La luna colgaba baja en el horizonte, arrojando un brillo plateado sobre el territorio de la manada. El corazón de Florida se sintió pesado mientras observaba la forma sin vida de su precioso niño Ricky. Los ojos del niño, antes vibrantes, estaban cerrados y su piel estaba fría al tacto.
Manuel estaba a su lado, su expresión era una mezcla de tristeza e ira. "Florida, lo siento mucho..."
La voz de Florida tembló mientras miraba el pequeño rostro que había llegado a amar tan profundamente. "No es justo, Manuel. Él era sólo un niño inocente".
La mano de Manuel se posó suavemente sobre su hombro, ofreciéndole el poco consuelo que podía. "Lo sé. Saldremos de esto juntos".
A medida que se acercaba el amanecer, el dolor de Florida se vio ensombrecido por un ardiente deseo de justicia. No podía evitar la sensación de que esta tragedia estaba relacionada con la maldición que había plagado sus vidas. Y sabía exactamente quién era el responsable.
Más tarde esa mañana, cuando los primeros rayos del sol atravesaron la oscuridad, Florida se paró frente a la manada. Tenía los ojos rojos por las lágrimas, pero su voz era firme con determinación.
"Miembros de la manada", comenzó, su voz con una mezcla de dolor y resolución, "hemos sufrido una pérdida terrible. Nos han arrebatado a nuestro niño, inocente y puro".
Murmullos de tristeza y ira resonaron entre la multitud. Muchos se habían reunido, con sus rostros grabados de simpatía y apoyo.
La mirada de Florida se desvió y sus ojos se fijaron en Sandra y Miguel, que estaban en las afueras de la reunión. Sus expresiones eran cuidadosamente neutrales, pero Florida podía ver la culpa acechando debajo de la superficie.
"Sabemos que esta tragedia no es un mero accidente", continuó Florida, su voz cada vez más fuerte. "Es el resultado de una maldición, alimentada por los celos y el odio".
El rostro de Miguel se contrajo, sus ojos se alejaron de la mirada acusadora de Florida.
"Y sé", la voz de Florida tembló, "que los responsables de esta maldición están aquí entre nosotros".
Los ojos de Sandra se abrieron y dio un paso atrás cuando los miembros de la manada se giraron para mirarla a ella y a Miguel.
La voz de Manuel transmitía un fuego de determinación. "No dejaremos que esto quede impune. El dolor que sentimos ahora será el mismo dolor que ellos sentirán cuando se haga justicia".
Los ojos de Florida ardieron con una mezcla de dolor y furia. "La muerte de nuestro bebé no será en vano. Nos aseguraremos de ello".
Mientras los miembros de la manada intercambiaban miradas, una ira colectiva comenzó a hervir. Las acciones de Sandra y Miguel habían destrozado la delicada paz que tanto habían luchado por mantener.
La voz de Miguel vaciló cuando dio un paso adelante. "Florida, no tuvimos nada que ver con esto. Nunca—"
La voz de Florida era fría como el hielo, cortando sus protestas. "Basta de mentiras. Las marcas en su cuerpo, las mismas marcas que nos atormentaron, cuentan una historia diferente".
El rostro de Sandra se arrugó por la culpa y miró hacia el suelo, incapaz de encontrar la mirada de Florida.
La voz de Manuel fue un eco atronador. "¿Pensaste que podrías maldecirnos y salirte con la tuya? Pensaste mal".
La voz de Florida tembló con una mezcla de pena y determinación. "Puede que el niño ya no esté, pero su recuerdo alimentará nuestra búsqueda de justicia. Expondremos su oscuridad, Sandra y Miguel, y nos aseguraremos de que el dolor que habéis causado vuelva para atormentarlos".
Los miembros de la manada intercambiaron miradas decididas, su lealtad hacia Florida y Manuel era inquebrantable. La unidad que una vez había definido a su manada era ahora un arma contra quienes los habían traicionado.
