Capítulo 4

1614 Words
Deiby, por más que lo intentaba no podía dejar de pensar, en Carolina de hacerse preguntas y varias veces estuvo por llamarla, sí, era más fuerte que él, no podía evitarlo. Estaba sola, triste y tal vez desesperada. Un día sin soportar más ese desasosiego la llamó al celular. Demoró en atenderle y al hacerlo su voz se oía débil, abatida. —Señor Hunter —Hola Carolina, lamento mucho lo que te pasó y quería llamarte para saber cómo estás. —No muy bien. Necesitaba alejarme, todo fue muy triste para mí y ahora... Estoy en casa de mi tía en Mirepoix. ¿Y Usted?... ¿Tal vez necesita algo del trabajo? —Oh, no, no la llamé por eso solo porque me enteré de su tragedia y quería... No se preocupe por el trabajo ahora... Hay momentos en la vida muy difíciles pero quiero decirle que mi oferta sigue en pie, si desea regresar más adelante... Si necesita algo por favor avíseme. Ella vaciló. —Le agradezco mucho Señor Deiby pero no sé qué haré ahora, todo se ha desmoronado, no sé ni dónde estoy parada. Me despierto y no sé qué hago aquí...—su voz se quebró y lloró—Disculpe. Él aguardó un momento y le habló con mucha calma. —Carolina, por favor, déjeme ayudarla, usted no tiene a nadie ahora y yo... Tengo medios para conseguirle un buen puesto y también... —No necesito el dinero, no es por el dinero... Mi vida no la resuelve un buen trabajo, debo... Debo buscar un nuevo rumbo a mi vida, hacer cosas, tener nuevas metas y no sé... No tengo las fuerzas para tomar ninguna decisión, me he mudado a Canterbury con mi tía y no podría... Creo que no podría regresar a la ciudad en un buen tiempo, le agradezco igual su ofrecimiento y su preocupación. —Comprendo sí... Pero si cambia de opinión le ruego me llame, o venga a la empresa, siempre habrá un lugar para usted. Además, ¿Qué hará en ese pueblo Señorita Carolina? —No lo sé... Alejarme fue mi prioridad, tomar distancia. No tengo planes. Esas fueron sus palabras. Tomar distancia, alejarse. No quería trabajar, dijo que no necesitaba hacerlo y sin embargo era muy eficiente en todo, necesaria en la empresa... Él quería verla y quería que regresara para poder estar con ella y saciar ese deseo intenso y salvaje. Se moría por ir a verla a Mirepoix. ¿Qué haría Carolina en este estado de tristeza y depresión? Bueno, no era su novia, ni su asistente, trabajó en su empresa y... Tomó su celular y suspiró. Ese día no podría concentrarse en nada, mejor sería salir a almorzar, ir a un restaurant, distraerse pues en ese estado no soportaba quedarse encerrado. Carolina se puso muy nerviosa cuando vió en su teléfono móvil que la llamada era de Deiby Hunter. Y le cayó un tembló en todo su cuerpo al oír la voz de Carlos Aldana. La había llamado. Su amiga Maria, había dicho que ese hombre estaba loco por ella, que quería sexo y algo más, porque a esa altura debía estar enamorado. Ella no le había creído, Maria exageraba por supuesto. No, al principio no se dio cuenta de nada, vivía en una nube; recién casada, y tan enamorada, pensando que el mundo era un lugar maravilloso ¿Qué iba a fijarse en uno de los socios mayoritarios de la empresa ni tampoco notar que él la miraba con insistencia? Ahora, meses después y con su mundo romántico hecho pedazos lo que menos deseaba era regresar a trabajar con ese hombre cuya sola presencia la turbaba. Había en él tanta vitalidad, magnetismo y era muy viril. Todo lo opuesto a su ex, no habían dos hombres tan opuestos aunque ambos compartían una pasión en común: el amor por las faldas. Solo que jamás habría esperado que Orlando, fuera así, era un hombre tan cálido, amoroso, compañero... ¡Diablos! Todavía lo extrañaba y era incapaz de odiar su recuerdo. ¡Tantos años juntos! ¿Cómo pudo hacerle eso?. Y con una de esas actrices operadas y de cabeza hueca. Una de esas actrices que querían pescar al director joven con un futuro prometedor. Pues ella jamás se habría enterado de no haber recibido ese video a su celular; un video que parecía una de esas películas condicionadas. Fue entonces que los pescó, mientras ella estaba en la cama sufriendo malestares por su estado, a quietud porque había empezado a tener sangrados. Sufrió una conmoción entonces al ver que era su marido el hombre que estaba con esa mujer, se desmayó y luego por su culpa perdió a su bebé. Su mundo se había derrumbado, sus sueños, y el hombre que ella creyó su príncipe azul ya no existía, y lo peor de todo; era que él le había echado en cara que