La luna colgaba baja en el cielo y su pálida luz proyectaba sombras alargadas sobre el territorio de la manada. Florida estaba al borde del bosque, con la mirada fija en el horizonte lejano. Las recientes celebraciones habían sido un éxito rotundo, un testimonio de la unidad y la fuerza que ahora definían a su manada. Pero incluso en medio del triunfo, Florida sabía que su viaje estaba lejos de terminar.
El reciente descubrimiento de las marcas había añadido una nueva capa de intriga a sus vidas. Florida había pasado incontables horas investigando los símbolos antiguos, intentando descifrar su significado. Estaba claro que estas marcas eran más que una simple coincidencia: eran un mensaje, una señal de algo más grande que estaba en juego.
Los pensamientos de Florida fueron interrumpidos por el suave susurro de las hojas detrás de ella. Se giró y encontró a Manuel acercándose, su expresión era una mezcla de preocupación y determinación.
"Has estado aquí por un tiempo", comentó con voz suave. "¿Todo bien?"
Manuel asintió y su mirada volvió al horizonte iluminado por la luna. "No puedo evitar la sensación de que hay algo más en estas marcas", admitió. "Son como un rompecabezas que no puedo resolver".
Manuel se acercó, su presencia era una calidez reconfortante. "Lo descubrirás", dijo, con su confianza inquebrantable. "Siempre lo haces."
Manuel le ofreció una pequeña sonrisa, agradecida por su apoyo inquebrantable. "Sólo desearía tener más respuestas", dijo en voz baja.
"A veces, las respuestas llegan cuando menos las esperamos", respondió Manuel. "Ya has logrado mucho, Florida. Has unido a la manada, has expuesto la verdad y has demostrado tu fuerza como líder. Sea lo que sea que encierre este misterio, sé que lo enfrentarás de frente".
Sus palabras fueron un bálsamo para su alma y le recordaron los desafíos que habían superado juntos. Florida había demostrado ser una Lycan Luna capaz y decidida, ganándose el respeto y la lealtad de los miembros de su manada.
A medida que la noche se hizo más profunda, los pensamientos de Florida derivaron hacia los recientes desafíos internos que habían enfrentado. Algunos miembros de la manada todavía se estaban adaptando a su liderazgo y había susurros de desacuerdo. Pero Florida estaba decidida a demostrar su valía, a demostrar que era la líder que necesitaban.
La unidad de la manada se había fortalecido, pero aún había amenazas externas que acechaban en el horizonte. La mente de Florida se aceleró con pensamientos de posibles adversarios y peligros que podrían amenazar su recién encontrada armonía.
Y entonces, como si fuera una señal, un suave brillo llamó la atención de Florida. Sus ojos se abrieron cuando se dio cuenta de que provenía del pequeño brazalete en su muñeca, el que estaba adornado con las marcas de Luna. Los símbolos parecían latir con una luz de otro mundo y Florida sintió una extraña sensación de conexión con ellos.
"Manuel, ¿ves eso?" Preguntó Florida, su voz llena de una mezcla de asombro e incertidumbre.
Los ojos de Manuel siguieron su mirada hasta el brazalete. "¿Qué es eso?"
"No estoy segura", respondió Florida, con el corazón acelerado. "Pero tengo la sensación de que está conectado con las marcas de Luna".
Mientras observaban, los símbolos del brazalete parecieron cambiar y reorganizarse, formando un patrón que Florida nunca había visto antes. Era como si los símbolos estuvieran vivos y respondieran a alguna fuerza invisible.
Florida parpadeó, su visión momentáneamente oscurecida por una luz brillante. Cuando su vista se aclaró, se encontró parada en un lugar que le resultaba familiar y extraño al mismo tiempo. Era un prado, bañado por la luz de la luna, con flores que parecían brillar con un resplandor etéreo.
Ante ella se encontraba un majestuoso lobo blanco, con los ojos llenos de sabiduría y poder. El corazón de Florida se aceleró al reconocer al lobo como el que había visto en sus sueños, el que la había guiado en su viaje.
"Bienvenida, Florida", la voz del lobo resonó en su mente, su tono era a la vez tranquilizador y autoritario.
Florida inclinó la cabeza respetuosamente. "Tú eres quien me ha estado guiando, mostrándome el camino".
El lobo asintió con la mirada fija. "Tú eres la destinada a traer equilibrio, a unir el mundo sobrenatural y protegerlo de la oscuridad que amenaza con consumirlo".
El corazón de Florida se hinchó con una mezcla de asombro y responsabilidad. Siempre había sentido una profunda conexión con el mundo sobrenatural, una conexión que solo se había hecho más fuerte cuando aceptó su papel de Lycan Luna.
"Pero no sé cómo hacer eso", admitió Florida, su voz teñida de duda.
Los ojos del lobo brillaron con tranquilidad. "Ya has dado los primeros pasos, Florida. Tu fuerza, tu amor y tu determinación ya han comenzado a cambiar el rumbo del destino".
La mente de Florida se aceleró, sus pensamientos estaban llenos de los desafíos que le esperaban. Pero ya no estaba llena de incertidumbre: estaba llena de una feroz determinación de enfrentar cualquier cosa que se le presentara.
Cuando la visión se desvaneció y Florida regresó al prado, sintió una nueva sensación de propósito. Los misteriosos símbolos de su pulsera no eran sólo un rompecabezas que resolver: eran una llamada a la acción, un recordatorio del papel que estaba destinada a desempeñar.
Se volvió hacia Manuel, sus ojos brillaban con resolución. "Tenemos mucho trabajo por hacer", dijo.
