Capitulo Cuatro

1514 Words
Martes por la mañana, me despierto tarde y tengo que bañarme como si fuera Flash, el maldito despertador no ha sonado y solo me confirma que sus baterías – las cuales parecían mileniales– al fin han dejado de servir.  Hoy es una mañana bastante calurosa, según me dijo mamá no es muy común aquí asique hay que aprovechar al máximo ya que seguramente el frío y la lluvia se harán presentes luego. Una vez lista, busco lo necesario para mí día y hago una larga trenza en mi cabello, es lo mejor si no quiero que Aidan se la pase jugando con él. No entiendo su obsesión, ¿Debería preocuparme? Luego del desayuno salgo rápido de casa, mi amado hermano se fué sin mí y tendré que caminar, ya quiero tener mi propia movilidad y dejar de depender de mi familia. —Adiós, Anny— veo el retrato de mi hermana y salgo de casa. Encuentro en el camino a Aidan y ambos sabemos que no llegaremos a la primera clase, tenemos Historia, Biología y Literatura juntos, pero el reloj nos indica que deberemos saltar la clase más aburrida por obvias razones.  Nos quedamos en la cafetería charlando un poco, sabiendo más del otro; Aidan tiene tres hermanas mayores, Susan, Cameron y Blair, las dos primeras estudian diseño gráfico – con diferentes orientaciones claro– y la última estudia abogacía. Según él ellas son muy buenas pero lo vuelven totalmente loco con sus cambios de humor, sus peleas constantes y las infaltables charlas de hermanas. Y yo que me quejo de Luke. —Entonces, dejaste mucho en Nueva York— ríe mi amigo al escuchar la manera dramática en la que cuento todo. —Lo más importante— sonrío. —Bueno, aquí tienes un nuevo amigo, y novios puedes tener dónde estés — ríe. —Genial, estoy tranquila con eso— ruedo los ojos. El silencio se apodera del momento pero estamos cómodos, al menos yo. —Dime, ¿para qué te habló James ayer?— pregunta Aidan de repente. —Dijo que quería que lo ayudara con algo, pero me negué — respondo con un suspiro, esa pregunta me tomó por sorpresa. —Ya veo, espero no te cause problemas— dice riendo. —¡No te burles! A ti no te acosa un profesor— golpeo su nariz. —¡Ey! ¡Duele!— grita — Además, si a mí me acosara una maestra pues que sea la de Álgebra, ¡está para comérsela! —¡¡Eres un asco!!— digo riendo. Es cuando me doy cuenta que James nos observa desde la sala de profesores, apoyado en el umbral de la puerta, se ve tan guapo, ¡¡pero qué cosas digo!!  Desvío la mirada. No quiero que crea que me interesa en algún sentido o será un gran problema. Sí, es guapo y me agrada aun cuando es así de egocéntrico, pero yo no quiero ganar mi título secundario por hacerle favores a un profesor ni mucho menos tener esa clase de reputación a solo dos días de haber comenzado el ciclo escolar. Con todo un año por delante eso sería un suicidio social, ¿No? No soy esa clase de chica, no disfruto del sexo con desconocidos. Llámenme anticuada pero quiero sentir algo por la persona que estará conmigo, aunque sea un mínimo cariño. Y no, no soy virgen pero no por eso me acuesto con todos y con el primero que caiga. Claro que no, no está mal disfrutar de esos placeres carnales pero hay una moderación, ¿no creen? Aidan sigue hablando de sus hermanas, creo que en verdad van a volverlo loco. Río por sus historias y caminamos a la próxima clase. —¡En verdad te digo que están locas, me pusieron una toalla femenina en mi bóxer! — grita indignado y yo sólo río como foca epiléptica. — Sólo era una broma, tranquilo— respondo entrando al salón. Charlotte se ha sentado en mi lugar predilecto, la observo con mala cara pero ni se inmuta, al contrario parece ni siquiera querer dignarse a mirarme, ¿No siente el odio que enano hacia ella? Hoy trae un vestido rojo y n***o, demasiado corto, ¿Qué pretende? Por Dios, ¿y su dignidad? Probablemente le dió vacaciones. —Alumnos, la profesora O'Brian no podrá impartir su clase, por ende yo daré la mía y podrán irse antes a sus casas— anuncia James entrando en el salón. Lo observo detenidamente, trae jeans negros y converse a juego, su camisa arremangada hasta los codos, color azul francia y los dos primeros botones desprendidos, ¿En qué momento se ha cambiado? Su cabello ligeramente despeinado le da un toque sexy y rebelde a las vez, es muy guapo. Me observa fijamente, ¡Dios! ¡Me ha pillado viéndolo como si no hubiera comido en años! ¡Qué vergüenza! No volveré jamás a la escuela, me cambiaré, lo juro. Espero no tener la cara