Era tan raro el vacío existencial que su alma animal le estaba transmitiendo y es que para idiota no se estudia y estaba mas que comprobado. Imer Palace estaba avergonzado y muy pocas cosas la hacían sentir de esa forma desde que nació, pero, no dejaba de pensar que desde que conoció a cierto niña cachetona no paraba de tener nuevas experiencias todos los días. —Estoy loco. Murmuró para sí mismo cuando sintió una pequeña punzada en su pecho, justo en el lugar en el que habita el corazón. Era tan extraño el hecho de sentir ese revolvimiento de tripas cada que Samantha Bennet sonreía, de solo sentir de lejos su deliciosa esencia a pan recién salido del horno y a un rico café como a él le gustaban, sus nervios se crispaban y su cuerpo entero comenzaba a sudar. —¿Que debo hacer? Pregunt