Sangre…la sangre marcaba el empiece de aquel oscuro día en el que se celebraría la boda entre una inocente y su verdugo, y como no podía ser diferente empezó con el peor de los presagios provocando el odio de la mayor enemiga que Ava Hoffman llegaría a conocer en su vida.
Los labios de Vera Braun temblaban, su mano agarraba con fuerza el borde del camisón empapado en la sangre que ella podía sentir como bajaba por sus muslos y también veía las gotas cayendo sobre el pequeño charco de color rojo que se forma en suelo del baño entre sus piernas. Otro bebé, el cuarto que perdía desde que había empezado su relación con Derek, otro que su cuerpo no había sido capaz llevar.
Junto con las lágrimas que mojaban su rostro iba la ira que se mezclaba con la sangre que había en pulcro suelo blanco.
Vera había estado segura de que aquel bebé si llegaría a nacer, que finalmente le daría un hijo a Derek y le devolvería la familia que le habían arrebatado, pero no fue así y pensaba que aquel aborto en especial había sido causado por todo el estrés de la boda de su hombre con otra mujer…aquella mujer, la mestiza que ella tanto odiaba. Para Vera, Ava era la culpable de la pérdida de su bebé y su único consuelo era saber que faltaban apenas unas horas para tenerla en sus manos y junto con Derek la destruirían.
Aunque lo que más le preocupaba a Vera era el hecho de que en la noche anterior Derek se había presentado en la Mansión buscando sexo, era lo que siempre buscaba para sacar su estrés y liberar sus demonios, pero lo que más la preocupaba era que desde que había empezado su relación con Ava esa necesidad también había aumentado.
Derek la había embestido con fiereza, hundiéndose dentro de ella como una bestia. Era algo habitual, aquella era su forma de buscar placer, pero en las últimas noches ella lo veía cerrar los ojos empujándose dentro de su sexo como si estuviera buscando algo en su interior. Parecía necesitar a otra persona.
Vera estaba segura de su poder sobre Derek, que solo en ella encontraba el refugio que necesitaba para ser él mismo, solo ella lo amaba sin limites y todas sus versiones, pero en unas horas otra mujer entraría en su vida y no estaba dispuesta a perder terreno, Ava sería su esposa ante todos, pero para Vera, Derek tenía apenas una mujer y esa era ella.
–¡Vera, tengo que marcharme! –Anunció Derek tocando la puerta. –Debes estar en la iglesia no lo olvides y me da igual si te apetece o no ir a la maldita boda, es tu obligación estar a mi lado hoy. –Habló con impaciencia abotonándose la camisa y al ver que no contestaba volvió a llamarla. –¡¿VERA?!
–Lo sé Derek, estaré en la iglesia, apoyándote como siempre lo he hecho incondicionalmente. –Murmuró y Derek tuvo que pegar el oído en la puerta para escucharla.
–¿Estás segura de que te encuentras bien? –Preguntó girando los ojos, porque ya estaba cansado de sus dramas y solo la soportaba porque era la única mujer que se había entregado totalmente a él y Derek valoraba mucho la fidelidad.
–Perfectamente y estaré mucho mejor cuando me regales la cabeza de esa perra. –Escupió mirando las yemas de sus dedos manchadas de sangre.
–La tendrás en una bandeja de oro, es una promesa. –Contestó Derek y después se marchó dejando a su amante sola con sus deseos de venganza, una que empezó horas más tarde en la Catedral de Cristo Rey en Atlanta.
Derek por supuesto fue el primero entrar en la iglesia, caminando por el largo pasillo, hermosamente decorado. Él caminaba con pasos firmes y seguros, vestido con un carísimo traje n***o. Entró solo, no tenía una madre o una tía que lo acompañara hasta el altar y había rechazado amablemente la oferta de Alice que se había ofrecido a acompañarlo. No pensaba darle el brazo a aquella negr* que tanto odiaba. A su lado solo había una persona, su sombra, su mano derecha y la única persona que estaba dispuesto sacrificarse por él, Reich que lo seguía de cerca. No se podía negar que parecían dioses entrando en la casa del Señor o demonios dispuesto a enfrentarse a su ira.
Ava estaba arrodillada delante del sacerdote mirando alrededor las rosas rojas que la rodeaban, decorando toda la iglesia. La chica tenía la sensación de que toda la catedral parecía estar bañada en sangre.
El lugar estaba lleno de personas. Toda su familia estaba presente y también sus amigos más cercanos…pero todo se sentía tan frío y lúgubre. A pesar de la hermosa decoración que Derek había ordenado preparar para la ceremonia, Ava tenía la sensación de estar en un funeral. De hecho, lo estaba porque a partir de aquel día empezaría a morir en vida, poco a poco en manos del hombre con el que siempre había soñado.
