Paty Embarazada

1218 Words
Punto de vista de Manuel Me paré frente a Florida, mi corazón latía tan fuerte que estaba seguro de que ella podía oírlo. Sus ojos se clavaron en los míos, esos ojos que contenían una mezcla de fuerza y vulnerabilidad que me habían cautivado desde el momento en que nos conocimos. Respiré profundamente y mis dedos se entrelazaron nerviosamente mientras reunía el coraje para pronunciar las palabras que me habían estado atormentando. "Florida", comencé, mi voz era un susurro tembloroso, "hay algo que necesito decirte". Ella ladeó ligeramente la cabeza. Me aclaré la garganta y mis palmas se humedecieron por la ansiedad. "Se trata de Paty", confesé, el nombre me supo amargo en la lengua. "Ella está... está embarazada." Las cejas de Florida se fruncieron, un destello de confusión pasó por sus rasgos antes de que la comprensión se asentara. Vi como una tormenta de emociones cruzó por sus ojos: sorpresa, dolor y un atisbo de traición. No podía culparla por nada de eso. "¿Embarazada?" repitió, su voz era una mezcla de incredulidad y dolor. Asentí, mi mirada cayó al suelo mientras la vergüenza me invadía. "Sí. Sucedió en esos momentos en que las cosas se complicaban entre nosotros". El silencio de Florida era pesado, preñado de palabras y emociones no dichas. Cuando finalmente habló, su voz apenas era más que un susurro. "¿Y estás seguro de que es tuyo?" Me encontré con su mirada, la culpa se arremolinaba dentro de mí como una tempestad. "Sí, estoy seguro. Paty lo confirmó y está aterrorizada, Florida". Los ojos de Florida se suavizaron y el shock inicial dio paso a un destello de compasión. Me di cuenta de que estaba luchando con sus propias emociones, dividida entre su dolor y la comprensión de la situación de Paty. "¿Qué vas a hacer?" —preguntó con voz cautelosa. Respiré profundamente, con el corazón pesado por el peso de mis decisiones. "Voy a estar ahí para ella", dije con voz resuelta. "No la abandonaré ni a ella ni al niño". La mirada de Florida sostuvo la mía, una mezcla de dolor y algo que no pude descifrar del todo. "¿Y nosotros?" Extendí la mano y mis dedos rozaron su mejilla mientras buscaba sus ojos. "Florida, te amo", dije, las palabras salieron rápidamente, desesperadas y sinceras. "Sé que cometí un error y lamento mucho haberte lastimado. Pero mis sentimientos por ti no han cambiado". Las lágrimas brillaron en los ojos de Florida, sus emociones quedaron al descubierto ante mí. "Manuel, no sé si podré olvidarlo todo y seguir adelante". Asentí, mi corazón dolía por el peso de mis errores. "Entiendo. Respetaré cualquier decisión que tomes". Nos quedamos allí en silencio, el aire cargado de palabras no dichas y los ecos de lo que podría haber sido. La mano de Florida encontró la mía, sus dedos se entrelazaron con los míos en un gesto de conexión. "Gracias por decirme la verdad", dijo suavemente, su mirada se encontró con la mía. Apreté su mano suavemente, una mezcla de gratitud y arrepentimiento se apoderó de mí. "Haré lo que sea necesario para arreglar las cosas, Florida". Florida me dedicó una pequeña y triste sonrisa, sus ojos reflejaban una compleja mezcla de emociones. "Ya veremos, Manuel. El tiempo lo dirá". Y mientras estábamos allí, con las manos entrelazadas, no pude evitar esperar que tal vez, sólo tal vez, el tiempo estuviera de nuestro lado. Pero sabía que reconstruir lo que estaba roto no sería fácil y que el camino a seguir era incierto. Todo lo que podía hacer era aferrarme a la promesa de redención y al destello de amor que aún ardía entre nosotros. Vi como el rostro de Miguel se contraía por la ira, sus ojos ardían con una rabia con la que me había vuelto muy familiar. La tensión en el aire era palpable, una tormenta se avecinaba en el horizonte. Prácticamente podía sentir la electricidad crepitando entre nosotros, una manifestación tangible de la animosidad que se había estado gestando durante demasiado tiempo. "Manuel", escupió mi nombre, el veneno goteando de sus labios como veneno. "Crees que eres tan jodidamente especial, ¿no? El gran Alfa que se abalanzó y me robó a Florida". Sostuve su mirada, mi propia expresión era una mezcla de cansancio y frustración. No tenía ningún deseo de involucrarme en esta confrontación infantil, pero parecía que Miguel estaba empeñado en arrastrarme a ella. "No se trata de robar a nadie", respondí de manera uniforme, mi voz era un murmullo bajo. "Florida y yo tenemos una conexión, una que tú y yo sabemos que es más profunda que cualquier cosa que tú y ella tuviéramos". Los labios de Miguel se curvaron en una sonrisa amarga y sus manos se cerraron en puños a los costados. "Oh, ahórrame la charla noble, Manuel. Simplemente no pudiste resistirte a ir tras la chica que amaba". Sacudí la cabeza, la necesidad de poner los ojos en blanco era casi abrumadora. "Miguel, sabes tan bien como yo que tu relación con Florida no fue exactamente un romance de cuento de hadas. Ella merecía algo mejor". Sus ojos brillaron con renovada ira y antes de que pudiera reaccionar, se abalanzó sobre mí. El instinto entró en acción y esquivé su ataque, su puño rozó mi hombro. Estaba claro que lo impulsaba más una furia ciega que cualquier plan coherente, y no tenía intención de agravar aún más la situación. "¡Miguel, detente!" Ordené, mi voz mezclada con autoridad. "Esta no es la manera de manejar las cosas". Se volvió hacia mí, con el rostro contorsionado por una mezcla de agresión y desesperación. "Crees que puedes entrar en nuestras vidas y quitarme todo? Bueno, no te dejaré." Levanté las manos en un gesto apaciguador, mi tono mesurado y tranquilo. "Miguel, escúchame. No se trata de quitarte nada. Florida y yo nos encontramos, no fue un movimiento calculado en tu contra". Pareció vacilar por un momento, su ira combatiendo con un destello de razón. Pero justo cuando pensé que podría estar volviendo en sí, apretó los puños de nuevo y cargó contra mí con un grito primitivo. Reaccioné instintivamente, mi entrenamiento tomó el control mientras desviaba su ataque y lo sujetaba. Luchó contra mi agarre, su pecho palpitaba por el esfuerzo y la furia. "¡Déjame ir, maldita sea!" gruñó, sus palabras salpicadas de una serie de coloridas palabrotas. Lo abracé firmemente, mi voz firme cuando encontré su mirada. "Miguel, basta. Esto no solucionará nada." Me fulminó con la mirada y su respiración se volvió entrecortada mientras continuaba luchando. Pero lentamente, la lucha pareció abandonarlo y sus hombros se hundieron en señal de derrota. "Suéltame", murmuró, su voz era una mezcla de resignación y amargura. Lo solté y di un paso atrás para darle espacio. Se quedó allí por un momento, su pecho todavía agitado mientras me miraba. Luego, sin decir una palabra más, se dio vuelta y se alejó, con una postura de derrota. Lo vi irse, un profundo suspiro escapó de mis labios. No quería esta confrontación, pero parecía que algunas heridas eran demasiado profundas para evitarlas. Mientras el polvo se asentaba, solo podía esperar que de alguna manera todos pudiéramos encontrar una manera de seguir adelante, incluso si eso significaba cargar con las cicatrices de nuestro pasado.
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