BERLÍN, ALEMANIA. Becca estaba hecha pedazos. Permanecía dentro de la cama en la habitación de aquel departamento que Baunk había rentado para ella. Estaba perdida entre muchos sentimientos, por un lado no tenía cara para mirar como su reputación estaba hecha trizas por las columnas de prensa que alguna vez alabaron su buen gusto por la moda y su exquisito modo de atender a la gran sociedad de Frankfurt en los enorme eventos caritativos que organizaba para dejar en alto el apellido de su marido, pero lo más importante y que no la dejaba siquiera dormir era la ausencia del calor de Johan que llevaba mimetizándose en aquel departamento. Lo extrañaba, lo extrañaba en verdad. Escuchó el sonido del timbre y se levantó de la cama para después enrollarse en un gran camisón de seda. Tenía
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