Sueño Pesadilla

1638 Words
─¿está bien? ─pregunta al retroceder, mientras la revisa visualmente una y otra vez, muy preocupado. ─Si, es solo que... ─balbucea mirando hacia atrás. ─Van a abrir la puerta en unos minutos. ─dice y solo entonces ella voltea, y se da cuenta que Isaí trae su bolso colgando de su hombro. ─claro... ─musita empujándolo de regreso al salón. Isaí es alto en comparación a la estatura de Ángel, por lo que al entregarle su bolso acelera su paso y logra entrar al salón mucho antes. Ángel al entrar a su salón ve que ya todos están con su cosas en mano, listos para salir. ─El profesor se enojó cuando no te vio en el salón. ─dice una de sus compañeras al acercarse a ella. ─apenas se quitó a Mercy y sus secuaces de encima, y se dio cuenta de que no estabas salió corriendo del salón a buscarte. ─dice mirando discretamente, pero de muy mala gana a Mercy. ─¿Y qué pasó con los delincuentes que estaban buscando, los encontraron? ─pregunta mirando hacia la puerta. ─No se, yo lo escuché que eran dos, pero de ahí no se. El licenciado de lengua y literatura vino a decirnos que ya vamos a salir y que lo hagamos de manera ordenada. ─dice regresando su mirada a ella. ─Formen una fila, si no van a causa un alboroto a la salida y me van a llamar la atención a mi. ─dice notoriamente molesto. Tal como lo ha ordenado, lo hacen. Uno por uno se empieza a formar, desde donde están se puede escuchar el escándalo que hacen los salones de junto al intentar ordenarse, Ángel se forma casi de última, ahora está preocupada por la hora. Después de todo lo que pasó en el baño, de todo lo que pasó al salir, su miedo, por un momento había olvidado la videollamada tan importante que tenía, pero ahora que lo recordó empezó a buscar entre su ropa, y sus bolsillos el teléfono. ─Te imaginas que ahora aparezcan los delincuentes y empiecen a dispara... ─musita una mujer junto a ella (de otro salón) mientras están saliendo. ─Yo me muero. ─responde una de sus compañeras, aunque en realidad no sé conocen, comparten una preocupación. Ciertamente esto preocupó mucho a Angel, ya que había tenido un acercamiento sorpresivo y nada agradable con uno de ellos y estaba aterrada de volver a pasar algo similar, a su vez se sentía alivio de haber sobrevivido ilesa después de todo. Se ve obligada a salir entre la multitud, ya que la puerta es pequeña en comparación con el volumen de personas que sale en ese momento. Continúa revisando su ropa, sus bolsillos, los bolsillos externos de su bolso y no encuentra su teléfono, la desesperación empieza a invadir su cuerpo, un torrente de lágrimas por salir al no encontrarlo. ─¿qué pasó? ─pregunta Diego, uno de sus compañeros, mismo que la lleva a casa cada noche al terminar las clases. ─No encuentro mi teléfono. ─dice al borde del llanto. ─no se donde lo dejé. ─Busca en la mochila, búscalo bien. ─dice por empatía, mirando su propio teléfono. Lo busca enseguida, revisa una y otra vez, pero su teléfono no aparece, y ya las esperanzas de encontrarlo empiezan a desaparecer, la pena y frustración la invaden a torrentes, busca un par de veces más rogando a todos los Santos posibles encontrar su teléfono, sería la segunda vez que pierde uno en dos semanas. Su antiguo teléfono fue robado en un transporte público mientras salía de compras para su casa, por lo que se vio obligada a comprar uno que le serviría mucho, aunque fuese sencillo, pero sobre todo le preocupa no poder recibir la videollamada que tanto esperaba recibir. ─No aparece. ─camina de regreso al instituto. ─¿A dónde vas? ─pregunta Diego viendo su teléfono una vez más. ─Voy a ver si lo encuentro... ─dice sin voltear. ─Me llamó la abuela de mi hija. ─dice como lamento. ─Entonces anda, ya veo cómo me voy. ─se lamenta una más ella. ─¿Segura? ─preguntó por empatía, el conoce sus problemas de dinero. ─Entonces... yo voy a ver mi hija... ─alza la voz para que Ángel lo escuché, ya que se alejó muy rápido. ─Yo me voy después. Gracias. ─dice y corre de regreso y entra de nuevo al instituto mientras la policía y los últimos alumnos salen del lugar. Diego es papá, y se esfuerza por estar lo más posible presente para su pequeña hija de seis años, pero su expareja ha hecho de un vida un poco más complicada de lo normal, por lo que es la madre de la expareja que se encarga de asegurarse de que la niña tenga contacto con su padre, por lo que aprovecha cada vez que la madre la deja con ella, para que su padre la vea, de esta manera, cuando Diego recibe la llamada de la madre de su