—Te queda bien —afirma tras observar por unos segundos el sombrero que acaba de poner en mi cabeza. Mi mirada se clava en él, tratando de entender lo que pasa por la mente de este hombre. Hoy debe quedarme claro que es lo que pasa realmente aquí, no creo que pueda tener una mejor oportunidad para averiguarlo. —Sígueme —me conduce hasta una especie de biblioteca. Se acerca a un escritorio grande de madera y destraba un cajón del cual saca un arma. Es una pistola de esas que muestran en las películas y con las cuales los tontos adolescentes juegan a la ruleta rusa. El hombre se toma en serio la parte de enseñanza, pues lo primero que me aclara es que no es una pistola, sino un revolver y me facilita un poco de datos que estoy segura en un par de días ya no recordaré. Me la entrega d