Transcurrieron varios días, en ese pequeño lapso de tiempo, Violet se encontró varias veces con Gael en la biblioteca, ya que, sin tener que decírselo, siempre acordaban el verse allí cada vez que sus horarios se lo permitían. Otras veces, lograron toparse en los pasillos y se quedaban conversando.
Había nacido entre ellos el pasatiempo de observar a las personas, sobre todo por Gael, que encontró exótico el que ella lograra saber tanto de las personas con solo verlas de lejos. Cuando se sentaban en una banca o en la biblioteca, le preguntaba por X persona.
—¿Crees que esas dos personas se conocen? —Llegó a preguntarle una tarde en la cafetería, al ver a dos chicas sentadas en una banca, cada una en un extremo.
—Sí, se conocen —respondió ella.
—¿Y por qué? Están sentadas con mucha distancia —alegó.
—Mira la inclinación de sus piernas, se buscan, están conectadas por un vínculo —percató Violet.
En ese momento, una de las chicas volteó a ver a la otra y le comunicó algo, entonces, la otra mujer soltó una carcajada.
Gael se sorprendió tanto que abrió su boca de la impresión. Fue desde allí que cada vez que se quedaban a conversar, entraban en ese juego de preguntas.
Para el jueves, Gael ayudó en la biblioteca a Violet con un trabajo de razonamiento matemático. Él también era bueno para darse cuenta cuándo ella estaba en aprietos y logró ver que no sabía resolver bien las ecuaciones matemáticas y se ofreció para darle lecciones, a cambio, la joven debía ayudarle con algunas correcciones a un ensayo que debía entregar, porque también notó que ella era buena dando críticas y corrigiendo textos.
Era sorprendente ver que Gael, siendo de un semestre tan avanzado, cometía ciertas faltas ortográficas que a ella le parecían muy evidentes.
—No se me da tan bien el leer, es por eso que carezco de léxico y cometo redundancias —explicó Gael—. Los ensayos son mis dolores de cabeza.
Era extraño, porque Gael no le contaba mucho sobre su vida. A veces sí logró verlo con algunos compañeros, también una vez lo acompañó a la salida de la biblioteca hasta las canchas porque le quedaba de paso hacia una de sus clases y así era que lograba saber ciertas cosas sobre él: pero del resto, no sabía mucho.
No sabía las cosas que realmente le importaban y de las cuales querían saber Mariana y Teresa, estas eran: ¿tiene novia?, ¿le gustan las relaciones serias?, ¿qué tipo de chicas le atraen?, si está soltero, ¿hace cuándo lo está?
Sobre todo, Teresa quería saber esas cosas, le decía que perdía tiempo limitándose a ser su editora de textos.
—Te está comenzando a ver como una simple amiga —le explicaba—. Debes seguir avanzando, ¿o quieres reducirte a que te vea como una hermanita pequeña o la amiga con la que queda en la biblioteca?
—No…
—¿Entonces? Debes volver a tomar la iniciativa como esa primera vez. Dile que queden para verse en la noche.
—¿Por qué en la noche? —le preguntó.
—Pues porque las citas interesantes pasan en la noche —alegó Teresa con tono obvio.
Entonces, el jueves, cuando Gael le explicaba y ayudaba con razonamiento matemático, Violet le pareció que entre ellos había nacido una intimidad dotada de una confianza que le fascinaba y sintió que realmente Gael sentía una atracción por ella.
Lo sorprendió varias veces observándola fijamente y le sonreía. A veces sus codos se encontraban y se rozaban, creando esos contactos físicos que la electrizaban. De hecho, cuando le pidió a la joven que realizara un ejercicio, sus manos se tocaron y se observaron fijamente por un instante.
El corazón de Violet estuvo a punto de salírsele del pecho y estaba segura que estaba toda sonrojada.
Y entonces, mientras realizaba el ejercicio, Gael acarició su cabello, hundiendo las yemas de sus dedos en su cuero cabelludo.
Ella se hacía la que no le interesara que él estuviera acariciándola y observándola fijamente. Pero por dentro estaba gritando de la emoción: ¿qué más señales necesitaba? Era evidente que sí estaba naciendo algo entre ellos dos.
Si las matemáticas venían acompañadas de un cariñoso y sexi Gael, quería estudiarla todos los días.
Cuando estaban finalizando y Gael la ayudaba a pasar en limpio las últimas ecuaciones matemáticas, Violet vio que su tormento andante se acercaba a ella.
Gabriel la había visto y estaba a un metro de distancia de su mesa, acercándose con una sonrisa amigable.
—Vio, hola —saludó como si fueran amigos de toda la vida.
Seguramente el rostro de la joven se tornó pálido, porque Gael la observó con detenimiento y después volteó a ver al muchacho.
—Ho-hola… —respondió ella y pasó saliva.
—¿Qué tal, Gael? —saludó al muchacho.
