CAPITULO 1

2164 Words
BERLÍN, ALEMANIA. Una mujer daba vueltas y vueltas en la cama. No podía dormir. Su esposo descansaba a su lado profundamente dormido pero a al menos un metro de distancia de ella. Tessa cerró sus ojos y contuvo el nudo que tenía en la garganta. Había hablado con él cuando llegó pero la zozobra la embargo porque sintió que estaba hablando con un completo desconocido, no porque Henrik se comportara mal si no porque ella sentía como si la persona que tenía delante y ella no se conocieran lo más mínimo o si se conocían ya se habían olvidado. Tragó saliva y se aferró a sus sábanas intentando no emitir ningún sonido. Era una mujer sentimental que lloraba con facilidad pero lo que estaba sintiendo estas últimas semanas no era nada agradable. Luego de meses en un duelo solitario había comenzado a salir poco a poco de la oscuridad pero se encontró con que lo que tenía ahora distaba mucho de lo que dejó atrás y ahora que tenía los ojos abiertos y se daba cuenta no le gustaba en lo más mínimo y eso le causaba un profundo malestar. Deseo alargar su mano y abrazarlo pero incluso no tenía la confianza para hacer algo tan normal entre esposos. No habían hecho el amor desde hacía meses y en su mente el recuerdo de la última vez que se habían besado casi estaba desapareciendo. Antes de darse cuenta tenía su mano casi apunto de tocar el brazo de su marido pero justo cuando pensó que iba a despertarlo su mano se alejó rápidamente temiendo un rechazo. Podía pasar pero eso le rompería el corazón a pedazos así que para evitar que pasara decidió no hacerlo. Alejó su mano y después regresó a su lado de la cama sintiéndose vacía. A su lado, Henrik fingía dormir, estaba posiblemente en la misma situación que ella y desde que le preguntó si deseaba algo de comer supo que no podría pegar el ojo en toda la noche. Tenía meses que ella no se preocupaba por él en lo más mínimo, el alemán no la culpaba pues sabía que su esposa enfrentaba el dolor de la pérdida de sus hijos cada día y de hecho él se sentía culpable por no tener idea de como ayudarla. Lo había intentado después de las primeras dos pérdidas pero solo se encontraba negativas y estaba cansado. Había decidido dejarla sola pensado en que tal vez no necesitaba ayuda si no tiempo. Tiempo porque según había escuchado el tiempo lo curaba todo. Tessa había sido un esposa espectacular,amorosa y no se arrepentía de haberse casado con ella en lo más mínimo pues a su lado había vivido los momentos más felices de su vida, aun así, ahora que se daba cuenta llevaba unos meses viviendo como un zombie, ambos lo estaban haciendo, era como si la culpa los consumiera y desearan alejarse lo mayor posible. No eran un matrimonio en absoluto y ninguno de los dos era feliz. Henrik llevaba fuera de Alemania algunos días, no había recibido llamada alguna de su parte y él tampoco la había llamado pues no creía que tuviera algo para decirse. Habían dejado de ser esposos para convertirse en nada más que Roomies que compartían una habitación y un departamento. Estaba cansado y sentía que no podría seguir así. Debía terminar pronto o ambos se apagarían y condenarían su vida a la infelicidad para siempre. Hubo varias noches en las que no pudo dormir pero ninguno de los estaba al tanto de los problemas del otro, estaban sumidos en un mundo donde solo su persona era importante y era por ello que desconocían el dolor o las aflicciones que agobiaban a los corazones que alguna vez juraron latirian juntos de allí hasta la eternidad. El hombre no pudo evitarlo, se levantó de la cama y salió de la habitación. En cuanto estuvo fuera su esposa se sentó en el colchón y escuchó sus pasos alejarse. Hubiera deseado ir detrás de él pero no tenía absolutamente nada para decir y eso la frustraba. ¿Qué podía decir a Henrik? ¿Qué estaba bien ahora? ¿Que intentaría estar para él de ahora en adelante? ¿Que quería que estuvieran