Capítulo 3

3083 Words
Los meses fueron pasando. Y Deiby Hunter, seguía saliendo con mujeres pero no había logrado llevarse a la cama a Carolina. Estaba furioso, se sentía frustrado y con los nervios a flor de piel. Había sido una apuesta, un desafío y lo iba a perder. Bueno, no es que apostara una fuerte suma con nadie, lo había hecho para sí mismo. Porque al parecer su bella Carolina seguía enamorada de su marido, recién casada, enamorada, satisfecha, al parecer había imaginado que lo miraba o deseaba tener una experiencia exótica con el playboy de la oficina. En ocasiones las mujeres eran así: parecían interesadas, pero luego decían que no. Y seguía esperando una maldita oportunidad con esa mujer, le gustaba mucho y deseaba tener una noche de sexo ardiente, y en realidad no sabía por qué estaba tan obsesionado en conseguirlo, debió rendirse y no entendía por qué... Al parecer no tenía esperanzas y perdía el tiempo. Bueno, en la vida siempre había una primera vez para todo, hasta para ser un idiota. Por momentos se sentía lo que alguien llamaría “Un Don Juan Destronado". Y luego se decia a sí mismo. Cómo que tengo que hacerme la idea de buscarme otra mujer". Sin embargo habían existido acercamientos fugaces, momentos, instantes en lo que conversaron, compartieron un ascensor y cierta intimidad. Bueno, eso no significaba nada, no había habido avances, ninguno... Con esos pensamientos caminó hasta el ascensor y de pronto tropezó con la mujer que lo tenía tan loco y suspiró, estaba preciosa, el cabello, sus ojos inmensos, tan dulces y esa blusa blanca ajustada enseñaba sus encantos... Lo saludó sonriente, simpática, rara vez ella le sonreía y de pronto la vio correr, alegre y ansiosa. Muy pronto se enteró del motivo. Carolina lo había conseguido; estaba embarazada y eso le sentaba tan bien que estaba más hermosa que nunca. ¡Qué locura! Preñada y de otro hombre; de su marido. Vaya, así que ese Orlando demostraba que era capaz de engendrar... Suspiró y le ofreció una copa de agua durante el brindis que hicieron a media tarde por la próxima navidad. Ella sonrió agradecida, pero no había nada de coquetería en su expresión sino felicidad; intensa, sublime, como si quedarse embarazada fuera lo mejor que le había pasado. Bueno, supuso que las mujeres solían ser así, algunas se volvían obsesivas. Era joven para querer ser madre. ¡Y el hijo no era suyo, por suerte! ¿O debía decir: qué lástima?. En un momento tuvo la esperanza, la tonta esperanza de que su feo marido fuera estéril, sufriera impotencia o fuera un desastre como amante. No era atractivo ni... sentía rabia al pensar en ese hombre tocándola. Tonterías, la cabeza le fallaba, no podía pensar esas cosas, ni por asomo convertirse en un faldero de una mujer, en uno de esos enamorados a la antigua que se conformaba con besar la mano de la mujer que adoraban, con ser amigos y estar allí; viendo la felicidad ajena... Llegó la ansiada navidad y Deiby Hunter pasó la navidad junto a sus padres, en una cómoda mansión de Francia. Le hizo bien alejarse, descansar y olvidar un poco el trabajo, y también a Carolina y ese deseo furioso, frustrado y de difícil satisfacción. Porque ahora, preñada sabía que sus esperanzas eran más que remotas; por no decir, imposibles. Antes llegó a tener cierta fantasía de “Un día hay un brindis, la embriago y le ofrezco ayuda para hacerle un hijo”. La voz de su madre lo despertó de esos pensamientos. —Deiby, hijo. ¿Cuándo nos presentas a tú novia?. Tienes treinta y cinco años, hijo, ya es hora de que busques una esposa como tus primos... ¡Que cosa!. Siempre le decían lo mismo. ¿Cuándo te veremos con una novia? Y no contentos luego preguntaría; ¿Y cuando te casarás? ¿Todavía no tienes un hijo? ¿Y el