CAPITULO 2

2851 Words
BERLÍN, ALEMANIA. Divorcio. La sola mención de esa palabra la destruyó. Sus ojos miraron de forma perpleja a su esposo y después a los papeles que le había dejado sobre la barra. Las palabras “Solicitud de Divorcio” parecía resaltar en letras doradas porque al parecer su esposo había solicitado la intervención de un prestigioso bufete de abogados de Frankfurt. Ella hizo como que no le escuchó y le acercó aún más la tasa. Henrik se sintió superado por su reacción, no le había dicho ni una sola palabra y su rostro tampoco dio mucha información. —¿Me has escuchado? Te dije que quiero… —Ambos estamos alterados, iremos a cenar y conversaremos esto, Henrik—dijo por fin girando su cuerpo para buscar azúcar y una pequeña cuchara—. Ambos estamos pasando por un mal momento, superaremos esto. Llevamos casados cinco años, no podemos echarlo todo a la basura. Sus ojos denotaban dolor y eso clavó una daga en el pecho del alemán. Henrik no podía seguir así. Ninguno de los dos podía retomar su vida, lo habían intentado durante dos años y no había funcionado. Era hora de dejar de luchar y de intentar algo más que los rescatara. El divorcio no siempre era una mala decisión, en ocasiones podía ser una ruta de escape. —No hay nada que superar, Tessa. Creo que es momento de que tú y yo tomemos caminos separados. Escuchame, los primeros años fueron magníficos pero lo que pasó después de eso nos destruyó a los dos. Si pudiéramos superar esto juntos lo habríamos hecho hace tiempo. Es momento de aceptar que hemos perdido esta batalla. Ella no podía estar más desecha. Miró a su alrededor y vió lo que pensó alguna vez sería su hogar hasta que muriera. Pensó en que envejecería con él y que cuando ambos fueran mayores tendrían una casa enorme, llena de nietos y por las tardes tomarían café y hablarían de lo buena que había sido su vida, incluso con los altos y bajos porque los matrimonios no eran perfectos. Los ojos de Henrik le hicieron ver que él estaba cansado y que los sueños que alguna vez tuvieron se habían apagado. Se apagaron desde que perdieron a su primer hijo. Tessa sintió un nudo en la garganta y sus piernas flaquearon, se sostuvo de la barra pero dejó caer la taza de café que tenía en sus manos haciéndola añicos. Henrik intentó ayudarla pero la mujer se alejó. —No, estoy bien. Si quieres que este sea nuestro camino creo que es hora de comenzar a ver las cosas a como son—murmuró en voz baja para evitar que su esposo se diera cuenta que su voz se estaba quebrando—. Te firmaré el divorcio. Supongo que tal y como has dicho es momento de aceptar que se ha terminado. Intentó parecer firme pero por dentro estaba muriendo lenta y dolorosamente. Se colocó en cuclillas para recoger los restos de la taza de cafe. Henrik deseó ayudarla a recogerlos pero sabía que solo encontraría una negativa. Había sido así desde hacía años y ya se había acostumbrado a ello. Él tambien estaba desecho pero lo ocultaba debido a su caracter un tanto frio, despues de todo, era alemán. —No tengo intenciones de hacer una pelea legal. No tenemos hijos—dijo esto ultimo con cierto dolor en el tono—, así que el divorcio sera sencillo. Te dare lo que me pidas por estos años en los que hemos estado juntos. Si quieres alguna propiedad o una cantidad pienso dartela. No lo decía de forma agresiva, de hecho, esperaba poder llegar a un acuerdo con su abogado y poder sacar una cantidad apropiada para su esposa. Habían sido cinco años juntos, cinco años donde él había crecido tanto de fama como de fortuna como medico y deseaba que ella, quien había sido parte de ello, tuviera una fracción porque había sido una buena esposa, al menos hasta que ocurrió lo que ocurrió. Tessa colocó los pedazos de loza sobre la barra. —No quiero tu dinero. —No es por dinero, es porque te corresponde. —No te preocupes, estaré bien. No deseo tu dinero. ¿Imagina lo que diría tu madre? La poderosa Becca Van der Meulen se desplayaría con grotescas