bien? Nada de eso tenía sentido para ella en aquel momento. Solo deseaba estar cerca de él mirándolo en silencio mientras su cabeza pensaba las cientos de palabras que podía decir pero su boca se negaba a pronunciar. Escuchó un vaso romperse y fue aquello lo que la incitó a salir de la cama. Corrió hasta la cocina y fue allí donde miró a su esposo observando fijamente el cuadro que yacía en la pared hecho añicos en el suelo. Su retrato de bodas se había caído, no había sido el vaso. Esa imagen le causó un nudo en el estómago. No había sido Henrik quien lo había tumbado pues estaba a una distancia lejana como para haber sido quien lo provocó. Tessa se quedó fría mirando los trozos de cristal y observando su retrato de bodas lleno de vidrio. Esa imagen pudo no haber sido la gran cosa pero para ella lo fue, fue como si una premonición la golpeara y como si el destino deseara abrir sus ojos sobre la situación que estaba viviendo. —¿Por qué estás despierta? —El sonido me ha despertado pensé que te habías cortado con algo y tal vez necesitabas mi ayuda o podría servirte en algo—explicó ella acercándose al cuadro para levantarlo. Cuando lo tuvo en sus manos se percató que la trabilla que lo ataba a la pared estaba desgastada y eso había provocado que cayera al suelo. Le sacudió el vidrio pero entonces una pequeña astilla le hirió el dedo. Se quedó estática mirando la gota de sangre resbalar de su dedo y cuando observó que el pequeño trozo de vidrio estaba dentro Henrik se apresuró a sujetarle la mano con preocupación. Tessa sintió su roce y entonces rápidamente apartó la mano. —Estoy bien, solo tengo un pequeño pedazo de vidrio, lo sacare con una pinza y pondré una curita—dijo para luego mirar a su marido con cierta pena debido a su arrebato de jalar la mano de golpe como si su tacto la quemara y es que así había sido. Sintió como si una corriente le recorriera el cuerpo en cuanto su piel tuvo roce con la suya. Henrik bajó la mano que deseaba ayudarla y asintió. No se sorprendía pues era común en su esposa hacer eso, especialmente desde hacía unos meses. —Claro. Henrik le quitó el cuadro de las manos y lo colocó en la barra de la cocina mientras su esposa le seguía. Tessa deseaba que se le colocará el vidrio de nuevo y fuera colgado en la pared pero la foto había sido dañada por el vidrio y era claro que colocarle de nuevo la protección de cristal no serviría de nada. La foto estaba arruinada. En silencio Henrik buscó un botiquín y lo colocó delante de su esposa para que ella misma pudiera auxiliarse si era lo que quería. El mientras tanto tomaría un vaso de agua y regresaría a la cama. Miraba el dedo sangrante de Tessa y eso le robaba la tranquilidad. Si no podía ayudarla poco le hacía gracia mirarla ayudarse sola y negarse a que él la tocara siquiera. Bebió el vaso de agua y en silencio se disponía a regresar a la habitación sin embargo la voz de su esposa le detuvo y con esa cálida voz que tanto le gustaba preguntó: —¿Podemos enviar el cuadro para que lo reparen? —La foto se ha arruinado, si quieres otra nueva tendrán que hacerlo otra vez. No tiene sentido colocar un cristal nuevo si la imagen está rayada. Henrik ni siquiera volteó a mirarla pero después escuchó a su esposa moviendo el cuadro. No quería tirarlo, porque era un cuadro valioso para ella. —¿Qué haremos con él? —Ya no sirve, hacer lo que sea hace con las cosas que no sirven, Tessa, tirarlo a la basura—respondió como si fuera obvio pero cuando volteó y miró los ojos de su esposa supo que tal vez había usado un juego incorrecto de palabras. La observó desviar la mirada porque en aquel instante pensó que no hablaban del cuadro si no de otra cosa. Con un nudo en la garganta ella asintió y para reducir la tensión él le preguntó porqué el cuadro le era tan importante si podían reemplazarlo. —Fue el primer cuadro que pusimos juntos aquí Henrik, ambos lo colgamos en la sala de estar. Tal