GINEBRA, SUIZA. El bebé lloraba. Henrik suspiró y entonces terminó bajando de la cama y de su esposa para atender a su pequeño hijo que parecía haber arruinado el buen camino que llevaba la noche. El bebé movía sus pequeñas manos y solicitaba posiblemente el calor de alguien que lo arrullara y su padre no pudo negarselo. Era un pequeño gloton pues no dudo en aceptar el biberon y en beberlo como ansias. Había comido hacía poco pero parecía no haberlo hecho durante dias. Tessa se cubrió con las sábanas no sin antes sonreír burlonamente en dirección a su marido quien parecía un tanto molesto. Henrik volteó a mirarla pero la encontró recostada nuevamente y eso le indicó que había perdido su oportunidad. —Me debes una falta demasiado grande, Gerald, que no se me olvidará con facilidad.