Ava lo miró a los ojos y Derek giró la cabeza muy despacio para verla. La chica se dio cuenta de que no había ninguna expresión en su rostro. Su prometido parecía estar vacío por dentro y cuando ella agarró su mano suavemente, la sintió tan fría que un escalofrío recorrió su cuerpo.
Derek Anderson tenía la belleza de un ángel, pero el alma de un demonio. Solo había oscuridad en él y Ava estaba a punto de sumergirse en ella. Aquel “Sí, acepto” en el altar, que ella pronunció con tanto amor, fue un salto al pozo oscuro que era la vida de Derek y que ella estaba muy cerca de descubrir.
La ceremonia había pasado extremadamente rápido y la fiesta mucho más. Las felicitaciones, la mirada de personas que criticaban en silencio, el hermoso baile de la novia con su padre y hasta el extraño momento en el que Derek se había negado a bailar con ella, utilizando la excusa de que estaba cansado, todo había sido tan fugaz que pareció un sueño.
–Es hora de irnos. –Murmuró Derek en el oído de su esposa y Ava asintió sin protestar. Ella también estaba cansada.
No quería decirlo en voz alta, pero a pesar de los lujos que los rodeaban aquel día, aquella no había sido la boda de sus sueños, pero estaba segura de que su vida de casada al lado de Derek sí lo sería.
–Está bien mi amor, como quieras. La verdad es que estoy muy cansada y deseando estar a solas contigo. –Contestó Ava mirándolo con expectación y Derek apartó la vista de ella, evitando aquel brillo de deseo que había en su mirada.
Los novios se despidieron de los invitados y de la familia Hoffman, que estaban emocionados de ver como su hija pequeña se marchaba a empezar una nueva vida al lado de su marido.
Cuando Ava se despidió de su cuñada y de su hermano mellizo este la agarró del brazo con cariño para mirarla directamente a los ojos.
–Solo quiero que encuentres la felicidad bombón porque eres una de las personas más especiales que tengo y no quiero perderte, nunca lo olvides. –Habló Sasha Hoffman con la voz entrecortada, sintiendo una inexplicable angustia en su pecho. –Pase lo que pase siempre estaré aquí para ti y no dudes en llamarme si necesitas ayuda. –Aseguró y Ava agarró sus manos con cariño dejando un beso en ellas.
–Nada en este mundo será capaz de romper nuestra conexión mi greñudo favorito, y puedes estar tranquilo porque yo también he encontrado la felicidad y no podría estar más segura que al lado de Derek. –Contestó Ava y Sasha abrazó a su hermana dejando un beso en su cabeza, viendo como Derek la esperaba al lado del auto que los llevarían a su nuevo hogar, a una de sus mansiones en Atlanta.
Cuando Ava caminó hasta el auto Derek la recibió con una hermosa sonrisa, entonces ella volvió a girarse para ver a su familia. Se despidió de ellos lanzando un beso en el aire y después se montó en el auto con su marido.
La Mansión estaba a las afueras y durante todo el camino Derek estuvo callado. Ava intentaba iniciar alguna conversación hablando sobre cosas triviales, pero era como si no la pudiera escuchar. Estaba sumergido en un completo silencio y no pronunciaba ni una sola palabra, ni siquiera reaccionaba cuando ella lo abrazaba.
Cuando Ava llegó a la Mansión pensó que era muy bonita, lujosa y moderna. Había mucho de la personalidad de Derek en la decoración del lugar, pero lo que más llamó su atención es que todo estaba a oscuras y eso no le gustaba. Entonces se acercó a un interruptor para encender las luces, pero Derek agarró su mano con brusquedad.
–Solo quiero encender las luces Derek, esto está muy oscuro. –Se explicó la chica y él la miró con reproche.
–No quiero que lo hagas, solo tengo paz durante la noche porque me gusta la oscuridad. Así que no estropees ese momento para mí. –Demandó con un tono lleno de autoridad y ella lo miró asustada, pero asintió sin protestar, aunque aquello le parecía muy raro y pensó que era mejor centrar su atención en algo más importante.
–Bueno, ahora somos finalmente marido y mujer. –Habló lanzándose al cuello de Derek para abrazarlo y él la miró sin decir ni una sola palabra. –No sabes cuanto he ansiado este momento Derek. –Murmuró con un tono bajo acercándose a la boca de su marido y él la apartó.
–¡No! –Exclamó alejándose de ella y Ava sintió su corazón estrujarse.
–Derek, ¿qué ocurre? –Preguntó angustiada. –¿No quieres que te toque?
–No, no es eso. –Derek pasó la mano por su cabeza con exasperación intentando controlar sus ganas de agarrar la primera pistola y matarla allí mismo, pero no podía hacerlo y eso le estaba matando. – Porque no te vas a la habitación para prepararte. Todas tus cosas están esperando por ti. –¡OLGA! –Vociferó y de repente apareció una mujer vestida de n***o, con la tez tan blanca que parecía un alma en pena. –Ava esta es Olga, mi ama de llaves y la que se encargará de cuidarte y atenderte en todo lo que necesites.