vez porque esta fotografía marcó que dejamos de ser Henrik y Tessa y pasamos a ser uno solo. Tiene un valor sentimental para mí. Henrik no pudo evitarlo y con el ego herido le hizo una pregunta que fue dura de responder para su esposa. El alemán estaba cansado, agobiado, con la cabeza a punto de explotarle y con cientos de palabras en la punta de la lengua, palabras que no pudo seguir conteniendo. —¿Crees que aún somos uno solo? Tessa sintió un nudo en la garganta. —Bueno, yo creo… —No, no lo somos—respondió él por su esposa—. No somos un matrimonio Tessa, esto se ha terminado desde hace meses pero es algo que ninguno de los dos se atreve a decir en voz alta por eso he decido ser yo quien lo haga. Me duele aceptarlo pero es la maldita realidad que nos embarga. Yo ya no se que hacer y parece que tu tampoco tienes intenciones de salir del dolor donde estas encerrada. No pienses que no me duele, lo hace, esperaba a cada uno de nuestros hijos con ansias pero no puedo encerrarme y dejarte perder en este laberinto sin salida que llamamos matrimonio. Te estás apagando, ambos nos estamos apagando. El labio inferior de la mujer tembló. Su esposo estaba utilizando palabras duras que ella no tenía valor de refutar, le dolía, claro que le dolía y bastante. Henrik no pudo soportar mirarla llorar así que decidió marcharse hacia la habitación, una habitación que no miró entrar a su esposa lo que quedó de la noche y en la que él tampoco pudo cerrar los ojos. Estando en aquel congreso médico había pensado en todas las soluciones, no quería regresar a casa y seguir viviendo como ambos lo estaban haciendo. No era vida en absoluto ni para su esposa ni para él. A veces había que tomar decisiones radicales en momentos desesperados y cuando salió el sol y abrió su maleta se encontró con una carpeta de papeles que llevaban al menos un mes en su casa. Los sacó de la maleta y los colocó al lado de la cama. Scheidungsantrag (Solicitud de divorcio). Tan solo mirar aquel papel le causaba malestar. Llevó las manos a su rostro y tomó un poco de aire esperando estar tomando la mejor decisión. No había que pensarlo, llevaba intentando tomar las opción correcta desde hacía un mes pero el amplio amor que le tenía a esa mujer le impedía cortar de tajo con su matrimonio sin embargo ya no había nada que hacer, ella no parecía tener amor por él, tal vez sí apreció pero no podía encadenarla de esa forma a estar pegado a él cuando sabía que le dolía tanto recordar. Los recuerdos la estaban atormentando porque él sabía todas las veces que su esposa se echaba a llorar siempre que miraba algo en aquel departamento que la hiciera recordar. Sentía que sus ojos le ardían al mirarla y no podía seguir permitiendo que su esposa se dejará envolver por el m********o y siguiera sufriendo. Debía continuar con su vida e intentar ser feliz porque después de tantos años estaba claro que no podría serlo a su lado. Se armó de valor, tomó los papeles y después se dirigió fuera de la habitación mientras su esposa preparaba una taza de café aún humeante y un puñal se instaló en su pecho cuando miró otra taza humeando con la misma intensidad. Era una tasa para él. —Guten Morgen (Buenos días). Te he preparado una taza de café, pensé que tal vez querrías un poco. Solo tiene una cucharada de azúcar, tal y como te gusta—le dijo su esposa con una ligera sonrisa acercando la tasa hacía él. Miró el semblante serio y agobiado de su marido y entonces frunció el ceño. Había pensado durante las horas de sueño que no pudo conciliar después de la caída del cuadro que lo intentaría, intentaría comenzar de nuevo y hacer que los engranes de su matrimonio corrieran de nuevo porque eso era lo que deseaba—. ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —Tessa—comenzó diciendo—. Quiero el divocio. En ese momento supo que lo acababa de perder todo.
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