DULCE VICTORIA

DULCE VICTORIA

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PROLOGO

Esta es la historia de una hermosa adolescente llamada Victoria, que a sus 16 años le toca vivir varias aventuras y encuentra al amor de su vida, donde menos se lo imaginaba.

Victoria tiene una familia muy particular, es única hija mujer en medio de 4 hermanos hombres, todos mayores que ella, lo peculiar de esta familia es que ninguno compartía el mismo padre. El mayor Lucas, de 20 años procedía de la misma madre que Victoria, pero diferente padre, igual caso para Nico de 18 y los mellizos Pablo y Patricio de 17.

La madre de ella y de los muchachos se había casado con su padre al quedar embarazada, pero luego de que la niña naciera los abandonó, junto a sus otros cuatro hijos. Armando, el papá, de muy buena gana adoptó a los pequeños y se volvió el padre y protector de todos.

Armando estaba muy bien posicionado económicamente, todos vivían sin privarse de nada y tenían lo mejor de lo mejor.

Victoria al crecer rodeada de hombres no desarrolló su lado femenino para casi nada y se comportaba como sus hermanos, incluso se vestía como ellos. A pesar de ser una hermosa jovencita, su falta de cuidado personal y uno quilos extras, que tenía por comer como sus hermanos, no dejaban que se aprecie su verdadera belleza, pero a todos encantaba con su simpatía y sentido del humor, eso sí, cuando se enojaba no se quedaba callada, no le gustaba que la gente se metiera con ella, y una que otra vez había recurrido a los golpes.

Pero todo eso estaba por cambiar con la llegada de nuevos integrantes a la familia…

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CAPITULO I: NUEVAS INCORPORACIONES (PARTE 1)
- ¡Pásala! – Gritaba – un joven apuesto de cabello n***o, piel bronceada y ojos verdes, mientras jugaba al fútbol con otros jóvenes - ¡Victoria pásala, estoy libre! – agitaba sus manos en dirección a una niña de estatura mediana, algo rellenita que corría pateando un balón y que al verlo le dio pase, este comenzó a correr en dirección a la portería. El muchacho que hacía de arquero se puso alerta, era casi de la misma edad del moreno, pero tenía el cabello rubio y los ojos azules, guapo también, pero con menos masa muscular que el primero. - A ver que tienes Nico – dijo desafiante el rubio, el aludido sonrió de lado y se preparó para romperle el arco con su zurda, pero luego de engañar al portero, dio un suave pase a la niña que entraba corriendo sola y definía con mucha tranquilidad ante el arco vacío. - ¡Goooooooooooooool! – gritó Nico en la cara del rubio, que se quitó los guantes y los arrojó al suelo con rabia. - ¡Pablo! – Se dirigió molesto hacia otro muchacho en el centro del campo, su copia casi exacta (colores de ojos diferentes) que lo miraba divertido - ¿Por qué no la marcaste? ¿De qué demonios te ríes? – los otros dos celebraban a sus espaldas el triunfo, saltando y cantando. - De tu cara hermano – dijo Pablo – tienes que relajarte más Patito – tomó a su hermano de los hombros – no estamos jugando la final del campeonato – Patito bufó molesto. - Soy Patricio – dijo con ira en la voz, quitando las manos de Pablo - ¡y no me gusta perder! - Mejor te acostumbras Patito – dijo la niña – porque con lo malos que son los dos, van a perder muchas veces más. - Cállate vaca bonsái – gritó Patricio. - ¿A quién le dices vaca? – Gritó la niña – grandísimo idiota. - A ti chichón de suelo – dijo sacando la lengua y comenzó a correr con la niña persiguiéndolo – sigue corriendo Victoria, a ver si adelgazas unos gramos antes de que empieces a rodar. - ¡Voy a matarte! – A Victoria le faltaba el aire – juro que voy a matarte. - ¡Niños! – Se escuchó la voz de un hombre en la puerta que daba al interior de la lujosa residencia - ¡adentro que quiero que conozcan a alguien! Todos se miraron y comenzaron a andar hacia el lugar, cuando Victoria se puso a la altura de Patricio ya habían ingresado a la residencia y caminaban por