oraciones durante esas cenas que lleva a cabo con sus amistades. “Tessa siempre fue lo que pensé, una mujer que solo quería el dinero de mi hijo” o peor “¿Qué tal con los Meier? Educaron una hija que no era más que una roba fortunas” Henrik no se sintió ofendido porque las palabras de su esposa sonaron exactamente como su madre las había pronunciado. Henrik tragó saliva. —No importa lo que diga mi madre, yo sé que no es cierto. No seas obstinada y escúchame. Hago esto porque es lo justo. Estuviste para mí durante todos estos años y creo que mereces una gratificación por ello. Tessa no podía estar más afectada y ofendida. —Ich tat das, weil ich dich liebte, nicht weil ich wollte, dass du mich dafür bezahlst. (Hice eso porque te amaba, no porque quería que me pagaras por ello.)—dijo ella en alemán para después encararlo—. No quiero dinero como compensación. No nos debemos nada. Estamos a mano si es que decir eso te hace sentir bien y sin ni una sola deuda. Me contactaré con un abogado porque ese es el protocolo a seguir pero le dejaré claro mi punto al respecto. Solo dame unas semanas para irme de la casa. En ese momento fue el enfado quien habló por ella. En su interior tenía una mezcla de enfado, decepción, dolor y rabia, no rabia hacia Henrik, rabia hacia el destino y hacia lo que estaba pasando. Quería irse lo más pronto posible, si le miraba la cara terminaría aumentando su martirio. Si iba a terminar que terminara ahora. —No tienes que irte, puedo hacerlo yo. —No, esta es tu casa. —Pensaba negociar contigo y dejarla a tu nombre. Tessa suspiró. —No quiero dinero, no quiero propiedades. No aceptaré ni un solo bien material. Yo trabajaré, tengo una profesión que amo. Me estás ofendiendo Henrik, creo que me subestimas demasiado. No había nada de eso. Solo quería que estuviera bien y que pudiera enfrentar el cambio con calma y tranquilidad. No deseaba dejarla desamparada o algo por el estilo pero eso parecía imposible cuando ella se negaba por completo a una negociación. No la sacaría de allí, porque Tessa era una persona obstinada y poco flexible y él lo sabía perfectamente. Claro que tenía una profesión, era una excelente pediatra y una de las mejores. La mujer lanzó los trozos de loza a la basura y después fue en busca de un paño para limpiar el café que había derramado sobre el mármol. —Esta bien, pero si lo reconsideras estaré abierto a una conversación y ambos acordaremos juntos lo que nos corresponde. —Gracias Henrik, aunque no creo que eso pase. Ella ni siquiera lo vió así que el alemán supo que esa conversación se había acabado. Dejó a su esposa en medio de la cocina y en cuanto lo hizo la mujer se derrumbó. Toda esa fortaleza y orgullo que había fingido quedó en la nada. Dejó caer su cuerpo y después metió su cabeza entre las piernas mientras sollozaba. ¿Como su vida había podido cambiar de una forma tan radical? Ahora tenía muchas cosas que pensar. Había aceptado el divorcio con facilidad. ¿Por qué? Porque al igual que su esposo estaba agotada. Si él le había pedido el divorcio era porque posiblemente sentía que no podía continuar a su lado y ella deseaba su felicidad aunque fuera a costa de su dolor. Ella no estaba siendo feliz porque ambos se habían encerrado pero Henrik si podía buscar felicidad en otro lado. Lloró amargamente pero en silencio, apegada a la loza de la cocina hasta que escuchó la puerta automática cerrarse anunciando que su esposo se había marchado. Miró el documento sobre la barra. Esa mañana había sido la más terrible de toda su vida. (...) Aquel día, Tessa ordenó a su secretaría cancelar todas las citas y asegurarse que sus pacientes pudieran tener acceso a un nuevo pediatra. Ella no continuaría más en el imponente hospital que le pertenecía a su marido. Así su orgullo hubiera sido menor, nunca habría podido aceptar continuar. Pensó lo que debía hacer. Debía presentar su carta de renuncia y comenzar a buscar otro trabajo fuera de Alemania. No pensaba quedarse. La