Había mucho que hacer una boda, lleva mucho tiempo en su organización. Y por supuesto no era cualquier matrimonio. Era la boda del CEO de la publicidad, dueño de revista y demás. Y de una de las familias más ricas de Francia.
Lo primero que Deiby hizo fue llevar a Carolina, al mejor restaurante de París. Al Le Ciel de París, allí cenaron Boeuf Bourguignon. Y brindaron con champagne Blanc y Blancs. Y por supuesto no podia faltar el anillo de compromiso, diseñado por Lorraine Schwartz, con un diamante de corte esmeralda, de disiocho kilates.
Carolina sorprendida por el anillo lo primero que hizo fue abrazar a Deiby.
Tenían tanto que hacer que Deiby le dijo que podía tomarse unos días libres en el trabajo, para preparara la mudanza.
Carolina se mudó una semana después y pensó que sería bueno probar. El apartamento de soltero cambió con su llegada y poco después las cortinas de seda lucían moñas, y había manteles, flores frescas en los floreros y un olor femenino muy seductor en todos lados. Su perfume, su olor, le encantaba y no se sintió molesto en absoluto por los cambios. Un día llegó exhausto y sintió un olor delicioso y una música de Lara Fabián, que se llama " Meu Garnde Amor". Y la encontró en la cocina y esa escena le encantó. Qué agradable sorpresa, es llegar a casa y encontrar a su mujer preparándole una suculenta cena, hecho con sus manos corriendo a él contenta como si no lo hubiera visto en años, siempre lo recibía así; alegre y entusiasta.
Deiby la abrazó la sentó en sus piernas mientras probaba con un trozo de pan, la salsa para la pasta que está cocinando,estaba deliciosa y lo había hecho con tanto amor y dedicación, para él... Era maravilloso llegar y encontrarla, se había acostumbrado a que hiciera algunos cambios, le había preguntado si podía cambiar cortinas y de pronto sintió que ese apartamento de soltero por el que habían pasado tantas chicas ahora era un nidito de amor, como ella le gustaba llamarlo y tenía razón.
Carolina, lo había cambiado al principio con miedo, preguntándole si podía cambiar cortinas y algunas cosas. No le molestaba que hiciera algunos cambios, y que le cocinara le encantaba, nunca antes una mujer le había cocinado nada... ni siquiera aquellas con las que tuvo una relación más cercana. Pero ahora, después de la pasta. Un maratón de sexo toda la tarde. Eso era lo mejor de tenerla en casa, nunca se negaba ni le dolía la cabeza, siempre quería y él solo deseaba disfrutar por adelantado de esa luna de miel.
Los preparativos de la boda iban muy bien, nada podía salir mal, sus padres estaban contentos y su hermana estaba en Londres y no asistiría, nada podía ser mejor. Ahora solo quedaba discutir el tema del contrato. No le agradaba demasiado ese asunto pero sus abogados dijeron que era lo mejor, tenía una compañía, una fortuna y si enfrentaba una demanda de divorcio debía dejar estipulado los detalles... Pero no quería pensar en eso, solo vivir el presente y sentir nada podría arruinar la felicidad.
—Te amo Deybi, nunca antes... Nunca antes sentí algo así por un hombre, eres maravilloso—le dijo ella emocionada mientras hacían el amor. Sabía que era verdad. Deiby la había despertado y la había hecho adicta a él, al sexo y ahora era una mujer nueva; una mujer enamorada. Dulce, apasionada, había aprendido a complacerle, a entregarse a él sin reserva ni vergüenza y eso no había sido sencillo, lo sabía.
—Te amo Carolina y solo te pido algo; no cambies, no dejes de ser así conmigo dulce, tierna y apasionada. Por favor, nunca antes tuve una mujer así en mi vida, pero llegaste tú y me cambiaste, me hiciste desearte tanto... Ella lloró al oír sus palabras, no podía evitarlo, era una mujer sentimental por naturaleza y pensó que estaba viviendo un sueño y que estaba enamorada por primera vez y eso era tan maravilloso, como un sueño sí, y no quería despertar, nunca querría dejar de sentir que vivía un sueño...
