Genesis

2104 Words
Genesis: «Origen o principio de algo» Quiero esto, lo necesito y no voy a dejar que Sebastian me lo quite. – De verdad espero que me apoyes … que seas el hombre comprensivo que me gustaría –. Su ceja se eleva levemente, la mirada déspota clavada demostrando que no tengo a un esposo frente a mí, sino a un implacable hombre de negocios el cual cree que le están queriendo quitar algo que es suyo –. Pero si no puedes hacerlo, si no puedes ser ese hombre, eso no va a detenerme tampoco – advierto colocándome frente a él, dejando en claro que no hay nada que pueda evitar que esto pase, voy a ir a ese lugar, le guste o no. – Bueno –. Sus manos cerradas en puño se abren, y ese gesto lejos de sosegarme, solo hace que me preocupe más –. Ya que has tomado tu decisión, espero que entiendas que también tomaré la mía –. No aparta sus ojos de los míos, el corazón me late, las manos me sudan, pero no bajo la mirada. – Es tu derecho – me mantengo firme mientras él solo aguarda verme flaquear, o pedirle que piense las cosas, o preguntar al menos a qué se refiere como normalmente lo haría, pero no esta vez. Sebastian simplemente se da la vuelta, la brisa que su cuerpo crea al girarse con brusquedad hace que las hebras de cabello sueltas de mi moño se muevan, mientras solo lo veo abandonar el comedor. Solo entonces respiro, y comprendo que llevo largos segundos sin hacerlo. Las palmas chocándose unas contras otras irrumpen acabando con el silencio –. ¡Ya era hora! –. Ange entra, porque claro, la mocosa nunca se fue –. Estoy muy orgullosa –. El labio se le desborda en un puchero demasiado consentido mientras se aferra a mi cintura envolviéndome en un fuerte abrazo. – No sé qué estoy haciendo – murmuro de la forma más honesta que le puedo ofrecer a mi pequeña hermana. – Lo que realmente quieres – es su respuesta mientras sus ojos buscan los míos clavándose con fuerza, mostrando en ellos un reflejo que se siente demasiado ajeno, de una versión de mí que creí que ya no estaba. – Hoy voy a trabajar –. Sonrío con algo de histeria y nerviosísimo mientras ella se aleja dejándome respirar –. Voy a hacerlo – repito por si no es suficiente –. ¡Carajo! Estoy asustada, demasiado, pero el cosquilleo en mi abdomen dice que no es solo miedo, hay mucho más ... _______ … _______ Trabajo, voy a trabajar, seré nuevamente una trabajadora –. Sonrío frente al espejo mientras veo la hora que se me viene encima, mi nuevo horario se encuentra establecido, y a pesar del grito por los cielos de mi madre y la celebración excesiva de mi padre, hoy comienzo a trabajar. Hablar con Sebastian ha sido lo más difícil, pero aquí estoy. – No pensaras ir así –. Ange se asoma por la puerta señalando mi pantalón holgado y mi camisa de mangas largas. – ¿Qué tiene? – Me observo en el espejo y nada está mal, no que yo crea. – Pareces una anciana, ya mejor jubílate – se burla y solo me queda voltearle los ojos como tanto le gusta hacerme. – Es … elegante – me defiendo. – Es aburrido – corrige –. Es una declaración inminente de que no has tenido buen sexo en una larga temporada. Me volteo de golpe enfrentando su mirada en directo y el tartamudeo me dificulta el habla –. No puedes decir esas cosas –. Ella no conoce lo que es un filtro cerebro boca, mucho menos respeto, eso está claro. – ¿A caso miento? –. Su mirada descarada me acusa, retándome a que me atreva a desmentir sus palabras que hurgan en mi intimidad haciendo que mis mejillas ardan de inmediato –. ¿Cuándo fue la última vez que gemiste, o solo te viniste? – continúa mientras a mi la ola de calor me invade. – ¡Ange! – intento remprenderla, pero siendo honesta, y aunque no pienso decirlo