un pasillo, antes de ingresar a la sala Victoria pateo la pierna del muchacho y aceleró el paso para quedar cerca de un hombre mayor, pero bien conservado. - Aquí estamos padre – dijo agitadamente mirando al mayor, este la miró de pies a cabeza y asintió levemente. - ¿Qué sucede Armando? – dijo Patricio sentándose en el sofá. - Patricio – gritó Nico – vas a ensuciar todo – el aludido elevó los hombros en señal de que poco le importaba y siguió acomodándose, pero Nico lo levantó del brazo – a mi si me importa así que te pones de pie – Patricio bufó pero obedeció. - Familia ya que estamos todos aquí – suspiró – casi todos – corrigió – quiero que conozcan a quienes van a compartir casa con nosotros, son dos personas muy especiales para mí – hizo una pausa, los jóvenes miraban ansiosos aunque sabían de que trataba todo, Armando llevaba varios meses saliendo con una mujer del interior del país y seguramente ya se había cansado de viajar tanto y quería que viviera con ellos – cariño por favor – dijo un poco más fuerte para que se escuchara afuera de la sala y a los segundos una mujer no muy mayor, totalmente operada ingresó al lugar, sonreía de lado a lado, con sus labios llenos de colágeno y su rostro estirado de tanto botox. Victoria sintió un escalofríos recorrerle el cuerpo cuando la vio, los mellizos se aguantaron la risa porque para ellos la mujer parecía una caricatura, el único serio era Nico, aunque no le gustaba para nada aquella mujer, presentía que era una trepadora. - ¡Hola queridos! – dijo con mucha falsedad – no saben las ganas que tenia de conocerlos – miro a todos de pies a cabezas, pero se detuvo más en Nico quien a pesar de tener 18 años parecía mucho mayor, además de lo atractivo que resultaba para el sexo opuesto – Tu debes ser Victoria – dijo acercándose a la joven que instintivamente se había colocado detrás de su padre, este al notarlo se movió. - Si ella es Victoria – dijo señalándola orgulloso. - Que – dijo la mujer y se quedó pensando que más decir – graciosa criaturita eres – completó, no iba a decirle bonita ni por cortesía. Patricio comenzó a reír, ganándose las miradas de todos y un golpe de su mellizo Pablo – mi nombre es Azucena, y es un gusto conocerlos. - El gusto es nuestro, señora – dijo educadamente Nico. - Azucena querido – dijo tomándolo de las mejillas – que el señora me hace sentir vieja. - Un gusto Azucena – dijo Patricio con énfasis en cada silaba del nombre y beso su mano. - Pero que caballero – dijo ella encantada – estoy segura que mi tesorito se sentirá a gusto con jóvenes tan adorables – hizo una pausa y caminó hasta la entrada de la sala – Milagros ven querida – y a los segundos una joven rubia, voluptuosa, hermosa y sexy se presentó en la sala, lo muchachos se sorprendieron ante la visión y no perdieron detalle del cuerpo escultural de la muchacha que por la poca ropa que llevaba encima estaba muy a la vista. Victoria se sintió más fea que de costumbre ahí estaba ella con la camiseta de su equipo de fútbol preferido, sudada, despeinada, llena de tierra y césped y aparecía en su casa una barbi, intento encogerse más de lo pequeña que era para desaparecer mientras sus hermanos se peleaban por alabar y saludar a la nueva. Estaba perdida en sus pensamientos cuando escuchó a su padre llamarla. - Victoria ven – dijo el hombre haciendo señas con la mano para que se acercara, no le quedó más que obedecer y agachando la cabeza se dirigió dónde estaba la multitud – Victoria ella es Milagros – decía sonriente – Milagros ella es mi hija Victoria – la rubia sonreía y la miraba burlonamente de pies a cabeza, conocía esa mirada llena de superioridad que le lanzaban las muchachas como ella, que siempre la tiraban a menos por su apariencia y solo eran amables y amigables cuando querían acercarse a sus hermanos. - Un gusto Milagros – dijo tímidamente estirando su mano hacia la otra chica, quien la tomo casi con asco. - Igualmente – dijo y volvió su interés a Nico, que