Carolina, tenía que escoger un vestido y quería algo distinto, se había casado con Orlando, con un vestido blanco que parecía una túnica, ahora sus gustos habían cambiado, quería algo romántico, de amplias faldas; elegante y romántico . Y por supuesto él color blanco no era una de sus opciones.
La madre de Deiby, le había obsequiado un precioso collar con un dije del escudo familiar, que decían era una tradición familiar, porque simbolizaba el amor eterno y lo recibió emocionada. Fue durante el fin de semana que pasaron en la mansión del bosque, sin la hermana y sin invitados, solo sus padres y hermanos, y algunos primos pasaron un rato agradable. Suspiró al recordar mientras se probaba el vestido y la diseñadora Celestina Agostino con un grupo de modistas hacían algunos ajustes al vestido. Al fin habían podido recorrer la mansión y sus alrededores, Deiby, fue de casería y ella disfrutó la naturaleza pensando que le habría gustado mudarse a esa casa un día y llenarla de niños.
La madre de Deiby, había quedado encantada con la idea; y se lo dijo. Dos niños era muy poco, por lo menos tres o cinco. Él la había mirado asustado por la sugerencia. Y a solas cuando le obsequió el collar le dijo:
—Eres especial querida, lo que mi hijo necesitaba; una mujer que lo enamorara y lo hiciera feliz. Nunca me agradaron las otras chicas, eran muy huecas, y de haberse comprometido con alguna de esas modelos, me habría dado algo.... Esas palabras la habían emocionado, la habían hecho sentir especial. Qué lindo era ser aceptada, que le dieran las gracias por encaminar a su hijo. —Disculpa, somos algo tradicionalistas, soñamos con ver a nuestros hijos casados y felices y hoy día nadie se casa, ya lo sabes y los matrimonios tampoco duran. Pero sé que Deiby, te ama y está loco por ti, de lo contrario jamás te habría pedido matrimonio. Él dijo que nunca se casaría, que no le interesaba y yo decía “Uno más de la familia, que convertiría en un solteron, un hombre joven guapo, con tanto amor para dar, qué triste que termine así ..” Y luego habían reprendido a Deiby por dejarla trabajar. —Es tu prometida y pronto tú esposa, no puedes dejar que trabaje, debe estar en casa cuidando a tus hijos—había dicho su madre furiosa. Él rió diciendo que todas las mujeres trabajaban porque se aburrían en la casa, que estaban en una época moderna. Deiby, jamás le habría prohibido nada, excepto quedarse embarazada sin consultarlo, en realidad le gustaba tenerla el trabajo, a veces se veía obligado a estar casi diez horas y la extrañaba. Ella quería estar con él, lo echaba de menos y sentía pena al verlo llegar estresado y exhausto, pero no podía quejarse, sus padres y hermanos estaban muy contentos con la boda, excepto su hermana... Pero ella estaba de viaje así que no importaba que no asistiera a la boda. Su tía Margaret, estaba feliz, había conocido a Deiby, hacía cinco semanas y pensaba que era un hombre perfecto; guapo, galante y rico. ¿Qué más podía pedir?. Además se notaba a kilómetros que estaba loco por su sobrina, hasta un ciego podía darse cuenta, esas habían sido sus palabras. Era feliz por su sobrina Carolina, la niña que había criado, al fin tendría un hombre con todas las letras y ella lo adoraba, se notaba, ¡estaban tan enamorados! Cuando salía de la Tienda de la diseñadora Celestina Agostino, fue a encontrarse con su amiga a una cafetería, le sobraba tiempo hasta que Deiby fuera a buscarla para ir a lo de su abogado.