en voz alta, es cierto, por lo que me limito a darle la espalda volviendo a verme en el espejo. – Vamos Rossi – la suplica cobra tonos más conciliadores –. Disfruta esto… – suplica. Y no puedo negarme, no con sus ojos entusiasmados, o su puchero, ese jodido puchero siempre puede conmigo. – Solo di qué tienes en mente –. Termino con esto porque no saldré de aquí con esta ropa puesta, ella ya lo ha decidido. – Tengo una idea – confiesa. – Tengo miedo – admito. – Dramática – murmura tomando mi brazo mientras soy arrastrada sin poner resistencia hasta llegar a su habitación, en la cual sobre la cama se encuentra una amplia selección de conjuntos que la mocosa ya tenía previamente preparados. – ¿Casualidad? – cuestiono, que se note el sarcasmo. Es obvio que todo estaba planeado para terminar justo aquí. – Presentía que necesitarías que te rescatara de tu armario viejo y señorial –. Barre el aire con las manos mostrando sus flamantes uñas demasiado puntiagudas de un tono rojo demasiado alarmante para mi gusto. Somos hermanas, pero las dos tenemos gustos demasiados diferentes, y justo ahora eso me está preocupando. – Ange – le advierto comenzando a notar los escotes excesivos y las faldas insinuantes –. Hay escaleras –. Señalo las faldas. – Vas a sudar, necesitaras aire entre las piernas –. La miro mal y la sonrisa se le desaparece –. Bien –. accede viendo mi mirada amenazante –. Nada de faldas – acepta y me tomo un respiro de puro agradecimiento. – Tampoco escotes reveladores – dejo en claro. – ¡ABURRIDA! – finge una toz que no opaca nada sus palabras. Tan solo dejo escapar el aire –. Vamos al punto – pido y solo avanza comenzando a apartar las malas opciones, que son la mayoría, quedando cuatro conjuntos que medianamente concuerdan con las expectativas de ambas. – Este es lindo –. Levanta unas medias de cocuero n***o. – Demasiado –. Comenzaré la noche como moza, no pienso aparecer ante personas de familia con ropa de prostituta barata. Aunque me reservo el criterio para mí antes de que comience una discusión por ello –. Esta luce bien –. Elevo otras medias más simples, la tela es elástica y parece calentita, cada vez hay más frío en esta ciudad. – No está mal, pero necesitas una blusa a juego –. Me muestra una y simplemente me parece perfecta. Luce moderna, no tan reveladora a pesar de la pequeña uve que marca en el pecho, no es muy indiscreta –. Creo que sí – asiento, Ange la lanza y la tomo antes de que caiga. – Creo que ya tienes el conjunto –. Celebra con pequeños saltitos, creo que más emocionada que yo. – Tengo que irme o llegaré tarde –. Me acerco dejando un beso en su frete. – Bien, solo recuerda relajarte –. Sonrío asintiendo, es increíble como el tiempo pasa, y quién me diría que mi pequeña hermana estaría dándome consejos. Me apresuro a vestirme, me pruebo el conjunto y se siente cómodo, puedo moverme y no es nada excesivo, tomo la chaqueta y un bolso pequeño en donde hecho mis cosas. Me apresuro a salir del apartamento, una de las ventajas de tener ascensor privado es que no se detiene en ningún piso. Me toma nada llegar al recibidor en donde un señor mayor detiene la puerta para mí. – Gracia –. Paso por su lado saliendo a la calle. Observo la parada justo en la acera de enfrente, siendo honesta, alguien que trabaja en un lugar como ese nunca tendría uno de los autos de la cochera, aún menos un chofer, y hace tantos años que no monto en un transporte público que creo que es lo mejor para continuar con la experiencia. Hoy todo es nuevo, así que nada de taxis. Cruzo la calle y el bondi de inmediato se detiene, el 62, justo me dejaría a una calle del local. Me subo de inmediato y aunque no está