siempre atraía a las mujeres pero no solo por su belleza, si no por su carisma y simpatía, porque los mellizos eran guapos también, pero Nico brillaba y su forma de ser era tan amable hacia que todos se sintieran a gusto con el cerca, Victoria estaba siendo ignorada por su familia, algo no sucedía mucho, pero la nueva “hermana” era una novedad. - Papá – dijo casi en un susurro, tirando el saco del hombre para obtener su atención – voy a limpiarme ¿sí? – el hombre sonrió, le revolvió el cabello y asintió, en dos segundos ella estaba corriendo escaleras arriba para encerrarse en su cuarto, su santuario. Puso llave y fue directo al baño, miró su reflejo en el espejo y vio que era un desastre. Se quitó la ropa sucia y se metió bajo el agua, lavó su n***o cabello, que ya le llegaba bajo la cintura. Cuando ya estuvo lo suficientemente limpia salió, se secó con mucha paciencia, dedicándole mucho cuidado a su cabello, que era lo que más le gustaba de ella, no era del todo lacio, tenía dos grandes ondas en las puntas y caía como si lo hubieran peinado en la mejor peluquería, a pesar de que ella nunca había ido a una, “cosas de chicas” decía. Se cambió, con un pantalón de jean cortado a la rodilla, por ella, un camiseta negra con el logo de una banda de rock, como dos talles más del que debería usar, unas tenis abotinadas verdes, ese era el toque de color para no parecer tan deprimente, pensó. En su casa la cena se servía a las 9, así que mirando el reloj emprendió camino al comedor, por el pasillo se encontró con Nico. - Que guapo – dijo tomándolo de la espalda - ¿te pones así para la nueva hermana? – preguntó burlona, él le dio media sonrisa. - No me gustan las rubias oxigenadas – dijo y Victoria sabía que era verdad a su hermano le gustaban las mujeres hermosas, pero las naturales y por sobre todo buenas personas – esa barbi no es mi tipo para nada. - Pero tú si eres su tipo – dijo la niña – no podía dejar de mirarte, y ni hablar de la madre – Nico pudo cara de asco – que vieja babosa – ambos rieron. - ¿De qué se ríen idiotas? – Pablo los abrazó a ambos desde atrás para seguir el camino – Nico ¿acaso quieres conquistar a la hermanita? – dijo con su tono pervertido. - Calla idiota – dijo Nico riendo – no me prepare para esa – dijo despectivamente – Salgo con Clara después de cenar. - Ah – dijeron Victoria y Pablo al mismo tiempo y luego rieron. - ¿De qué se ríen tarados? – preguntó Patricio que los esperaba al pie de la escalera. - De tu cara – dijo Pablo y todos menos el aludido volvieron a reír, pasaron por su lado y Pablo dejo de abrazar a sus hermanos, entonces en un rápido movimiento Patricio tiró del cabello de Victoria, haciendo que retrocediera y se quejara del dolor. - Tonto – dijo y quiso golpearlo, él le sacó la lengua y corrió rumbo al comedor. - Me lo debías pequeña enana – dijo y volvió a sacarle la lengua, Victoria corrió para alcanzarlo pero al llegar al comedor cómo él se había detenido de golpe se chocó su espalda cayendo sentada al piso. - Auch – dijo, Patricio volteó a verla y se burló de ella en silencio. - Que torpe eres enana – dijo y le tendió una mano para ayudarla, cuando Victoria estaba casi de pie la soltó haciendo que volviera a caer, riendo de ella, Victoria lo miró con odio. - ¡Eres un tonto! – dijo molesta y como pudo se incorporó, se refregaba el trasero sin mirar adelante, tenía el ceño fruncido y maldecía en voz baja, hasta que escuchó a su padre llamarla. - Victoria ¿estás bien? – ella lo miró y suavizó un poco el rostro y luego asintió. - Si sigues frunciendo el ceño vas a tener arrugas antes de los 20 – dijo alguien y antes de que Victoria pudiera insultarlo lo miró, él le sonrió y le estiró los brazos, ella no lo pensó y se lanzó a él casi tirándolo por el impulso – Mi pequeña veo que no has cambiado nada. - Calla tonto – dijo ella secándose las lagrima – solo te fuiste un año – lo abrazaba con toda la fuerza que tenía, pero no le hacía daño porque él chico era