Una mañana

1746 Words
Allí estaba Lorena, frente al computador con unas enormes ojeras, a su lado una taza de café a medio tomar y de fondo se escuchaba la canción del grupo Morat “Mi suerte”. La joven dejó salir un suspiro y después estiró sus brazos mientras desplegaba una sonrisa. —¡Por fin lo terminé! —soltó. En aquel momento sonó la alarma que había puesto en su celular. Lorena voleó a su derecha donde reposaba el objeto vibrando y sonando como gallo al ver los primeros rayos de sol. —¡Mierda! —soltó la joven al tomar el celular y quitar la alarma. Rápidamente corrió a buscar su toalla en la habitación y para salir rumbo al baño. Aunque, se detuvo en seco al encontrar la puerta del baño cerrada y con seguro. Comenzó a forcejear la manecilla de manera descontrolada y a dar golpes en la oscura madera. —¡Sal, necesito bañarme, se me hará tarde!, ¡hoy tengo parcial! —gritó bastante desesperada. Pero por más gritos que diera, quien estaba en el baño no tenía intenciones de salir. La gota que rebosó la copa, fue cuando escuchó una canción dentro del baño. Lorena pegó su oreja derecha en la puerta para escuchar mejor. —¡Flor, sal ya del maldito baño! —gritó bastante enojada. —¡Deja de j***r, estúpida! —escuchó del otro lado. Lorena soltó un grito bastante encolerizada y le dio una patada a la puerta, aunque, se arrepintió de esto al sentir sus pequeños dedos palpitar del dolor. Comenzó a cojear mientras se dirigía escaleras abajo soltando el llanto.   La señora Camila terminaba de hacer el desayuno cuando escuchó el llanto de su hija menor. Ahí estaba otra vez el mismo problema de todas las mañanas. La mujer respiró hondo para calmarse y no matar a sus dos hijas. —¡Mami!, ¡Flor no quiere salir del baño y se me hará tarde para ir a clases, sabes que demoro una hora en llegar a la universidad en bus! —dijo Lorena detrás de la mujer. La señora Durán volteó a ver a su hija con rostro serio. —Dile a la señora Carmelina que te preste su baño, habían acordado eso, ¿no? —sugirió. —¡¿Cómo voy a molestar a una anciana a las seis de la mañana?! —gritó la joven—, además, su esposo siempre me mira raro, se nota que ya está harto de que los moleste pidiéndoles prestado su baño a las seis de la mañana. ¡Ay! ¡Esta es la única casa que solo tiene un baño! —¡Mira jovencita, nosotros somos pobres, no tenemos dinero para hacer un baño en cada cuarto, no somos tus amigos millonarios! —dejó salir un resoplido—, deja de molestarme o terminaré arrancando tu estúpida cabeza. —¡Pero necesito bañarme! ¡No dormí en toda la noche por estar editando un video que seguramente no podré entregar si no me baño ahora! —¡Entonces, lárgate sin bañar porque tu hermana no va a salir de ese baño por ahora, ya la conoces! Lorena llevó una mano a su cabeza mientras soltaba un grito de rabia. Comenzó a salir de la cocina soltando el llanto y tirando cuanto objeto se encontraba en su camino. El señor Durán estaba sentando en la sala intentando leer un libro cuando Lorena llegó a él. —Papi, dile a Flor que salga del baño —suplicó. —Ay, hija, sabes cómo es tu hermana, lo hace de maldad —dijo el hombre tratando de calmar a la chica—. Mira, báñate en el patio, tomas un balde con agua y te bañas allí. —Ay, no… sabes que el vecino ese le encanta morbosear por la ventana —replicó la joven. —Solo por hoy, para mañana, alcanzas el baño primero —explicó el hombre. Y allí estaba Lorena, sacando agua de la alberca subterránea con un balde mientras balbuceaba groserías mientras pensaba en su hermana y en las mil formas en las que podría matarla. Mientras se bañaba soplaba una fuerte brisa que la hacía temblar del frío. —¡Pero ya verá, cuando la vea…! —dijo para sí Lorena.   Cristian dio un salto de su cama cuando escuchó que su celular comenzó a sonar. Quedó paralizado viendo la gran ventana frente a él como si allí hubiera algo interesante. Después, recordó que estaba entrando una llamada y buscó su celular entre las almohadas blancas. —¡Ay, Lorena, ¿ahora qué pasó?! —gruñó. —¡Necesito que vengas a recogerme, no llegaré a tiempo! —respondió la joven con voz afanosa. —¡¿Y eso a mí qué?! ¡No soy tu chofer! —¡Pero sí mi maldito novio! —la llamada se cortó en ese momento. Cristian miró su celular fijamente con bastante impotencia y después lo aventó hacia la ventana frente a él. —¡Esta idiota, ¿por quién me toma?! —gritó.   