como un tomate, suele ser mi evidenciador. La clase pasa rápida entre preguntas y respuestas, corrige los trabajos, los entrega y da una pequeña lección a cada alumno respecto a sus dudas y equivocaciones. No hay duda de que es un gran profesor y que ama ésta asignatura, la manera en que se toma el tiempo necesario para explicar a cada uno y la forma en la que lo hace llama mi atención, por más que desee dejar de verlo me cautiva la pasión con la se refiere al libro literario. Te está afectando Isabella. Diablos. A medida que todos van terminando y reciben sus notas  se van yendo, dejando el salón totalmente en desorden y yo sigo aquí, soy la última en la lista, aunque no comprendo por qué si mi apellido empieza con la tercer consonante del abecedario; ¿Él lo habrá hecho a propósito? No, no lo creo, debe ser una coincidencia. —Bien señorita Connors, aquí tiene— sonríe  dándome mis apuntes. —¿A+? — sonrío satisfecha de mi trabajo. —La única que ha logrado esa calificación en muchos años, en verdad me sorprendí al no encontrar errores, entendiste muy bien e incluso contestaste de maneras originales.— comenta serio. —Gracias, muchas gracias. — digo orgullosa— Le mostraré a Aidan. — susurro. —¿Su novio Isabella? — pregunta, molesto, elevando una ceja. —¿Isabella? — cuanta confianza se toma— No, no es mi novio, es mi amigo. —Eso no parecía lo que ví hoy cuando saltaron la primera clase, se veían... acaramelados. — habla risueño. —No es mi problema lo que a usted le parezca profesor. — digo guardando mis cosas, me molesta un poco su forma de hablarme. —¿Acaso es amigo con derecho? ¿Sólo para unos cuántos besos?— se acerca a mí — Oh, quizás nunca hayas besado a alguien, tendría sentido si desearas probar con él. — No debe interesarte sí he besado o no a Aidan— digo molesta por sus preguntas. —Además, profesor, se está tomando muchas libertades conmigo. —No seas tan malhumorada Isabella, así no vas a tener novio jamás y la verdad te ves cómica cuando frunces el ceño. — me dice riendo. Burlándose de mí, ¡Idiota! —No quiero un novio, gracias. No lo necesito. — digo ofendida. —Estoy enfocada en mis estudios, pero para calmar tu interés y curiosidad te diré que si tenía novio y lo dejé al mudarme. —¿Y quién se toma las libertades ahora? — está demasiado cerca— ¿Ahora me tuteas? —Tú empezaste esto— retrocedo un poco. —¿Tienes miedo? — sonríe. —Jamás, mucho menos de ti— mascullo, debo irme de aquí. —Si eres virgen no es un problema— se burla, puedo ver lo mucho que lo divierte ésta absurda situación. —¡No es de tu incumbencia, idiota! — intento salir del salón empujándolo. —Dime Bella, ¿Te enseño?— susurra pero logro escucharlo, me hierve la sangre de furia, ¿Acaba de preguntar lo que creo? — ¿Disculpa?— farfullo volteando a verlo. —Lo que oíste querida— se acerca a mí de manera provocadora— ¿Acaso temes que te guste? ¿Qué pueda hacerte pedir más? Ésto último lo dijo en un susurro ya que su rostro está prácticamente sobre el mío, puedo sentir su aliento chocando en mis labios, sus ojos me ven fijamente y no se apartan, la intensidad y seguridad con la que se conduce  me deja atónita; Mi corazón late deprisa, estoy nerviosa y solo quiero salir de allí, siento mis mejillas arder por lo que me obligo a apartar mis ojos, por primera vez bajarla.  Toma mi mentón con su mano y me obliga a observarlo, nuestras miradas se encuentran y no puedo evitar sentir vergüenza, sé que mi rostro está sonrojado. Siento como termina de acortar la distancia que hay entre nosotros y sus labios tocan los míos. Abro los ojos por la sorpresa, no imaginé que haría ésto, intento apartarme pero me retiene por la cintura, muerde mi labio inferior y me obliga a abrir la boca dándole paso a su lengua a explorar a su antojo; me tiemblan las piernas, si no fuera porque James me sostiene hubiera caído al suelo hace rato. Sus besos son como una danza, una perfecta danza que calienta cada parte de mi cuerpo, los latidos van a mil, mi cabeza se ha detenido y no puedo pensar con claridad; no es la primera vez que me besan, pero jamás lo habían hecho de ésta manera tan lujuriosa. —¡Detente! — logro empujarlo y alejarlo de mí. Cubro con mi mano mi boca y parte de mi rostro, ¡Dios mío! No puedo seguir viéndolo y salgo corriendo del salón, tan rápido como mis piernas me lo permiten para perderme en la soledad de las calles volviendo a casa.
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