segundo? —Nunca mamá... Ni novia ni casamiento, déjame en paz, estoy perfectamente así—respondió él. Su madre lo miró con su mejor cara de tragedia y su padre también, puso cara de disgusto mientras su hermana Sofía se burlaba. —No te preocupes mami, alguna astuta se quedará embarazada para atraparlo, siempre ocurre... Si no se casa por las buenas “lo cazarán por las malas”—dijo. Allí estaba su hermanita entrometida. Claro ella se reía de todo; era una modelo famosa, tenía veinticinco años y nadie le decía que estaba vieja y debía casarse, al contrario, a ella le decían “no te apures querida, escoge bien, si no lo haces luego te divorcias y te quedas sola y con tres hijos”. Él en cambio era un solterón que debía buscar una esposa cuanto antes. Observó el paisaje frío, la cena servida y pensó en ella. Se preguntó si estaría con su marido, haciendo el amor o simplemente tendidos conversando. Pensaba demasiado en ella, se estaba involucrando de forma mental, algo que habría deseado evitar, pues conocía los peligros... El brindis, las bromas y cuentos de sus primos, nada logró animarlo. Estaba cansado, estresado y no dejaba de pensar en ella. Pasó la navidad, el año nuevo. Y Carlos debió viajar a Escosia para concretar la compra de su residencia campestre. Estuvo ausente de la empresa más de una semana y al regresar, se enteró que Carola estaba embarazada, y pensó que ahora era más difícil seducirla. Encontro a Carolina radiante, había en sus ojos una luz, nada la hacía más feliz que ser madre. Sus ojos dulces lo miraron un instante, mientras entraba en su oficina con el informe que había pedido sobre los últimos negocios durante la semana en que había estado ausente. —Buenos días, siéntese por favor, en su estado no es bueno que esté parada—le dijo. Ella obedeció y él observó la luz de su cabello, sus ojos, como si fuera un ángel. No se notaba sus barriga todavía, bueno, al parecer solo tenía tres meses y no había faltado más que unos días por malestares, el embarazo le sentaba muy bien y un día vio en su oficina un oso blanco muy tierno que alguien le había obsequiado al enterarse de la noticia. Leyó el informe y esta vez la hizo esperar para ver qué hacía. Los primeros minutos ella permaneció quieta, con la mirada fija en cualquier cosa menos en él, luego comenzó a sentirse nerviosa, como si estar allí sentada la alterara de alguna manera. En varias ocasiones sintió su mirada y luego de pasar diez minutos tuvo ganas de irse, buscar una excusa, movía sus manos nerviosa, inquieta. Y entonces, de repente sus miradas se unieron un instante, él le hizo una pregunta y ella lo miró como si no hubiera entendido. Y ante la intensidad de sus ojos, de lo que había escondido allí Carolina no pudo sostener su mirada, se sonrojó mientras decía “¿ Perdón? Disculpe, no le he entendido Señor Hunter”. Él le obsequió una inesperada sonrisa mientras miraba sus labios con deseo. La deseaba sí, estaba loco por ella y no le importaba nada que fuera casada ni que estuviera preñada de otro hombre. Para Deiby, Orlando no existía, no era nadie, solo un comodín, un oportunista afortunado que había llegado antes y solo había aprovechado la ocasión. Y si Carolina respondía a su deseo, si lograba conquistarla, llevársela a la cama... —Le preguntaba si quisiera mejorar su sueldo y trabajar para mí ahora, mi primo está a punto de realizar un viaje por el continente y estará ausente un buen tiempo y creí que sería buena idea... Por supuesto le ofrezco el doble de lo que le paga él. La proposición la tomó por sorpresa y no supo qué decir, dio algunos rodeos y de pronto murmuró que en realidad no esperaba quedarse en ese trabajo cuando su embarazo estuviera más avanzado, comenzaba a sentir cansancio y en