¡Meow! Samantha bostezó como si se tratara de un gato corriente en vez de un león y estiró su cuerpo a lo largo y ancho de toda su cama, retorciendose de formas inimaginables sólo para quitarse un poco de la gran pereza que su animal interior le hacía tener. —Tengo hambre —El sabor de la vez pasada volvió a presentarse en su paladar —. Mmm —ronroneo, saboreando lo que quedaba de él en su boca, pues fue sólo un breve momento en lo que pudo disfrutarlo. Pronto, la puerta de su casa comenzó a sonar insistentemente y luego el imponente olor ya conocido entró por sus fosas nasales, así que sabiendo quien era la persona tras está, abrió y vio como lentamente el rostro de Imer se tornaba un poco rojo y ¿feliz? muy raro para alguien que suele portar una dura expresión en su cara todos los días.