Algo de un acuerdo matrimonial, cosas que hacía la gente adinerada... no le preocupaba eso, bueno, en realidad no era una trepadora que planeaba sacar ventajas de un matrimonio con un hombre adinerado. En fin era Deiby, quién le había pedido matrimonio no fue ella la que lo acosó con ese asunto y lo habían conversado. “Querida, no es por ti, es por la empresa, hay una cláusula de la compañía que... obliga a firmar un acuerdo para que la empresa no sufra luego...” Esas habían sido sus palabras, riesgo de quiebra por demandas millonarias de divorcio al mejor estilo Hollywood. Le costaba creer que algo así ocurriera en Francia, pero imaginaba que eran simples precauciones. Sin embargo esa tarde, luego de reunirse con una vieja amiga en un café lo notó serio, algo tenso mientras iban a la oficina de su abogado. Pensó que era una simple formalidad. Un hombre joven muy agradable aguardaba con el contrato ya redactado para que lo leyeran con calma.
Carolina, miró a su alrededor, la oficina era tan lujosa que tenía un montón de empleados y uno de ellos les ofreció un té. Le fue entregado el contrato a Carolina, quien leyó el contrato y se saltó todas la formalidad del comienzo y habría deseado firmar sin tener que leer todas esas páginas pero de pronto vio cláusulas que la espantaron. No podía ser, decía que en el caso de divorcio él tendría la tenencia y tutela de los hijos hasta cumplir la mayoría de edad, y que no podría reclamar esto ante un juez... Los vería algunos días en la semana pero no podría... Luego estipulaba cantidades importantes en caso de divorcio pero ¿Qué le importaba a ella el dinero?.
—Deiby, yo no puedo firmar esto, sabes cuánto deseo tener hijos... Miró al abogado que llegó en ese momento con cara de loco seguido de otro que también tenía un aspecto tétrico, horrible. Imaginaba que en su bufet se cocinaban toda clase de acuerdos desventajosos —No firmaré esto, esta cláusula de los niños, es... Infame y arbitraria y cruel. Jamás entregaré a mis hijos como si fueran una propiedad de la Familia Hunter. Deiby, sostuvo su mirada sin mostrarse ofendido ni afligido.
—Es solo por causa mayor, si lees aquí es en el caso en que sufras alguna adicción peligrosa, o te fugues con otro hombre. Son situaciones extremas y lo que hago amor es defender los derechos de nuestros hijos, es lo que cualquier persona sensata haría. Sus ojos castaños que siempre eran tan dulces se agrandaron, no, no podía creer que él defendiera una cláusula tan horrible y estúpida.
—¿Y tú crees que sería capaz de hacer algo como eso? Y dime ¿Quién me defenderá si eres tú el que se enloquece con otra mujer, si me abandona, si al final comprendes que el matrimonio no era para ti? Escucha Deiby, esto es insultante, es espantoso y no lo firmaré ni puedo creer que puedas pensar que yo haría algo para perjudicarte. Mejor será que olvidemos todo este asunto, si tienes tanto miedo mejor sigue siendo un soltero codiciado lleno de chicas para salir.
Tomó su cartera, su saco y se levantó y caminó hacia la puerta cuando él la llamó.
—Carolina, lo prometiste, dijiste que no volverías a actuar como adolescente, que hablarías conmigo. Ella lo miró al borde de las lágrimas, herida, así se sentía, esos malditos abogados había
elaborado un contrato para proteger no solo la compañía de la Familia Hunter, eso lo entendía, sino a él, por si se casaba con una vulgar oportunista, una ramera cruel que terminaría abandonándolo tarde o temprano. Y él que jamás había querido tener hijos ¿Ahora se preocupaba por su futuro? Pues no, lo hacía para fastidiarla, para que tuviera que aguantar todo con la amenaza de que se los quitaría. Maldita sea, no firmaría ese contrato.
—Es que no tengo nada más que decirte Deiby, me traes aquí a que firme un acuerdo pre matrimonial, algo que todas las mujeres firman cuando se casan con un Hunter, al parecer ninguna tiene amor propio ni se siente acusada de trepadora oportunista. Pues yo sí me siento insultada, y tampoco me preparaste, me trajiste aquí sin siquiera hablarme de esas cláusulas ni preguntarme qué pensaba. Y no esperes que me quede a conversar porque estoy furiosa y herida, ¿Entiendes?.