ocasiones malestares... Deiby se puso serio. ¡Oh, rayos! —Pero Señora Carolina. ¿Dejará usted el trabajo?. Tendrá muchos gastos. Ella sonrió, el dinero no era problema para ella, tenía su herencia y su marido era director de cine, no trabajaba por dinero sino para estar activa. . —Debo cuidar mi salud, el dinero no es problema para mí Señor Deiby. Le agradezco su ofrecimiento, no deseo que crea que no lo valoro ni... Me agrada trabajar en esta empresa. Cuando se marchó sintió que la rabia lo devoraba, no podía creerlo, ¡Acababa de perder una oportunidad formidable! Sí, lo había hecho. Su última carta acababa de ser tirada a la basura, y eso no le hacía ni pizca de gracia. Bueno, debía estar loco, obsesionado, y encaprichado. Ella lo había rechazado con mucha delicadez. Era una mujer casera, nada ambiciosa y luego de quedarse embarazada su rendimiento había bajado como si ya no le interesara... ¿Es que solo quería encerrarse en su casa a criar niños? ¡Como si vivieran en el siglo pasado! No trabajaría para él, y peor aún: en poco tiempo se iría porque comenzaba a sentir cierto cansancio... Nada podía ir peor. Bueno, la culpa era de él, por insistir... Debía olvidarla y sin embargo: "Por Dios, no era capaz de alejarse, ignorarla"... Lo hacía pero luego volvía a verla, y no hacía más que estar pendiente de su delicado estado. Empezaba a entender que no era capaz de poner fin a ese asunto ni deseaba hacerlo. La veía casi a diario, la tenía en su oficina, conversaban y era verla y ceder un día más, aguardando, esperando como un tonto el momento en que su sueño se hiciera realidad. Excepto que algunos sueños nunca se alcanzaban y empezaba a creer que ese sueño en particular era casi imposible. Una noche, sintiéndose atrapado en su propia trampa se encontró con una vieja amiga. Jhoana fue un encuentro casual, se vieron en un bar, tomaron unas copas y la llevó a su apartamento. Es que necesitaba aliviar tanta tensión y estrés, tanta locura romántica sin esperanzas... Nada más entrar, rodaron por el apartamento como dos desesperados. Los ojos claros de la rubia rieron cuando él abrió su bragueta para recibir caricias de urgencia. Casi había olvidado cuánto hacía que no estaba con una mujer. El trabajo lo tenía muy absorbido y ahora quería desesperadamente una mujer. —Vaya, siempre tan guapo... No te has olvidado de mí eh?—dijo ella antes de engullir su m*****o como si fuera el dulce más tentador y delicioso. Oh, sí, era grandiosa... maravillosa... la atrapó y gimió al sentir como se perdía en ese interior húmedo. Loco y excitado, momentos después la tendió en la alfombra, tenía urgencia de hacerlo y no fue muy delicado al comienzo. —¡Oye, ve despacio, la tienes muy grande y la mía no aguanta!—se quejó Jhoana. Él murmuró una disculpa mientras controlaba un poco la excitación. Sí, no era la primera que se quejaba. Y maldita sea, cuando entró en su cuerpo sintió que volaba y pensó en Carolina, pensó en ella, siempre lo hacía, hasta en los momentos más inoportunos. No quería hacerlo, pero al parecer todavía quería llevársela a la cama una noche y no se rendiría. Maldición, nunca antes había deseado tanto a una mujer ni tampoco... Necesitaba un trago. El sexo solo le daba una satisfacción momentánea, física y nada más. Un alivio como comer o beberse un trago de whisky. Jhoana se incorporó y se vistió. Debía irse... pero antes tomaría un trago. De pronto le habló de su nueva película, él no le prestó atención, luego de tener sexo con esas mujeres fingía oírlas pero lo que quería era que se fueran. Sin embargo escuchó algo que lo hizo parar la oreja. Vaya, qué pequeño era el mundo. —Tengo algo para proponerte preciosa...