–No soy una niña Derek, puedo cuidarme sola y Olga puede seguir con su trabajo sin tener que molestarse conmigo. –Sonrió Ava pensando que aquello era un exagero, ya que había crecido en un hogar con una familia adinerada, pero sus padres insistían en que ella y sus hermanos debían aprender a cuidarse de ellos mismos para ser más responsables. –Estoy segura de que Olga podrá ocupar su tiempo en otras cosas más importantes y no en cuidarme como si fuera un bebé cariño.
–¡Aquí se hace lo que yo diga y si digo que ella se encargará de ti, pues así será! –Escupió Derek y Ava se sobresaltó con la forma como le había contestado, le sorprendió porque Derek siempre había sido muy amable y cariñoso con ella. –¡Olga acompáñala hasta a la habitación y espero que hayas ordenado todo lo que han traído de la señora!
–Sí señor, está todo como a usted le gusta. –Aseguró la mujer y después inclinó la cabeza delante de Derek, lo que a Ava le pareció muy extraño, no entendía la necesidad de tanto protocolo.
Cuando la mujer se giró hacia la chica, Ava tuvo la breve sensación de que Olga la miraba con desprecio y hasta con asco.
–Derek porque mejor no me acompañas tú a la habitación, creo que los dos necesitamos descansar. –Pidió Ava sintiéndose incómoda en aquel lugar.
–Tengo asuntos que resolver en el despacho, ve tú primero e iré luego. –Ordenó y Ava frunció el ceño.
–Derek es nuestra noche de nupcias, ¿no estarás pensando en trabajar hoy y a estas horas? –Preguntó Ava desconcertada y Derek se acercó a ella con pasos firmes, tenía el semblante tan serio que hasta la asustó.
–Pensé que me había casado con una mujer hecha y derecha, no con una niña caprichosa. –Espetó Derek mirándola fijamente y Ava lo miró con incomprensión, no entendía porque su marido estaba tan a la defensiva con ella. –Solo te estoy pidiendo unos instantes para resolver algunos asuntos que he dejado pendiente y después iré a verte. –Derek señaló el pasillo que daba a las habitaciones y Ava asintió, sabía que casarse con un hombre exitoso tenía un precio y no podía quejarse después de casada.
Entonces cuando la chica se acercó a él para besarlo sin previo aviso, Derek se quedó estático sintiendo el roce de sus labios, pero al ver como Olga los miraba la apartó de él.
–¡Ve a la habitación Ava! –Pidió intentando ser lo más amable posible y ella se marchó siguiendo a Olga de cerca.
Derek la siguió con la mirada hasta perderla de vista en el largo pasillo y después se marchó de la casa. En la salida Reich estaba jugando con una pequeña navaja y cuando vio a su líder se puso prontamente en firmes.
–¡Señor! –Habló mirando al frente y Derek pasó por él en la dirección de su Ferrari, maldiciendo en voz baja.
–Relájate soldado, ahora no necesito tus servicios. –Cuando Derek decía eso Reich sabía que se refería a que necesitaba un amigo y lo miró extrañado al ver que pensaba marcharse de la propiedad.
–¿No piensas pasar la noche con tu futura esposa? –Indagó mirando hacia la entrada de la mansión y cuando se giró se encontró con la mirada furiosa de Derek.
–¡Por supuesto que no pienso pasar la noche con esa perra! –Gruñó molesto y Reich se llevó las manos a los bolsillos asintiendo, después Derek le dio la espalda. –¡Así que nos vamos ahora mismo, necesito buscar algo de distracción para esta noche de mierdv!
–Como quieras, pero hay cosas de las que no podrás escaparte si quieres seguir engañando a los Hoffman. –Lo advirtió su mano derecha y Derek se dio la vuelta para volver a mirarlo.
–¡Jamás la tocaré si es lo que quieres decir, sabes perfectamente que para nosotros no existe peor ofensa que meter la polla en un ser inferior! –Afirmó con vehemencia y Reich asintió, después se subieron los dos al Ferrari.
Reich se puso el cinturón de seguridad y giró la cabeza mirando a Derek para preguntarle algo importante.
–¿Estás seguro de que quieres dejarla sola en la casa esta noche? –Preguntó y Derek lo miró con el ceño fruncido. –Te lo digo porque Vera ha llegado en una de las camionetas unos minutos después de ti y no ha venido sola, tu prima Heidy está con ella. Ya sabes que esas dos juntas son un peligro. –Lo avisó poniendo los ojos en blanco.
Reich no tragaba a la amante de Derek, porque le parecía una víbora caprichosa, y este lo sabía muy bien por eso se rio con sorna.
–Mientras que no la maten, por mí pueden hacer con ella lo que se les pegue la gana. –Afirmó y después puso el auto en marcha, dejando a Ava sola y desprotegida en una casa donde estaba rodeada de personas que solo querían verla sufrir.