primera idea que se le vino a la cabeza fue llamar a sus padres que estaban en Murren, Suiza, donde se habían mudado cuando su padre decidió dejar el trabajo y comenzar una pasión por la cerámica. Era un pueblo tranquilo, cargado de colores verdes y precioso. Sus padres no dudarían en darle una mano pues tenía años sin verla, desde que se habían mudado. Tessa miró el teléfono varías veces, no quería llamar a su madre porque le haría preguntas y posiblemente la incitaría a retractar su respuesta. Quería tomar una decisión sin la intervención de nadie y para ello debía guardarse el secreto pues las personas siempre querían dar una opinión, se pidiera o no. Tomó la decisión de no llamarles, cuando todo estuviera listo se iría y llegaría por sorpresa y allí podría contar sus más grandes penurias. Ella tuvo mucho tiempo para pensar. Henrik parecía tener más suerte pues el alemán tenía una habilidad sorprendente para olvidar sus problemas cuando trabajaba mientras que su esposa no parecía contar con la misma suerte. Durante todo el día recorrió la casa, había muchos recuerdos en las paredes de aquel lujoso departamento pero era hora de dejarlos ir. Cargada de dolor quitó las fotos de su boda y decidió guardarlas en uno de los cajones. No se las llevaría, las dejaría allí y que Henrik hiciera lo que mejor le conviniera con ellas. Nunca había sentido un vacío mayor como el que la embargó cada hora, cada minuto, cada segundo de aquel fatídico día. Cuando la tarde cayó se dió una ducha y se metió dentro de un cómodo camisón de seda. Terminó sentada en aquel sofá de la casa mirando la pantalla, pensando en que sería de las últimas veces que lo haría. Al día siguiente, pensaba, con más tranquilidad buscaría una habitación de hotel o un departamento. Suspiró para después dar un tragó a su copa de vino que había sacado de la alacena y hacer compañía a unos canapes. Usualmente no tenía apetito pero aquella tarde sí que tenía hambre. Estaba mirando un drama americano. Excelente, ahora sería una mujer divorciada. No es que tuviera algo contra las mujeres divorciadas, pero ella nunca se había mirado de esa forma. En su cabeza siempre imaginó su vida como esas películas románticas. De ese pensamiento romántico no quedaba nada, había terminado con ese papel que no había movido de la barra. Presa de sus pensamientos terminó bebiendo varias copas hasta que escuchó la puerta abrirse. Henrik había regresado y ella apenas y se había dado cuenta que la noche había caído. Las cortinas automáticas se corrieron y la sala estaba solo iluminada por la luz de la pantalla, sin embargo, cuando los pasos de Henrik resonaron cerca las luces se prendieron de forma automática solo para mirar a su esposa con una plancha de canapes, con el cabello despeinado y con dos botellas de vino a lado. Tessa volteó para mirarlo y después llevó un canapés a su boca. Perfectamente impecable y elegante como siempre. Henrik tenía una costosa gabardina sobre el dorso de su brazo y un perfecto conjunto le decoraba el fornido cuerpo que trabajaba diariamente en el gimnasio. Habría querido decir que se enamoró de él por la persona que era internamente y así había sido, pero no era tan hipócrita como para negar que su esposo tenía un cuerpo bien trabajado y unos brazos que eran un delirio a mitad la noche. Masticó lentamente en canapes y envalentonada por el alcohol le saludo. —Has vuelto. ¿Quieres un poco de vino? Henrik miró sus mejillas rojas y supo que había estado bebiendo. Dejó su gabardina sobre el sofá y entonces le quitó la botella del brazo. Era suficiente alcohol pues su esposa tenía una baja resistencia a él. —No quiero beber y creo que tú tampoco deberías seguir. —No estaba bebiendo, estaba acompañando mis canapés pero sabes que no soy muy buena con él y ahora siento el rostro caliente. No quiero que creas que estoy bebiendo por despecho o algo así. Si no quieres puedes ir a dormir o a darte un baño, aún me quedan varios por