—Qué hay, Lorenzo —saludó Gael.
—Imbécil, deja de llamarme así —gruñó Gabriel.
Gael soltó una ligera sonrisa y Gabriel se sentó frente a ellos, autoinvitándose a la tarde de repaso.
Violet no sabía qué rayos estaba pasando, pero detestaba que Don Genio estuviera interrumpiendo su tarde romántica.
—¿Estás haciendo el taller de razonamiento? —Gabriel clavó la mirada en los papeles—. Es bueno que repases, no te va nada bien con esos ejercicios.
Ahora el rostro de Violet se enrojeció por completo y sentía que comenzaba a temblar por la impotencia acumulada.
—No, pero ella ha aprendido bastante bien —explicó Gael y volvió a acariciar el cabello de la chica, pero, por alguna razón, a Violet le incomodó porque Gabriel estaba presente.
De hecho, el joven los estaba observando como si tuviera en frente un espécimen raro que veía por primera vez en la vida.
—Ah… qué bien… —aprobó Gabriel.
Violet estaba segura que Gabriel tenía un tic nervioso en uno de sus ojos en ese momento, lo que suponía que no lograba aceptar lo que sus ojos estaban viendo en ese momento.
Gael volvió a terminar de pasar en limpio las ecuaciones y Violet se concentró en comenzar a recoger lápices, borrador y demás cosas de la mesa.
—Mañana nos entregan los resultados del examen —comentó Gabriel a Violet.
¿Por qué ponía tanto empeño por entablar conversación con ella? Le parecía molesto.
—Sí… —masculló.
—¿Tienes pareja para el siguiente taller? Ya sabes, el final.
Violet dejó de recoger sus cosas y tomó una cartuchera rosada, abrió la corredera de esta. Su mentón temblaba al imaginarse lo que iba a preguntar Gabriel.
—¿Lo hacemos juntos?
Violet iba a responder, pero Gael se le adelantó.
—Oye, es buena idea —soltó, volteó a ver a Violet—. Te ayudará muchísimo.
Si no fuera por la enorme sonrisa que puso Gael en su rostro, la joven habría rechazado la propuesta.
—Pero… no quiero incomodar —musitó Violet.
—Ay, claro que no es ninguna molestia —aclaró Gabriel y ensanchó una sonrisa de satisfacción en su cara.
—Gabriel es el puto amo de las matemáticas —presumió Gael—. En el colegio los profesores no dejaban de alabarlo y bla, bla, bla… —Emely dejó de prestarle atención al minuto.
Se dio cuenta que había perdido su tarde romántica por culpa de Gabriel. Que ahora todo giraría en torno a los muchos logros que había logrado el chico genio.
De cierta forma le entristeció que Gael y Gabriel se conocieran desde niños y que se llevaran tan bien, porque ahora debía soportar que solo hablaran entre ellos.
Violet recogió sus cosas y al final le quitó sus papeles a Gael, para terminar de pasar en limpio el taller que debía entregar al día siguiente. Mientras, ellos hablaban sobre un partido de fútbol que jugarían en la noche y, para desgracia de Violet, quedaron de irse juntos a las canchas al salir de la biblioteca.
Esto fue como un balde de agua fría para la joven, porque se suponía que, al finalizarse las clases extracurriculares, le preguntaría a Gael si podrían quedar para una cita.
Comenzaba a odiar a Gabriel, realmente comenzaba a odiarlo.
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Violet caminaba unos centímetros más adelante que los chicos, apretujando en su pecho los papeles y sus libros de apuntes, junto a la cartuchera. Podía escuchar que hablaban de fútbol y sobre una tal Susana. ¿Quién era Susana?
—No me pidas que le diga eso, sabes que me va a matar —comentaba Gabriel.
Parecía ser alguien cercano a Gabriel, tal vez alguien con quien intentaba tener algo. Así que le restó importancia y apresuró el paso para poder regresar a su habitación.
Decidió detenerse a medio pasillo y volteó a ver a los jóvenes. Ellos también se detuvieron y la observaron fijamente en silencio.
—Bueno… debo volver a mi habitación —les comentó.
—Ah… bueno —aceptó Gael—. Nos vemos después.
—Nos vemos mañana —se despidió Gabriel con una sonrisa un tanto alegre.
Ella inspiró hondo y después enrojeció del enojo, pero intentó disimularlo y se marchó.
Ellos la vieron alejarse y después cruzaron en una esquina para poder dirigirse a las canchas.
—Parece que intimidas a Violet —supuso Gael—. Un poco más y creo que gusta de ti.
Gabriel soltó una pequeña carcajada.
—No, ella es así por naturaleza —soltó y sacudió la cabeza.
—Claro que no… —replicó Gael—, ella no es así, para nada. La conozco bien y solo la he visto comportarse así contigo. Mira que prácticamente escapó de nosotros.
