Capítulo 5

1734 Words
Pasaron los días, semanas. Carolina sin hablar con nadie y ese tiempo le sirvió para tomar una decisión. Debía dejar atrás sus sueños de tener un hogar con niños y un marido bueno y leal. Eso ya no podría ser. Ni se vengaría de su ex haciendo una locura. Debía retomar algún estudio, trabajar y no hacer planes. Nada de planes. Lloró mientras comía pastel, lo hizo sin darse cuenta y su tía Margarita le tomó su mano y la apretó. —Tranquila Carolina, esto pasará, y tú eres una mujer única, bonita e inteligente. Orlando fue el que perdió la gran mujer que eres. Y te podrás conseguir un hombre que en verdad te quiera, te valore y sobretodo te respete. Ella secó sus lágrimas con rapidez y bebió agua fresca. —No es por Orlando tía, me ha decepcionado tanto que ya no siento nada por él, me ha llamado muchas veces, hasta ha dicho que me buscará... Al diablo con él, me engañó, y no fue solo porque durmió con esa actriz fue porque me hizo creer algo que no era. Ya no me duele eso... Sino haber perdido a mi hijo por su culpa, eso nunca voy a perdonárselo, sabía que era un embarazo de alto riesgo, de repente comenzaron los sangramientos y debía quedarme en cama, tranquila y ver ese video, verlo a él con otra... Eso fue lo peor para mí tía, no lo otro... Pensar en ese bebé que no pudo nacer, que murió por su culpa... ¡Después de tanto que lo busqué! Quería tanto tener hijos, una familia tía... Tía Margarita la abrazó y la consoló diciéndole que era joven, que no renunciara a ese sueño. Carolina se puso pálida, no había día que no llorara por ese bebé y sabía que eso no era bueno, la doctora que la atendió días atrás se lo había dicho. Por momentos sentía que estaba embarazada, era muy rara la sensación, un vacío que le hacía mucho daño y también el odio que sentía que Orlando era el responsable de todo. Pasaron los días, las semanas y comprendió que debía buscarse un trabajo con urgencia y acababa de decidirse. Necesitaba un cambio, algo que la sacara de esa horrible tristeza, ese desánimo por todo. Tal vez su oferta estuviera en pie. Sabía que era una locura pero... Necesitaba un cambio y fue Maria quien la animó a hacerlo y prometió mantener en reserva su decisión. Carolina regresó a la oficina en mayo más recuperada pero distinta. La joven que entró en su despacho había cambiado, estaba más pálida y seria y notó que ya no tenía esa luz de enamorada del comienzo. Eso era bueno, en parte lo era... Sus ojos la miraron como si fuera una aparición, no podía creerlo. Ella había regresado y lo hizo porque así lo decidió, en el momento en que comenzaba a resignarse y a pensar que jamás volvería a verla. Notó que se acercaba con cierta timidez como si le costara dar ese paso. —Buenos días Señor Hunter yo... No sé si su ofrecimiento... Él la miró con fingida frialdad. —Señorita Fuenmayor. ¡Qué sorpresa! Creí que no vendría. Por supuesto, tome asiento por favor. Bienvenida al Grupo Empresarial Global Hunter y Compañía. Carolina, no sabía si estaba feliz o no de volver a verla, se preguntó si realmente había estado tan entusiasmado con ella en el pasado y también qué demonios estaba haciendo allí. No se sintió segura de estar haciendo lo correcto. Bueno, siempre había hecho lo correcto y no había resultado. ¡Al diablo! ¿Qué importaba? Necesitaba el trabajo y se quedaría en casa de la tía Eva, lejos del que había sido su apartamento con Orlando. Este se había marchado a Estados Unidos hacía una semana y se quedaría allí por algún tiempo según le había avisado su tía pues iba a filmar una película. Una noticia estupenda, ojalá se quedara allí y no lo viera nunca más en su vida. Los primeros días se sintió algo extenuada trabajando con Deiby, pero más animada. Necesitaba estar ocupada para no pensar tanto. Echaba de menos a su tía sí, pero la llamaba todos los días y no la afectó mudarse al apartamento de su tía Eva. Una hermana de padre, era algo solterona pero muy discreta. Jamás le hacía preguntas ni la controlaba. Pintaba, le gustaba irse de viaje cuando se aburría y siempre tenía planes para los fines de semana, más que ella que se quedaba mirando películas o durmiendo todo el día. Su nuevo jefe resultó algo exigente en cuanto a puntualidad y comenzó a pedirle que anotara todo en su agenda y se lo recordara. Pasaban mucho tiempo juntos, pero no tenían roces, al contrario, y en ocasiones estaba sola en la oficina porque él se reunía con sus otros socios a puertas cerradas. La compañía estaba en un mal momento, lo sabía por ciertos comentarios infiltrados, supuso que era una crisis pasajera, tenían una inversión casi millonaria en el mercado de bienes raíces así que si perdían algunas libras... ¿Qué importaba? . A veces se sentía algo extraña en la oficina, no era por él... Era un hombre discreto, frío y muy reservado y ahora que trabajaban juntos lo veía