ex pareja, no duda en correr a ella, ya que la madre no la deja por mucho tiempo con la abuela. Con mucho pesar y lamentando dejarla, Diego no tiene más opción que dejarla en el instituto en ir con su hija. Ángel regresa mirando al suelo todo el camino, esperado encontrar su teléfono, pero esto no sucede aún al llegar al salón. Cada vez pierde más y más las esperanzas de encontrar su telefono, sus ojos empieza a darse por vencidos en su lucha por contener las lágrimas, camina con miedo al baño, recuerda que al estar allí se bajó la ropa dos veces, así que hay una mínima casi inexistente oportunidad de encontrarlo, pero el miedo latente de encontrarse al tipo que la asustó la frena antes de llegar siquiera a ver los baños. Está su miedo a ver al tipo que la asustó de nuevo, y su frustración al no encontrar su teléfono lo que se debate allí y la mantiene inmóvil. Da un par de pasos más y logra ver los baños, las luces están encendidas, su alivio es inmediato, si las luces están encendidas quiere decir que la policía ya revisó el lugar, así que es seguro entrar a buscar, y si no lo encuentra, tal vez lo dejaron en la entrada, reportando un teléfono en el baño. Entra a los baños y va directo al baño en el que estaba ella, pero para su decepcionante sorpresa no encuentra su teléfono, pero si una billetera. Una billetera de cuero marrón, masculina yace en el suelo. Decepcionada y algo curiosa la toma, su sorpresa es grande al abrirla y verla llena de dinero. Revisa un poco más y da con una identificación, un hombres con facciones marcadas, ojos negros, cabello corto rizado, y labios carnosos muestra su foto. Es imposible que encontrara una billetera de hombre en un baño únicamente de mujeres, por lo que no le tomó más de un par de segundos darse cuenta que la billetera era del hombre que seguramente era un delincuente peligroso. Aunque también había la posibilidad de que fuese de algunos de los policías, aunque no había nada que dijera que era de un policía. Ya es tarde, así que sale corriendo a la entrada en caso de poder encontrar su teléfono, al salir ve todo el instituto a oscuras, camina directo a la entrada. ─Buenas noches, Don Marcelo. ─dice terminando de cerrar su bolso, tras guardar la billetera. ─Buenas noches, casi se queda encerrada, ya estoy por irme. ─dice el hombre encargado de cerrar. ─¿Usted si vio a los delincuentes?, ¿Los encontraron? ─pregunta curiosa de camina a la puerta. ─¿delincuentes?... ─suelta una carcajada. ─Eran unos vagos, de esos que hacen carreras clandestinas, que al seguirlos la policía se metieron al instituto saltando la barda de atrás. ─dice calmando su risa. ─Pero... ¿para que se meten a un lugar cerrado, en lugar de huir en los autos. ─dice con unas sonrisa, intentando disimular lo tonta que se siente ahora. ─No sé, pero según dijeron los oficiales, hubo un accidente medio feo y uno de ellos declaró donde pasó y dieron con su nicho de carreras clandestinas. ─dice abriendo la puerta para ella. ─Cambiando de tema, ¿de casualidad alguien reportó un teléfono dejado en el baño? ─pregunta volviendo a lo que a ella sí le interesa. ─No, la verdad no, pero si lo dejaron debe ser con el coordinador, con todo dese una vuelta el lunes a la hora del receso, ahí le aviso si me entero de algo. ─dice muy amable tomando también sus cosas. Ángel no tenía dinero para el taxi, pero ahora tenía en su mochila una billetera con dinero y aunque no era de ella, podía tomar prestado un par de dólares para poder devolver después de pagar su taxi. Tan pronto como sale detiene un taxi y se sube. ─Buenas noches. Lléveme a la calle 324 y av. 214 ─dice mirando al chofer a detalle de manera disimulada. ─cierre bien la puerta. ─se limita a decir el hombre, algo mayor ya, canoso, obeso y ojeroso. Ángel ve a detalle al hombre, ve las puertas, sus seguros, se arranca un par de cabellos y muerde un par de sus uñas y las deja en las fisuras del asiento, unta con saliva sus dedos y los frota tras el asiento del chofer, saca un bolígrafo y lo sostiene en su mano mientras ve por la ventana, asegurándose de ir por el camino correcto. Está por llegar a casa, a tan solo un par de calles de su casa nota como unas motos pasan junto al taxi, todas las motos tienen colores oscuros con luces neón, quienes las conducen tienen casco oscuro, cubriendo su rostro por completo. Ángel está aterrada, al miedo la invade al ver como más de quince motos se ponen frente al taxi, obligándolo a detenerse.
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