—Quería tener una conversación decente con mi hija que durara más de dos minutos —luego sigue y deja su bolso sobre una de las sillas de la sala —aparentemente esta es la única forma de hacerlo. Aunque su rostro denota tranquilidad, sus palabras son una historia completamente diferente, pues con ella siempre significaban otra cosa. Mis padres han iniciado nuevamente con el tema del matrimonio, con que debo encontrar un buen esposo que me ayude a administrar los negocios de la familia, alguien que me resguarde de los problemas del mundo y me de la felicidad de ser madre. ¿Lindo sueño, verdad? Lástima que no es el mío. —Madre, sabes que no me interesa hablar del tema, no pienso conocer al hijo tonto de alguna amiga o amigo de papá —y me desplomo en mi sofá verde aterciopelado. —Hija,