Lorena bajó rápidamente las escaleras que comunicaban el segundo piso de la casa de sus padres y corrió hacia la puerta principal. Al fondo se escuchaba el pitido de un auto, Cristian había llegado y no se encontraba de buen humor. —Lorena, ¿no vas a desayunar? —preguntó su padre acercándose a ella. —No, no tengo tiempo —respondió mientras abría la puerta. Lorena al salir de la vivienda acomodó su bolso en sus brazos y corrió hacia el auto de Cristian. Abrió la puerta del copiloto y entró. —Menos mal llegaste a tiempo —dijo la joven al ya estar sentada. Cristian comenzó a manejar en silencio y Lorena sabía que había algo que no andaba bien. —¿Estás enojado porque te hice madrugar? —preguntó. Cristian parecía que no tenía intenciones de contestar. —Cristian, lo siento, sabes que en mi casa vivo un mismísimo infierno por culpa de mis hermanas —explicó—. Por eso se están quedando solteronas. Cristian le pasó una bolsa de papel a Lorena al detenerse en un semáforo. —Come esto, no podrás concentrarte si no has dormido y mucho menos si solo has tomado café —dijo el joven con tono serio. Lorena tomó la bolsa y sacó de su interior un sándwich preparado como a ella le gustaba y una botella de jugo de fresa. —Cristian… no debías ponerte en estas… —soltó la joven un tanto apenada. —Deja de pelear con tus hermanas —pidió Cristian mientras volvía a conducir. —Es que… —Lorena comenzó a mascar un bocado de sándwich— Flor me odia, sabe que tengo clases todos los martes a las ocho de la mañana y no le importa, entra a bañarse y demora una hora. Imagínate, si un bus demora una hora para llegar desde mi casa a la U, ¿a qué hora voy a llegar? —Por eso te dije que buscaras un apartamento cerca de la universidad, hay muchos. —¿Ah sí? ¿Y con qué voy a pagarlo? —cuestionó ella. —¿Tus padres no pueden pagarlo? —¿Estás loco? Claro que no —Lorena le dio un sorbo a su jugo—. Mi familia no tiene dinero para estar malgastándolo de esa manera. Ese eres tú, que se te metió el arrebato de independizarte y te fuiste a vivir a ese estúpido edificio para ricos. —Oye… deja de ser envidiosa. —Sabes que no estoy para nada de acuerdo que hicieras gastar a tu padre tantos millones solo por tu estúpido capricho —replicó Lorena. —¿Ah sí? Bueno, ese es mi problema. —Ay, Cristian, ya, no quiero discutir contigo. —¡Pero tú comenzaste! —se enfadó Cristian. —Bueno, ya, ya —Lorena llevó una mano a su cabello y respiró hondo—. Perdón, estoy muy estresada, no es justo de mi parte meterte en todos mis problemas. Lo siento. —Tranquila, amor, entiendo totalmente todo lo que estás pasando. Por eso te digo que sería muy bueno si te mudaras cerca de la universidad, te quitarías muchos problemas. —Sí, a mí me encantaría y sé que es una muy buena idea, pero, Cristian, yo no tengo cómo pagar un cuarto y mucho menos un apartamento. Cristian comenzó a estacionar el auto en el parqueadero de la universidad mientras meditaba en una solución para los problemas de su novia. —Podrías vivir conmigo —sugirió. Lorena dejó de tomar su jugo y clavó su mirada en sus manos al no saber cómo actuar ante semejante propuesta. —No tendrías que pagar nada y vivirías a una cuadra de la universidad —explicó Cristian. Lorena comenzó a tomar su bolso para salir del vehículo en silencio. Se sentía demasiado incómoda y con una ligera apatía hacia Cristian. —Pero, si no quieres, está bien —dijo el joven al ver que a Lorena no le sonó la idea en lo absoluto.   Camilo pasó los dedos de su mano derecha por la columna vertebral de Laura, quien dormía plácidamente en la cama boca abajo. A Camilo le encantaba verla dormir. Aquel rostro tierno lo embriagaba de amor y le satisfacía el hecho de saber que podía recorrer hasta el rincón más pequeño de aquel cuerpo. Le dio un beso en la frente antes de levantarse de la cama para irse a duchar. Laura se despertó minutos después cuando sonó el despertador. Recorrió con la mirada la habitación y después apagó el molestoso objeto. Eran las ocho de la mañana y tenía clases a las nueve, así que debía arreglarse. Se levantó de la cama y caminó hasta el baño donde pudo escuchar el sonido del agua caer. Entró y tomó un cepillo de dientes de la repisa y echó un poco de crema dental para después comenzar a lavar su boca. —Amor, ¿hoy dormirás en casa de tus padres? —preguntó Camilo desde la ducha. —Sí, mi madre se está quejando porque muy poco estoy en casa, así que, hoy no puedo quedarme —respondió Laura. —Qué mal, estaba pensando en hacer algo rico entre los dos después de llegar del gimnasio. Laura terminó de lavar sus dientes y después entró a la ducha sonriente. Camilo se acercó a ella y rodeó la cintura con sus brazos para después darle un beso bastante profundo. —Lo siento, pero será para otro día —dijo Laura después de acabarse el beso. —Me encantó lo que hicimos anoche —susurró Camilo al oído de la joven—. Quiero que se vuelva a repetir muy pronto. Laura comenzó a reír al sentir cosquillas en su cuello por los besos que Camilo le daba en esa zona. —Camilo, basta, debo ir a clases —dijo la joven. Pero su novio no tenía pensado parar, al contrario, su excitación crecía cada vez más. Camilo recostó a la pared del baño a la chica y después hizo subir sus caderas hasta que sus piernas pudieran rodearlo. Comenzó así un beso mientras Laura podía sentirlo en su interior obligándola a soltar gemidos. Al parecer, ese día Laura llegaría tarde a clases.            
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