nunca quería tener sexo. Porque claro, solo eso le importaba, no los años que habían compartido juntos sino un rato de cama. Y pensar que iba a tener un hijo suyo, pero nada le detuvo para irse, al parecer no todas las personas valoraban a una esposa fiel y buena, compañera. Tolerante con sus cambios de humor, su depresión, siempre estaba allí como amiga, amante, confidente. Se había casado con él porque lo creía diferente, se habían conocido en un museo, hacía más de seis años y con él tuvo su primera relación seria, duradera. A él se había entregado en cuerpo y alma, y le había dado todo. Ese al parecer fue su mayor error. Las que daban todo terminaban pateadas. Eso decía su tía Margarita y tenía razón. Ahora no quería que la compadecieran ni nada. Tampoco quedarse en un rincón a llorar, quería hacer cosas, abandonar esa desagradable depresión que la envolvía. El viaje a casa de su tía Margarita, el cambio de aires le había hecho mucho bien. Mirepoix era una ciudad mística y tenía parajes tan bonitos... Necesitaba desesperadamente alejarse y no tener que verlo nunca más. No le daría otra oportunidad. Que se fuera con su zorra rubia, al parecer era una arribista y complaciente, con implantes en todos lados y conocía bien su oficio. Su tía Margarita entró entonces quejándose de la niebla. Menuda y regordeta, su rostro parecía algo tenso. —¡Ay Carolina querida, qué tiempo tan horrible! Frío, lluvia y ahora niebla. ¡Odio el invierno! El invierno aquí es tan cruel. Pero claro, los sureños dicen que ellos se la pasan mucho peor. La miró con ansiedad mientras guardaba el paraguas y depositaba en la mesa un inmenso pastel de chocolate para animar a su sobrina. ¡Pobrecita, estaba tan pálida, qué maldad lo que le había hecho su marido! ¡Orlando!. No podía creerlo, ese que parecía que no mataba ni una mosca, lo comprabas por bueno. Una boda tan bonita y ella que pensó que su sobrina estaría cuidada y que ese hombre era maravilloso. En fin. Hoy día esas cosas pasaban todo el tiempo, era lo que siempre le decía la señora Aida, de la tienda de regalos. Solo que jamás pensó que le ocurriría a su pobre sobrina, huérfana al cumplir los nueve años. Merecía ser feliz, tener quien cuidara de ella en el futuro. Tía Margarita suspiró y se sentó mientras su sobrina sonreía y ponía los platos y cucharas para comer el pastel de chocolate. La notó más animada, con más color. Y no tardó en enterarse del motivo. La había llamado el Señor Deiby Hunter, su antiguo jefe, o casi jefe. —Bueno. ¿Y qué le has respondido? —quiso saber interesada mientras comía un trozo de pastel. Ella se sonrojó incómoda. —No puedo aceptar tía, no quiero regresar a la ciudad y ver a Orlando. Me buscará, no ha dejado de llamarme, de llorar arrepentido. Realmente no soporto tanta presión. No volveré con él. Su tía asintió comprensiva. Sabía todo lo que había sufrido su sobrinoa, ella la había criado luego de morir su hermana y su marido en un trágico accidente. La muy pobre ya había padecido mucho en esta vida. —Oh querida, debes ir, si te ofrece un buen trabajo te hará bien, te mantendrá distraída. Que es lo que necesitas ahora. Sabes que me gusta que estés aquí un tiempo y puedes quedarte todo lo que desees pero... Ella se sonrojó incómoda al hablar de ese hombre, siempre le había atraído y se había sentido culpable por eso. Luego pensó “Bueno, cualquier mujer se sentiría incómoda al verse cortejada por un hombre tan atractivo y seductor”. Para decirse al final “Debiste seguirle el juego, si hubieras sido un poco zorra tu marido te habría valorado y no te habría cambiado por otra como lo hizo”. Excepto que ella no era así. Nunca habría aceptado irse a la cama con alguien del trabajo ni con un desconocido. Siempre había sido tímida y también criada de una forma algo severa. Su tía siempre tuvo terror de que se convirtiera en otra adolescente embarazada y con la vida arruinada; en ese pueblo había una epidemia de embarazos, divorcios, suicidios por deudas, ¡vaya, al parecer todo lo malo ocurría en ese lugar! O eso afirmaba su tía Margarita . Así que ella la crió como la habían criado a ella “Anda con chicos si quieres pero que ninguno te falte el respeto, aprende a valorarte por favor, si permites que te falten el respeto, dirán que eres una ramera. Te dejarán embarazada y con muchos problemas, porque un hijo sin padre y con una madre inexperta es todo un problema
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