alto y fuerte, él le acariciaba el cabello. - Como te extrañé chiquita – dijo y se alejó para mirarla. - Y yo a ti hermanito – dijo llorando. - ¿Y a nosotros no nos extrañaste tanto Luquitas? – dijo Pablo en burla, Lucas los miró. - La verdad es que no – dijo serio, a los demás se les borro la sonrisa, y luego Lucas rió de nuevo – Claro que si idiotas vengan aquí – y lo tres jóvenes se acercaron a ellos para unirse en un fraternal abrazo, estuvieron varios minutos así hasta que alguien carraspeo haciendo que se soltaran. - La cena se enfría - dijo con hastió Azucena, los chicos se dispusieron en sus lugares, Victoria ocupaba el lugar al lado de su padre, que se sentaba en la cabecera y Azucena a su otro lado. Lucas por ser el mayor se sentaba en la otra cabecera y los demás a ambos lados de la mesa. Sirvieron la cena y los jóvenes comenzaron a comer con ansias, todos menos las dos nuevas que parecían pajaritos. - ¿Crees que es recomendable que comas todo eso? – dijo la mujer a Victoria con claro gesto de desaprobación, Victoria la miró y luego de limpiarse la boca le respondió. - No sé si es recomendable señora – puso énfasis en esas palabras – pero si es lo que me apetece – ella la miró indignada, los demás rieron por lo bajo, el padre suspiró. - Nena – dijo serio mirando a su hija. - ¿Qué? – Dijo a la defensiva – está en la casa hace una hora y ya va a decirme que comer y que no. - Cariño creo que sería bueno que aproveches la presencia femenina de Azucena y Mili – Victoria bufó, golpeó la mesa con ambas manos y se puso de pie. - Pues yo no lo creo – dijo con la calma que le quedaba - ¿quieres que me vuelva una muñeca de plástico, inflada de silicona y con menos neuronas que esta tortilla? – Dijo señalando el alimento, las ofendidas se enfurecieron. - Victoria – dijo el hombre poniéndose de pie – pide disculpas. - Ni loca voy a disculparme con esas víboras – dijo con desprecio, su padre enfureció más. - ¡Ahora! – ordenó el mayor, los demás estaban en silencio. - ¿O qué? – lo desafió. - No me provoques. - No me amenaces – ambos se miraban a los ojos sin pestañar, Victoria sabía que su padre era incapaz de obligarla a hacer algo. - Ve a tu cuarto – dijo señalando la salida y desviando la mirada, ella sonrió con soberbia y miró a las dos rubias con burla, para luego salir victoriosa rumbo a su cuarto. - Esto es inaceptable – dijo Azucena - ¿una niña te maneja a su antojo? – Armando no decía nada, los demás tampoco - ¿Vas a dejar que haga lo que quiera? Tienes que disciplinarla. - Por favor – dijo el hombre con su tono más amenazante, que intimidaba a cualquiera menos a su hija – de mi hija me encargó yo y no se habla más del tema – ella lo miró contrariada pero se calló. El resto de la cena fue en silencio, un incómodo silencio. Antes del postre Nico se puso de pie. - Con su permiso familia – dijo mirando a todos – me retiro porque tengo una cita con mi novia - Milagros y Azucena lo miraron con rabia. - ¿Salida un día de semana? – dijo la mayor. - Estamos de vacaciones – dijo Nico alejándose – Adiós a todos, no me esperen. - ¿Tienes dinero? – preguntó Armando, Nico asintió – saludos a Clara. - Yo me voy a desempacar y descansar un poco, un gusto damas – dijo Lucas – buenas noches. - Buenas noches – saludaron todos y se fue. - Nosotros también tenemos cosas que hacer – dijeron los mellizos y luego de que su padre les diera dinero salieron de la casa. Lucas fue a la habitación de Victoria y golpeó con su contraseña secreta, ella abrió luego de unos minutos. El cuarto olía extraño. - ¿m*******a Vicky? – Dijo negando con la cabeza, ella se encogió de hombros y le ofreció – Claro – aceptó encantado – Aunque debería regañarte por consumir drogas. - No lo hago todos los días – dijo ella relajada – solo cuando papá me castiga. - La niñita malcriada no soporta que papi la regañe – dijo con burla. - Calla tonto – lo golpeó en el hombro y rieron. Estuvieron horas contándose sus cosas, hasta que golpearon