distinto. Solo que en ocasiones la atacaba la nostalgia y se preguntaba ¿qué demonios hago aquí? Debería estar en casa con Orlando, esperando el nacimiento de nuestro hijo. Esto es un horrible sueño, no pudo pasar, todo cambiará cuando despierte y... Suspiró. No, no era una pesadilla. No era un sueño absurdo, a pesar de sentir lo contrario. Porque a veces la realidad es absurda, la vida cotidiana no se parece a nada real ni humano ni ... Maldita sea, debía quitarse esos pensamientos de la cabeza. Debía aceptar lo irremediable. Un mes después Deiby Hunter, entró en su oficina y encontró llorando a Carolina, terriblemente angustiada y lo miró secando sus lágrimas con rapidez. —Disculpe, no sé qué estoy haciendo aquí, esto me agobia a veces, recién entró una señora con un bebé buscando a su esposo y yo... Perdóneme. Él se acercó y le tendió un pañuelo, tenso por la situación y apenado al verla tan desdichada. —Siéntese por favor, ¿Desea beber algo?. No esperó a que le respondiera y fue por un vaso de agua. Debía hablar, decir algo para convencerla de que debía quedarse a pesar de sospechar que había sido excesivo para ella. Reciente. Un duelo reciente; el bebé, su marido, su matrimonio y un proyecto de vida como se le llamaba vulgarmente, un proyecto de vida que había fallado... —Tranquila, llore si le hace bien, no se preocupe. Suspenderé todo por hoy, puede regresar a su casa si lo desea. Carolina secó sus lágrimas y lo miró. Sabía que era el peor momento de su vida y que estaba sola para enfrentarlo y superarlo. Por qué diablos no podía volver la página y... De pronto lo miró distraída y notó una mirada distinta en sus ojos, compasiva, casi tierna y tembló. Él siempre se había mostrado distante, frío, solo un par de veces lo había pillado mirándola. —Gracias, es que creo que estoy un poco estresada señor Deiby, quisiera tomarme unos días de descanso. —Está bien, tómese unos días, pero regrese por favor. La joven sonrió agradecida, murmuró una disculpa y se alejó con prisa. Estuvo días sin aparecer, una semana entera y luego, al lunes siguiente apareció, más recuperada y dispuesta a quedarse. Él tembló al verla, tenía la sensación de que era como un huracán que amenazaba con abandonarlo y regresaba como un amigo fiel, entusiasta y moviendo la cola casi. Bueno, tal vez podía considerar un pequeño avance en su conquista solo que debía ser muy cuidadoso para no arruinarlo todo. Ahora al menos era su secretaria, era algo tangible, y a su alcance... No, todavía no estaba a su alcance. —Señor Deybi, disculpe, necesito que lea este contrato, temo que hay algo que no me da buena espina en una cláusula. La voz de ella lo despertó y de pronto vio sus ojos luminosos y tiernos y parpadeó encandilado. ¡Vaya! Le habían hecho muy bien esas vacaciones, se veía animada, despierta y sus ojos tenían un brillo especial. Un brillo que le recordaba algo... ¡Dios santo! ¿Acaso había regresado con la sabandija de su ex? ¿Por eso lloraba ese día y necesitaba alejarse? ¿Pero ese tipo no se había marchado del país hacía tiempo? Entonces ¿habría regresado? ¡Maldita sea! Debía averiguar qué había pasado. Qué extraño, había creído que ella lo observaba, que escuchaba sus conversaciones como si... Estuviera estudiándolo. Y él por supuesto se mostró muy natural y hasta formal hablando de su familia, sus padres y sus gustos por la vida sencilla al aire libre... Era un seductor nato y en ocasiones se preguntaba por qué todavía no la invitaba a salir, o daba un paso más. No. Temía ser rechazado. Ella no estaba preparada para comenzar una relación, y no era de las mujeres solteras que podía salir con hombres sin ninguna culpa. Hasta hace poco era una dama casada y con un hijo en su vientre, el mundo era un lugar seguro y maravilloso pero un día lo perdió todo y eso no era fácil de superar, para ninguna persona en realidad. Cualquier persona se sentiría al borde del precipicio ante tanto desengaño y tragedia, porque nada pudo ser peor para ella que soñaba con un hogar feliz, repleto de niños y un marido compañero, leal y fiel... Pero ahora estaba soltera y disponible para ser conquistada. No, todavía no. Sufría altibajos, llegaba alegre y en el correr del día su ánimo cambiaba. Leyó el contrato y llamó a su abogado, sí, había algo misterioso en cierta cláusula, mejor sería pedir consejo profesional antes de firmar nada. Esa firma de socios era una lata, pero los necesitaba. —Gracias señorita Carolina, ha estado usted brillante...—le dijo. Ante esas palabras ella se sonrojó y lo miró con esos ojos castaños tan tiernos, dulces, dejándolo eclipsado por completo. Y cuando al atardecer se retiró, dejó todo cuanto tenía pendiente para seguirla. Ardía de celos pensando que iría a encontrarse con su ex, o que este había ido a buscarla al trabajo...
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