El sol apenas había salido, arrojando un suave calor sobre la tierra mientras Manuel y Florida estaban en el borde de su pacífico hogar. Los pájaros cantaban en los árboles y una suave brisa hacía crujir las hojas, creando un telón de fondo tranquilo que contrastaba marcadamente con la inquietud que se había instalado en sus corazones.
Las cejas de Manuel estaban fruncidas mientras miraba hacia el horizonte. Hace apenas unos días habían dado la bienvenida a Ricky, una ocasión feliz que había llenado sus vidas de esperanza y amor. Pero ahora esa alegría había sido reemplazada por miedo y ansiedad.
Florida se agarró con fuerza los bordes de su bata, con el rostro marcado por la preocupación. "Manuel, ¿dónde podría estar Ricky ahora?"
Manuel se volvió hacia ella, su expresión era una mezcla de determinación y preocupación. "Lo encontraremos, Florida. Haremos lo que sea necesario".
La noche anterior había sido de terror para ellos. Mientras dormían pacíficamente, su casa fue invadida y sacaron a Ricy. La sensación de violación era tan palpable como su preocupación por la seguridad del niño.
El agarre de Florida sobre la tela de su bata se hizo más fuerte. "No puedo creer que alguien hiciera esto".
La mandíbula de Manuel se apretó mientras luchaba por controlar su ira. "Tengo mis sospechas, Florida. Y si es quien creo que es, debemos actuar rápidamente".
Sin decir una palabra más, Manuel caminó hacia su pequeña cabaña. Florida lo siguió de cerca, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Una vez dentro, cogió su abrigo y una pequeña bolsa y la llenó con los suministros que podrían necesitar. Sabía que no podían perder el tiempo.
Mientras se adentraban en el bosque, el mundo que los rodeaba parecía contener la respiración. Los pasos de Florida fueron decididos, cada uno impulsado por el amor feroz. Apenas se había recuperado, y, aun así, se esforzó por seguir adelante, impulsada por la necesidad de encontrar al niño.
Manuel caminaba a su lado, con la mandíbula apretada y la mirada explorando los alrededores en busca de cualquier señal de peligro. Su mente era un torbellino de pensamientos y emociones: ira, miedo, pero, sobre todo, la determinación de llevar al niño a casa sano y salvo.
Se aventuraron más profundamente en el bosque, siguiendo el débil rastro que esperaban que los condujera hasta la manada enemiga. Las horas transcurrieron en un tenso silencio, roto sólo por el sonido de sus pasos y el ocasional susurro de las hojas.
Los pasos de Florida comenzaron a flaquear y su energía menguó. Manuel se volvió hacia ella, con la preocupación evidente en sus ojos. "Florida, necesitas descansar."
Florida negó con la cabeza y las lágrimas brotaron de sus ojos. "No puedo descansar, Manuel. Nuestro niño..."
Manuel extendió la mano y acarició suavemente su mejilla, su toque le tranquilizó. "Lo encontraremos, Florida. Pero tú también debes cuidarte".
De mala gana, Florida asintió y se hundió sobre un tronco caído. Se secó las lágrimas, con una mezcla de frustración y cansancio en su mirada. "Me siento tan impotente, Manuel".
Manuel se arrodilló frente a ella, con la mano todavía apoyada en su mejilla. "No estás indefensa, Florida. Eres la persona más fuerte que conozco. Y estamos juntos en esto".
A medida que avanzaba el día, su búsqueda se hacía más desesperada. Cada susurro entre los arbustos, cada aullido distante, enviaba una sacudida de miedo a través de sus corazones. Siguieron adelante, impulsados por una determinación que se negaba a flaquear.
Y entonces, cuando el sol empezó a ponerse y el cielo se volvió de tonos naranja y rosa, lo oyeron: un débil grito, llevado por el viento. El corazón de Florida dio un vuelco y los ojos de Manuel se abrieron al darse cuenta.
"Ese es él", respiró Florida, su voz era una mezcla de esperanza y alivio.
Siguieron el sonido y aceleraron sus pasos. Y entonces, entre los árboles, lo vieron, al lado de un extraño. La ira surgió dentro de Manuel cuando reconoció al hombre como m*****o de la manada enemiga.
Los brazos de Florida rodearon con más fuerza a Ricky mientras daba un paso adelante, su voz era una mezcla de desesperación y furia. "Devuélvemelo."
El hombre se burló, manteniendo al niño fuera de su alcance. "¿O que?"
Los puños de Manuel se apretaron, su voz fría y firme. "O haré que desees no haberle puesto nunca un dedo encima".
El corazón de Florida se aceleró mientras la tensión en el aire se hacía más espesa. Y entonces, inesperadamente, un gruñido bajo rompió el silencio, seguido por la aparición de un grupo de lobos poderosos: su manada, liderada por su Alfa.
Lucas dio un paso adelante, con los ojos fijos en el hombre con una intensidad peligrosa. "Has cometido un grave error".
La bravuconería del hombre flaqueó cuando se dio cuenta de que lo superaban ampliamente en número. Con mirada derrotada, empujó al niño hacia adelante y dio un paso atrás.
Florida corrió hacia adelante y tomó a Ricky. Las lágrimas corrían por su rostro mientras lo abrazaba, el alivio inundaba cada centímetro de su ser.
Manuel se volvió hacia Lucas, con gratitud y respeto en sus ojos. "Gracias Lucas."
Lucas asintió con la mirada fija. "Nadie amenaza a nuestra manada y se sale con la suya".
Mientras regresaban a casa, Florida abrazó al niño como si fuera lo más preciado del mundo, y para ella así era. Manuel caminaba a su lado, con el corazón lleno de gratitud por la manada que había acudido en su ayuda.
Su casa apareció a la vista, bañada por el suave resplandor del sol poniente.