Mientras Florida y Manuel se alejaban de la reunión, sus ojos permanecían fijos en Sandra y Miguel. El fuego de la venganza ardía dentro de ellos, alimentado por el recuerdo del rostro inocente del niño.
En los días siguientes, comenzaron su búsqueda de justicia. Buscaron la guía de sus aliados, incluidas las poderosas brujas de la extraña manada. Las brujas aceptaron ayudar y su magia se entrelazó con la determinación de ellos.
La evidencia de la traición de Sandra y Miguel comenzó a salir a la superficie, pieza por pieza condenatoria. Su culpa era innegable y sus acciones quedaron expuestas a la vista de todos.
Y a medida que la verdad se difundió entre la manada, una ola de ira y dolor se convirtió en una ola de determinación. El liderazgo de Florida fue inquebrantable y su compromiso con la justicia inquebrantable.
Florida estaba sola en el claro iluminado por la luna, con el corazón cargado de dolor e ira. Los acontecimientos de los últimos días la habían dejado destrozada, su otrora brillante mundo ahora sumido en la oscuridad.
Mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, el dolor de Florida se transformó en una ardiente resolución. Miró la figura inmóvil del niño y su voz era una promesa susurrada. "No dejaré que esto quede impune. No dejaré que tu muerte sea en vano".
El recuerdo de la risa, sus pasos y sus ojos curiosos llenos de asombro inundaron su mente. Y con ese recuerdo vino el peso de todos los años de maltrato, abandono y resentimiento que había soportado.
Florida siempre había sido la forastera en su propia manada, la hija olvidada en una famili que nunca la había amado de verdad. Sus padres habían favorecido a su hermana Isabella, colmándola de afecto y atención mientras ella permanecía invisible, una mera ocurrencia de último momento.
Le dolía el corazón al recordar los momentos que había presenciado entre Isabella y sus padres: las risas, las celebraciones, las conversaciones susurradas que siempre la habían excluido. Era un dolor que había enterrado profundamente dentro de ella, pero ahora salió a la superficie, mezclándose con la agonía de la pérdida del niño ahora.
El dolor de Florida pronto fue eclipsado por una ira abrasadora. Miró a su alrededor, a los árboles que la rodeaban, y su voz se hizo más fuerte. "Ya no estaré en silencio. Ya no aceptaré el papel de la hija olvidada, la obediente Omega. Superaré el dolor que me has infligido".
La luna arrojaba un brillo plateado sobre el claro, como prestando su poder al voto de venganza de Florida. Convertiría el dolor de su pasado en combustible para su misión. La muerte del niño se convertiría en el catalizador de un ajuste de cuentas que debía haberse hecho hace mucho tiempo.
A medida que los días se convirtieron en semanas, la ira de Florida evolucionó hasta convertirse en una determinación calculada. Buscó conocimiento, entrenándose tanto física como mentalmente. El dolor por la pérdida se convirtió en la fuerza impulsora detrás de cada uno de sus movimientos, cada una de sus decisiones.
Se acercó a los aliados dentro de la manada, aquellos que habían sentido el aguijón de la injusticia, que habían sufrido bajo la jerarquía opresiva de la manada. Juntos formaron un grupo clandestino, unidos por un objetivo común: acabar con la misma manada que había hecho la vista gorda ante su sufrimiento.
La mirada de Florida nunca se apartó del horizonte. "Esto es por cada momento que fui ignorado. Esto es por cada lágrima que derramé en silencio. Esto es para la familia que nunca me amó".
Su voz transmitía un fuego que igualaba la intensidad de la noche iluminada por la luna. El recuerdo del rostro inocente, frío y sin vida, le dio una fuerza que nunca antes había conocido.
Mientras estaba allí, una figura solitaria contra el fondo de la luna, el voto de venganza de Florida resonó en el claro. Los vientos llevaron su determinación, su dolor y su nuevo poder, un poder que pronto sacudiría los cimientos de la misma manada que la había subestimado durante demasiado tiempo.