comer. La mujer le arrebató la copa de vino y la dejó a su lado. No había bebido mucho pero eso había sido suficiente para desinhibirse. Henrik terminó sentándose a su lado en aquel sofá. Al igual que ella había estado pensando muchas cosas y ahora qué regresaba a casa la realidad lo golpeaba con fuerza. Tomó la copa de vino y le pegó un trago a pico de botella haciendo que Tessa se quedará boquiabierta. Becca Van der Meulen hubiera enloquecido al mirar hacer algo tan poco elegante. Bebió casi media botella de vino de golpe y después soltó un sonoro suspiro. Estaba agotado mental y físicamente. —Voy a irme mañana—anunció la mujer—. No debemos alargar esto. Pienso que será lo mejor. Llevaremos el proceso separados para irnos acostumbrando poco a poco a que no hay un nosotros. Henrik volteó a verla. —No es necesario. —Lo es. No te preocupes, sé que no me estás echando así que no tienes porqué sentirte culpable. Tampoco quiero que me mires así hoy. Hemos vivido cinco años bien, no quiero que nuestro ultimo dia juntos sea cortante. Vamos a beber más vino y a comer estos canapés mientras miramos esta mala película que ni siquiera se como se llama. Después iremos a dormir como cada noche y listo. Henrik asintió. Ambos se quedaron en silencio mirando la pantalla mientras bebían una y otra vez vino. A la mujer de la película le llevaban flores y entonces Henrik no pudo evitar sonreír. —¿Qué pasa? —¿Recuerdas cuando te lleve flores y dijiste que no te gustaban?—preguntó—. Ese día pensé que lo que sabía de las mujeres se acababa de ir por la borda. Eras la primera mujer que escuchaba decir que no le agradan las flores. —Llevaste rosas. Me gustan los girasoles. —Te gustan los girasoles, eso lo sé. Dices que porque te encantan los días soleados y porque ellos siempre buscan el sol como nosotros podemos buscar la felicidad. Eres una mujer rara pero auténtica. Tessa sonrió recordando cuando su marido había buscado unos girasoles y había corregido su error con las rosas. Henrik era un hombre auténtico y había sido un magnífico marido. Ella no pudo comentar nada al respecto así que continuaron bebiendo hasta que una pregunta cruzó por su cabeza. —Si pudieras hacer algo hoy que es nuestro ultimo dia juntos. ¿Qué harías? El alemán se quedó en silencio. Tenía una respuesta pero no quería que su esposa se enfadara con él. Era algo demasiado lascivo a decir verdad y no quería que ella pensara que era un aprovechado, además, el alcohol estaba pensando por él. —¿Quieres que sea sincero? —Claro. —Me acostaría contigo por última vez. Tessa no pudo evitar quedarse pasmada ante su revelación pero no pudo evitar sentir que su corazón bombeó con más fuerza al escucharlo. ¿Cuánto tiempo tenían sin dormir juntos? Bastante tiempo, tanto que había perdido la cuenta. Henrik tenía los ojos fijos en el televisor porque sabía que su esposa le estaba mirando como si le hubiera salido una tercera cabeza. Henrik pensó que le diría que había perdido la cabeza pero entonces pronunció una respuesta que le dejó atónito: —¿Entonces por qué no lo hacemos? No quiero que mañana salga por esa puerta y comencemos con los arrepentimientos de lo que pudimos haber hecho por última vez. Creo que es válido despedirnos. ¿No crees? El alemán sintió la boca seca y después se quedó rígido cuando vió a su esposa moverse. Tessa subió sobre su regazo instigada por el alcohol pero también por el deseo de hacerlo, pues en cuanto su marido había dicho lo que deseaba los recuerdos de las buenas noches que habían pasado juntos ocuparon su cabeza. Deseaba sentir eso una última vez. Él puso las manos en la cintura de su esposa y después acercó su boca a la suya. Esperaba que ella apartara el rostro o se arrepintiera a último momento pero entonces le besó. Un beso necesitado por todo ese tiempo que tenían sin probarse, un beso deseoso que desencadenaría sentimientos más intensos que el solo simple anhelo.
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