Salió del edificio y no pudo detenerla, miró a los abogados, furioso y luego leyó el contrato con detenimiento. Sí, tenía razón, la forma en que estaba redactada esas cláusulas finales eran patéticas, ofensivas.
—¡Son un desastre! Ofendieron a mi futura esposa con esto, ¿Qué rayos estaban pensando? Ellos se miraron.
—Señor Hunter, su familia redactó este acuerdo, solo obedecíamos órdenes además... Es para proteger a sus descendientes, cuando hay divorcio, si no se toman previsiones las esposas se fugan con los hijos y los hombres pierden todo derecho. Los juicios son lentos. Comprendo que ahora está enamorado y no esté en sus planes divorciarse Señor, pero los divorcios suceden, los sentimientos pasan.
—Pues debió disimular esa cláusula, hacerla parecer menos desagradable.
El abogado de rostro rosado, sudaba profusamente cuando Deiby, le dijo que gracias a su imprudencia ya no habría boda ni acuerdo, ni nada. Y maldita sea sabía la razón, su padre había hecho ese acuerdo no solo para defender la compañía y la herencia sino porque su hermano mayor había cometido la tontería de casarse con una trepadora que se llevó sus hijos fugándose con otro hombre rico a Estados Unidos y su hermano había perdido todo contacto con sus hijos hasta que años atrás gracias a la insistencia de esos abogados los había recuperado. Pero fueron años de lucha y amargura y luego de eso, todas las mujeres y hombres que entraron en la familia firmaron ese acuerdo. Comprendía que no era agradable en absoluto, debía buscarla, ¡maldición!
Carolina, no tuvo valor para regresar al apartamento, solo quería alejarse de Deiby y todo lo que le recordara ese hombre. Así que pensaba que ella era una zorra oportunista que lo abandonaría cuando se aburriera de él. ¡Vaya sorpresa se había llevado! Ella que nunca le había importado su fortuna, que solo había tenido un esposo antes que él y que esos meses juntos había dado todo de sí. Debía llevarse sus cosas y olvidarlo, no tenía opción. Esa familia tan afectuosa le había redactado ese contrato “Porque todas las esposas firman” si no; ¡no hay boda! Así que a firmar; porque si llego a convertirme en zorra pues tú te quedas con los niños. No podré llevármelos porque solo soy una incubadora, una compañera de cama con el título de esposa. No soy nada más que algo necesario hasta que tú Deiby Hunter, decidas lo contrario. Y ellos también lo pensaban, entonces eran iguales a Sofía. Todos eran unos hipócritas.
Detuvo el taxi en su apartamento, no se iría a casa de su tía, no podía saber que esa boda no iba a celebrarse, la mataría de la decepción. Luego con más calma le contaría todo... Debía escapar de Deiby, no quería que la convenciera, o que la obligara a firmar ese acuerdo. Llegó a su apartamento y solo pudo echarse a llorar desesperada, estaba tan triste, tan deprimida. No tenía ganas de nada pero sabía que debía tomarse un vuelo a otro país o volvería a caer al escuchar la voz de Deiby. Nunca antes había vivido una relación tan tormentosa, eso era casi un romance infernal y tuvo la sensación de que las cosas no cambiarían porque al final siempre terminaban peleando. Esta vez ella tenía razón, ¿Cómo esperaba que lo firmara sin decir nada?. Estaba loco si pensaba que ella firmaría algo así.
Fue a darse un baño y a salir, no quería que Deiby, la encontrara en ese estado, triste y sensible. Él le había dicho que si volvía a escapar o a comportarse como adolescente rebelde la dejaría pues ella no pensaba volver con él; nunca más. Al parecer eran de mundos diferentes y ahora se preguntaba por qué diablos le había pedido matrimonio si pensaba que era capaz o que podía ser capaz con los años de abandonarlo, dejarlo por otro hombre y huir con sus hijos.
Deiby la llamó al anochecer pero Carolina, se había calmado y miraba una película, no, no iba a atenderlo. No se dejaría engañar de nuevo ni tampoco se quedaría la vida llorando. Sus planes eran irse de Francia lo más pronto posible.