la puerta de nuevo, con contraseña. Lucas fue a abrir y eran los mellizos. - Pizza y cerveza para mis hermanitos – anunció Pablo con dos cajas del alimentos, mientas Patricio cargaba las botellas. - Genial – dijo Lucas y se colocaron en el centro de la habitación. Victoria tomó una porción y comenzó a devorarla con ansias, Pablo codeó a Patricio y luego de unas miradas picaras habló. - ¿Crees que es recomendable comer todo eso? – preguntó a su hermana, la que sólo levantó el dedo medio de su mano libre y se los mostró a ambos. - Pero que niña más delicada – dijo Patricio – yo pienso que te vendría bien aprender un poco de tu nueva hermana, ya sabes – dijo poniéndose de pie – así te vuelves más una mujer y dejas de ser un criaturita – y río con fuerzas, Victoria se puso de pie y lo persiguió, ambos estaban mareados y cuando Patricio chocó con la cama ella se le lanzó encima y comenzó a golpearlo, pero no él no se quedó quieto y volteándola comenzó a hacerle cosquillas. Victoria se resistía pero Patricio era más fuerte, las carcajadas de ambos retumbaban en la habitación, los otros se reían en el suelo. - ¿Qué sucede aquí? ¡Abran! – alguien golpeaba la puerta con fuerza, Lucas como pudo se puso de pie y abrió, le dolía el estómago de tanto reírse, Pablo estaba desparramado en el piso, Victoria tirada en la cama y Patricio sentado a su lado, intentando que se le calme la respiración - ¿Y bueno? ¿Qué sucede? – Armando estaba en el marco de la puerta, con Azucena y Milagros detrás de él mirando curiosas hacia adentro. - Estábamos contando chistes y ya sabes de escandalosa que es Victoria – dijo Lucas lo más serio que podía, el hombre no dijo nada siguió observando la escena y avanzó hacia donde estaba Pablo, miró los envases de cerveza vacíos en el piso. - Espero que su hermana no este bebiendo – dijo mirando a los tres muchacho, las dos mujeres ya habían entrado a la habitación y la miraban embobadas, porque parecía la de una princesa, la más grande de la casa, con un cama gigante, un armario gigante y todo lo necesario para que Victoria no se aburriera nunca, con sobrado espacio para hacer una reunión de 20 personas y que estén cómodos. - Claro que no – dijo Pablo como si fuera lo más obvio, a duras penas se puso en pie por el mareo que llevaba encima – es una niña y es ilegal que beba – Patricio reprimió una carcajada, al igual que Victoria que permanecía acostada. - Victoria – llamo su padre. - Si – dijo ella desde su posición. - Ven por favor – ella suspiró, contó hasta 10 y lentamente se enderezó, todo le daba vueltas, como pudo se puso de pie y caminó los pasos que la separaban de su padre, él la miró de pies a cabezas, y luego se acercó para olfatearla – Hueles a alcohol – dijo serio, ella no dijo nada, Azucena se acercó y la examinó. - Tiene los ojos rojos – dijo señalándola – y aquí huele a m*******a. - ¡Esta drogada! – dijo Milagros desde atrás de su madre. - Claro que no – dijo Victoria pero las palabras sonaron a balbuceo, esa fue su perdición. - ¡Esta ebria y drogada! – dijo Milagros de nuevo. - ¡Cállate bruja oxigenada! – Dijo con autoridad Victoria, y las dos mujeres retrocedieron – y fuera de mi habitación, que yo no las deje pasar. - Armando ¿vas a dejar que me hable así? – Decía la mujer mientras Victoria las corría avanzando amenazante hacia ellas - ¡Armando! - Escucha de una vez vieja loca – dijo la niña – este es mi cuarto – golpeó el suelo con su pie – él es mi padre – señaló a Armando – ellos mis hermanos – hizo lo mismo con los jóvenes – así que en esta casa se hace lo que yo quiero, y si no te gusta a ti y a esa arpía se largan por donde vinieron – lo que siguió Victoria no se lo espero, Azucena le había dado vuelta la cara de una bofetada, todos se quedaron sorprendidos por lo sucedido pero Lucas y Armando reaccionaron a tiempo, Victoria se lanzó contra la mujer y la tomó del cabello, justo en ese momento Lucas la tomó alzándola por el aire, pero al no soltar el cabello