demasiado lleno, me cuesta pasar un poco la tarjeta gracias a las personas que no avanzan quedándose en el inicio. Creo que esto de venir en bus no fue tan buena idea después de todo. El frenazo del chofer casi me lanza contra el suelo y por nada termina costándome una dentadura nueva mientras me aferro a lo que puedo para que no me tire al acelerar cuando la luz del semáforo se pone en verde. – ¿Por qué mierda no vine en auto? – murmuro procurando no dejar tirada hasta la dignidad en uno de los frenazos –. Perdón –. Miro al señor junto a mí el cual amortigua mis intentos fallidos por no irme hacia un lado y para el bien de él y mío me queda menos de una calle para que sea mi parada. La puerta se abre y agradezco a los dioses por ello –. No estaba lista para esto –. Avanzo la calle que falta y de inmediato el gran letrero se observa. El Atrevido, miro la puerta de cristal y sobre ella el letrero de cerrado. Paso y varias miradas me observan. – ¿Te ayudo en algo? –. La sonrisa apretada delata su cara de: ¿qué quiere esta idiota que no sabe leer? – Soy la nueva, supongo que … – Por supuesto –. Su expresión pasa de una de fastidio a una más relajada –. Camila –. Extiende la mano. – Ross –. Le correspondo mientras varios se van acercando para saludar, de cuyos nombres ya me voy olvidando apenas lo mencionan. – Cuidado – me avisa y me hago a un lado mientras comienzan los distribuidores a pasar con la mercancía del local y si no me muevo me llevan puesta –. Ven –. Camila me señala el lugar detrás de la escalera que lleva a la tercera planta del lugar, porque claro, el baile se encuentra en el sótano –. Tienes experiencia me dijeron. – Sí, hace un tiempo que estoy fuera, pero recuerdo cómo se hace –. Intento no mentir demasiado, con los años que llevo sin trabajar se darían cuanta, así que para qué hacerme una pelota. Lo mejor para los trabajos de campo es mezclar un poco de la verdad con la mentira, hace que no sospechen y menos cosas para recordar y que no te atrapen. Son pocas las empresas adquisitivas que hacen trabajo de campo como nosotros, por lo que no es muy usual que coloquen antes de cerrar el trato a personal que conozcan, usualmente es luego, por lo que no me preocupo mucho. En estos lugares es normal el personal nuevo. Tomo la muletilla y comienzo a vestir las mesas. Individuales, cubiertos, platos. Camila me ayuda con todo, siendo una de las mozas más antiguas prácticamente se encarga de dirigir a los chicos. Observo todo mientras ellos hacen algunas preguntas, procuro no ser muy evasiva mientras termino y Camila avisa que en un minuto abrimos puertas, pero mientras todo eso pasa yo busco algo más. Un par de brazos tatuados con una coctelera en tinta negra, pero nadie tiene algo como eso. Que esa clase de pensamientos pasen por mi cabeza demás está decir que son totalmente fuera de lugar. – Concéntrate – me recuerdo a nada de pegarme por estar pensando en idioteces. – ¿Decías algo? – Camila me observa y niego. – No –. No soy más idiota porque no puedo –. Solo estoy algo nervios – me justifico lo mejor que puedo y no es que sea menos cierto, hace mucho no hago esto, demasiado tiempo. – Tranquila, aquí lo duro es la noche –. Me observa, sus ojos cafés resaltan contrarrestando muy bien con su piel, a pesar de tener una mirada penetrante y una actitud que anuncia control, parece ser alguien agradable –. Más tarde llegará el personal y los conocerás –. Justo así confirma mis sospechas, hay más, y entre ellos, seguro está él … Hay un pequeño latido de emoción que siento y no me conviene, pero persiste mientras observo la puerta y miro el reloj.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD