Josep, otro de sus amigos, intentan mantener a la gente lo más lejos posible de la bestia y le guiña un ojo en cuánto un tiro se escucha en la sala, haciendo que todos mantengan el orden en aquel círculo.
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—¡Ya empezó!— Noah mira el reloj y se queja, a medida qué avanzan por los pasillos con olor a moho de aquella propiedad.
Los hombres no dejan de mirarla, y eso le parece completamente asqueroso y repugnante, a pesar de estar más que acostumbrada.
Lleva unos jeans negros ajustados, junto con una camiseta blanca, un collar plateado y su chaqueta de cuero, cambió sus botas de tacón por unas zapatillas deportivas y una colita de cabello es su peinado.
Su hermano la toma de la cintura y la empuja hacia el ring.—¡Tranquila, no nos perdemos mucho, ya sabemos qué siempre gana!— Bromea en su oído.
Necesitan estar lo más cerca posible a León.
Ella no se queja de que la empuje, se siente más contenida, ya qué no es el lugar favorito al que le gustaría estar, por más que esté acostumbrada a esa clase de lugares. No se siente a gusto ante todas esas miradas penetrantes que parecen querer comérsela con la mirada.
Y a pesar de que a una mujer siempre le gusta una mirada de coqueteo, exactamente las miradas que le dan los hombres que están allí no son las de su tipo.
—Eso es porque tardaste bañandote.— Le reprocha cruzándose de brazos.
Noah niega con la cabeza y centra su atención en el ring, apenas se encuentra en un buen lugar donde posicionarse.
Él niega con la cabeza y se ríe mientras que fulmina con la mirada a un baboso que no deja de ver a su hermana, la cuál está más que concentrada en la pelea del rubio.
—¡Terrible golpea!— Acota su hermano con una mirada de orgullo.
León golpea la mandíbula de su contrincante al tiempo que piden un leve receso de quince segundos para tomar agua.
Él hace una mueca de desagrado al escuchar eso, y qué le parece innecesario que tengan que ser tan flojos como para no poder seguir.
Rueda los ojos y mira al público de manera perdida, mientras que no deja de tocar sus nudillos y vendas.
Lo hace en un pequeño gesto involuntario para no perder la concentración y seguir precalentando cada uno de sus movimientos.
El moreno, que es rescatado del suelo casi de un k.o, bebe agua cómo camello y escucha atentamente las indicaciones que le dan en una esquina.
La mirada de León choca con la de Noah, quién siente un escalofríos al sentir sus ojos casi grises sobre los de ella con tanto odio...