Gabriel quedó un tanto pensativo antes de hablar.
—¿Son muy amigos?
—Pues no tanto, apenas nos llevamos un tiempo conociendo y hace unos días nos tomamos confianza, ella me ayuda con algunos ensayos y yo con razonamiento; le va realmente mal.
—Sí, lo sé, el examen lo respondió a la suerte, tuve que revisar todo para que no reprobáramos.
Gael soltó una carcajada.
—Ella es tan tierna… —confesó.
Gabriel lo observó con detenimiento.
—¿Te gusta?
Gael dejó de reírse y lo observó por un momento.
—¿Qué? No… claro que no…
—Ella no es fea.
—No, no lo es, al contrario, tiene un rostro muy bonito. —Cruzaron por una esquina y comenzaron a caminar por un espacio abierto de césped—. Me atrae su personalidad, es tierna y me recuerda a mi hermana menor. Me hace sentir que debo protegerla, ¿sabes? Ella inspira eso, además que es muy inteligente; no para las matemáticas, pero sí para otras cosas.
Gabriel entornó su mirada y Gael supuso que debía explicarlo.
—Es buena para todo lo referente a psicología. —Gael movía sus manos en el aire para abarcar cierto espacio al explicar—. Es una genia para darse cuenta cuando estás mintiendo y esas cosas solo con ver tu expresión corporal. La hace ver rara eso, pero es genial.
—Entonces solo la ves como una amiga —repuso Gabriel.
Gael subió sus hombros con indiferencia.
—O como mi segunda hermana menor.
Gabriel sumergió las manos en los bolsillos de su pantalón y aguardó en silencio, hasta que se alentó a confesarlo.
—Me gusta Violet.
Gael abrió los ojos con impresión.
—Pero es casi una niña, ¿cómo puede gustarte?
—No lo sé, solo me gusta. —Subió los hombros—. Me llamó mucho la atención desde que la conocí. ¿Sabes? Siempre se sienta sola en clase y casi no habla con nadie. Eso fue lo primero que me llamó la atención, me preguntaba cómo alguien como ella puede sentirse tan cómoda sin hablar con los que la rodean. Pero, cuando decidí acercarme a ella, me di cuenta que realmente es desinterés: si vieras cómo me ignora en clase.
Gael comenzó a partirse de risa por lo que contaba su amigo.
—Hablo en serio, Gael. Es como si yo le diera igual y siento que es como un reto el acercarme a ella.
—Ya, entonces quieres que yo te ayude —repuso Gael.
—Pues veo que se llevan muy bien. Por un momento creí que ustedes tenían algo.
Gael volvió a carcajear de forma burlona.
—Claro que no… ya te dije que no sería capaz. Yo… comencé a hablar con ella hace ya… creo que casi un mes, la empecé a molestar en la biblioteca y terminamos haciéndonos amigos. Ella estaba necesitando que alguien la ayudara con las cosas de la universidad, ¿puedes creer que no era capaz de sacar el carnet en la biblioteca? Me dio tanto pesar y decidí ayudarla. A veces siento que ella no tiene a nadie. —Soltó un suspiro y tornó su mirada seria—. En serio, siento que ella se parece mucho a mi hermanita y eso me rompe el corazón.
—¿Entonces intentas hacer una obra de caridad con Violet? —Gabriel sintió un poco de enojo por cómo su amigo veía a Violet.
—Ay, no, lo haces sonar feo. Solo quiero ayudarla. —Subió los hombros—. Me parece que necesita adaptarse. Algo me dice que yo soy el único amigo que tiene en la universidad y mira que tú me lo acabas de confirmar: ella no habla con nadie. A ese ritmo va a dejar la universidad. Por eso te digo, me recuerda mucho a mi hermanita, ¿te acuerdas que ella lloraba porque no le gustaba ir al colegio?
—Pero eso era porque a ella la molestaban sus compañeras de clase.
—¿Y si a Violet también la molestaban en el colegio y viene con un trauma? —preguntó Gael.
Los chicos entraron al área de canchas y se dirigieron a una de fútbol rodeada por dos gradas altas.
Se acercaron a unos casilleros y Gabriel abrió uno, para sacar una tula negra y un uniforme de fútbol.
—Violet no se ve como ese tipo de chica que fue acosada —comentó—. Es tímida, nada más.
—Yo soy el que la conoce más, créeme, a veces hace cosas raras —arguyó Gael—. Por eso me sorprende que te guste.
—La estás haciendo ver como una chica rara.
—Lo es, en cierto aspecto, lo es. Tiene muchas cosas que hace mi hermana. Además, es muy inocente, en serio, es increíble su nivel de inocencia.
Gabriel tomó la tula y el uniforme. Un grupo de chicos se acercó a ellos y los saludó de forma rápida, para después adentrarse a la cancha de fútbol.
—Violet no es tu hermana, Gael —espetó Gabriel y se alejó del joven.