de Azucena lo arrancó - ¡Voy a matarte infeliz! – Gritaba enloquecida Victoria pateando el aire, Armando se llevaba a las otras dos mujeres y cerraba la puerta - ¡Te voy a matar zorra! – Lucas intentaba calmarla, la llevó al baño y la mojó con agua fría - ¡Idiota esta helada! – gritaba encolerizada la niña pero solo conseguía que el chorro de agua saliera con más potencia y apuntado a su rostro, cuando ya había tragado suficiente agua se calmó e hizo señas a Lucas para que se detuviera. - ¿Ya loquita? – Preguntó el hermano mayor, ella asintió con la cabeza y él le paso una toalla – sécate que vas a enfermarte – Victoria tomó la toalla y les hizo seña para que salieran porque Pablo y Patricio observaban la escena desde la puerta, salieron y la dejaron sola para que se quitase la ropa mojada. Lo hizo lentamente, se envolvió en una bata larga y salió, sus hermanos la esperaban en la cama, incluido Nico que había llegado en algún momento del baño relajante. - ¿Estas bien? – pregunto acercándose a ella y observando el rostro donde la otra mujer la había golpeado – esta rojo – acaricio suavemente la zona. - Voy a matar a esa mujerzuela – dijo Victoria dejándose abrazar por su hermano. - No puedo creer que te haya levantado la mano – dijo Pablo – eso es inaceptable, nadie puede tocarte. - Lo sé – dijo ella y se sentó en medio de sus hermanos – por eso voy a matarla, esto no va a quedar así. - Creo que lo mejor es que duermas y te relajes Victoria – dijo Lucas – no ganas nada con hacerle la guerra a la mujer de tu padre – ella quiso protestar pero Patricio se le adelantó. - Pero la golpeó – dijo poniéndose de pie, Victoria y Pablo asentían, los otros dos los miraban serios – esto no va a quedarse así, tenemos que vengarnos. - Si – exclamaron al unísono Pablo y Victoria. - No – dijo Lucas autoritariamente y los demás se callaron – no vamos a vengarnos, entiendan, ella no es una niña de la escuela, es la mujer de Armando, tu padre – dijo señalando a Victoria – nuestro tutor y amigo, esto se termina aquí – su tono no dejaba lugar para ninguna discusión o protesta - ¿está claro? – Nico asintió sin dudarlo, los otros tres lo miraban con el ceño fruncido - ¿está claro? – con la mirada les demandaba respuesta. - Si está claro idiota – dijo Pablo. - Claro como el agua – ironizo Patricio. - Victoria – todos esperaban una respuesta de su parte. - Clarísimo mi general – dijo con enfado – ahora fuera que quiero dormir - y lo jóvenes luego de desearle las buenas noches se retiraron. Victoria observó el reloj, eran pasadas las 5 de la madrugada, se puso su pijama y se metió a la cama, a los minutos de durmió profundamente. Ya habían pasado más de dos semanas desde la llegada de Azucena y Milagros a la casa, estaban a dos días de Navidad. Victoria había evitado a las dos mujeres lo más que podía, se pasaba casi todo el día con sus amigos o con sus hermanos y si se las encontraba para cenar las ignoraba olímpicamente. Sin embargo ellas no perdían oportunidad para molestarla, buscando provocarla, pero ella contaba hasta 100 y se calmaba recordando el pedido de su hermano. La mañana del 23 de diciembre, un día caluroso, la familia se encontraba desayunando en el clima de siempre. - Tengo algo que anunciar familia – dijo Azucena poniéndose de pie, solo Lucas y Nico le prestaron atención, Victoria y los mellizos estaba mirando su perfil de f*******: en los celulares, ella al notarlo miró a Armando para que intercediera. - Niños – dijo llamando la atención de los jóvenes que miraron a Azucena impacientes, ella se quedó en silencio sintiéndose intimidad por esos tres pares de ojos claros. - Habla de una vez que no tenemos todo el día – dijo suave pero de mala manera Victoria, su padre la reprendió con la mirada. - Siempre tan educada tu – dijo conteniendo las ganas de moler a golpes a lo muchacha – como les decía, tengo algo que anunciarles – tomo aire, miró a Armando que le sonreía – dentro de unas horas llega mi hijo Damián – los chicos reprimieron insultos y bufidos por respeto a Armando – va a pasar las fiestas con nosotros y quizás se quede a vivir aquí y organice un almuerzo para recibirlo – dijo emocionada. - Genial – dijo Victoria molesta - otro parasito – Azucena abrió la boca indignada, pero fue Armando el que la reprocho. - Victoria estoy cansado de tu actitud – se lo notaba molesto – discúlpate. - Sabes que no voy a hacerlo así que deja de insistir – dijo la niña calmadamente. - Me agotas la paciencia Victoria – se notaba que el malestar crecía ante la impertinencia de su hija. - Ese es tu problema no el mío – respondió altanera y se puso pie. - ¿A dónde vas? – dijo el hombre golpeando la mesa, haciendo que los demás se sobresaltaran. - Tengo cosas que hacer ya te dije – respondió sin voltearse. - Vuelve aquí de inmediato – Armando le hablaba con un tono que jamás había usado con ella, el enojo era muy notable, Victoria regresó, se apoyó en el marco de la puerta y lo miró desafiante, ella había heredado los ojos de su padre, azules y penetrantes, era muy difícil sostenerles la mirada a ambos y cuando se molestaban emanaba tanta frialdad de ellos que parecía que iban a congelar todo a su alrededor. - Vuelve aquí de inmediato – Armando le hablaba con un tono que jamás había usado con ella, el enojo era muy notable, Victoria regresó, se apoyó en el marco de la puerta y lo miró desafiante, ella había heredado los ojos de su padre, azules y penetrantes, era muy difícil sostenerles la mirada a ambos y cuando se molestaban emanaba tanta frialdad de ellos que parecía que iban a congelar todo a su alrededor. - ¿Qué quieres? – preguntó. - Que te disculpes. - Eso no va a pasar así que deja de perder el tiempo tú y hacerme perder el mío. - No voy a seguir tolerando esto. - Bien – dijo la chica agitando los brazos – méteme pupila en algún colegio lejos, así no tienes que aguantarme más, yo sé que desde que nací que quieres deshacerte de mí, así que hazlo ¿Qué esperas? – Lucas se puso de pie y se acercó a su hermana, quiso tomarla del hombro para calmarla – Déjame – le ordenó. - ¡Cálmate Victoria estás hablando incoherencias! – dijo Lucas en un tono conciliador, pero ella no lo escuchó. - Es verdad – dijo sin gritar – él hubiera preferido que yo sea un hombre o que no hubiera nacido nunca, toda la vida me ignoró, cualquier persona que entra a esta casa es más importante que yo – ahora le hablaba a Armando – pones a cualquiera por encima de tu propia hija – suspiro – tu única hija – Armando sintió como si le clavaran una daga en el corazón, Victoria salió corriendo hacia su habitación. Lucas la siguió, pero no consiguió que le abriera la puerta. Los demás se quedaron en silencio en el comedor, Armando estaba cabizbajo, Azucena se relamía porque había conseguido poner a su novio en contra de su hija y al revés, ella odiaba a Victoria y quería sacársela de encima. Nico se aproximó a su padrastro y le sujetó el hombro en señal de apoyo, ellos dos siempre habían congeniado de maravilla, igual que Lucas, tenían una relación muy estrecha, de padre e hijos, a pesar de que no eran sus hijos y como los muchachos habían madurado antes para cuidar a sus hermanos más pequeños, se habían convertido en hombres hechos a su temprana edad y admiraban y querían mucho a Armando, igual que el a ellos. Los mellizos también lo querían, pero ellos habían pasado casi toda su vida con el hombre y vivían como dos adolescentes malcriados e inmaduros, pero sin meterse en demasiados problemas. La más rebelde de los cinco era Victoria, la niña de la casa, la reina según ellos decían, sus cuatro hermanos vivían para ella y su padre también, solo que él era frío y parecía distante, pero todos sabían que Victoria era su razón de ser, la luz de sus ojos. Armando constantemente se reprochaba el no ser un padre más presente en la vida de sus hijos, pero no lo creyó necesario. Lucas y Nicolás eran

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