—dijo entonces. Ella pensó que quería más sexo. No, no era sexo esta vez... El invierno se había adueñado de Francia y el frío era tan intenso que muchos empleados agarraron gripe y faltaron. Deiby jamás se tenía siquiera un resfriado y lo aburría notar que todo el trabajo se atrasaba y temió que Carolina, también estuviera enferma, pues hacía días que no la veía en la empresa. Y un buen día, al entrar en su oficina su primo lo esperaba, estaba pálido y era quien lo tenía muy al tanto de todo lo que le ocurría a Carolina. Al verlo así sospechó algo y su corazón palpitó al enterarse de la tragedia; la joven acababa de perder su embarazo y estaba internada. No era grave pero... y le recomendaron quietud. Nada pudo hacerse y luego sufrió una crisis nerviosa —Pero eso no es lo peor amigo, su marido llamó diciendo que no regresará. Que su esposa está muy triste o tal vez quiso decir deprimida, y no quiere saber nada del trabajo ni de nada... Esas fueron sus palabras. ¡Maldito mequetrefe! Se quejó Deiby. ¡No podía ser!. Carolina debía regresar, no la dejaría encerrada y deprimida con ese marido que no sabía lo que estaba perdiendo. ¿Es que ese tipo no pensaba?. Deiby era un hombre muy paciente cuando le interesaba algo; empezaba a descubrirlo. —Lo lamento primo, creo que esta vez has perdido...—dijo Manuel muy colorado. Él lo miró. —Todavía no... Luego de unos días podrías llamarla, eres su jefe ¿O no? Debes preocuparte y decirle gentilmente que regrese, que le hará bien. Manuel no estuvo de acuerdo. —Ha tomado su decisión, no puedo hacerla cambiar de idea. —Vaya, con razón tu mujer te lleva de las narices a esas fiestas de la iglesia evangélica y hace lo que quiere contigo, eres un tonto Manuel Aldana!—le dijo. Su primo pelirrojo no se ofendió, al contrario, se rió de su comentario. —Bueno, yo al menos tengo una esposa mientras que tú no haces más que picotear con esas flacuchentas una vez por semana. —Te equivocas, no son flacuchentas, son todas unas zorras y tengo lo que deseo sin tener que rogar ante nadie, ni tengo que ir al templo ni correr como perro con dos colas cuando una mujer se digna a rascarme la cabeza. —Basta ya... Deja de decir tonterías, algún día te casarás y seré yo quien me burle de ti. Solo quería avisarte para que sepas lo que ha pasado, ahora debo irme. Deiby suspiró. Estaba furioso, no podía creer lo que había pasado. Dejó escapar una maldición. Vaya, ¿Quién iba a imaginar que perdería a su bebé? Se veía tan bien, tan saludable. Bueno, debía hacer una llamada con urgencia así que mejor olvidar ese asunto por el momento, su primo no iba a hacer nada y solo quedaba esperar... Estuvo de mal genio durante varios días, no hacía más que preguntar cómo estaba ella. Maria se volvió su informante. Esa chiquita rubia era muy sexy y muy zorra, sabía que se acostaba con Jhonatan un gerente de otra sección. Se encerraban en su auto, en su oficina en la hora de descanso... Sin embargo María no tenía mucho que decir. —Está deprimida, no lo supera bien, no sé... Se había hecho muchas ilusiones, quería mucho a ese bebé—le dijo entonces. —¿Y no dijo nada de regresar? —No... No quiere ni oír hablar del trabajo. Semanas después supo por una conversación que escuchó... Sí, ahora también se dedicaba a espiar; que se había marchado de Francia sin su esposo. Habló con su primo con urgencia, debía averiguar qué le había pasado a Carolina. —Se ha ido de Francia sin su esposo, creo que pelearon, María no ha podido enterarse. —Llámala con cualquier excusa; tú eres su jefe—le recordó. Su primo lo miró con fijeza. —Estoy a punto de irme de viaje Deiby. ¿Lo olvidas? No puedo hacer esto, deja en paz a esa chica, olvídala por favor. Estás obsesionado y loco. ¿No te habrás enamorado?. Lo mandó al diablo pero luego estuvo haciendo averiguaciones. Al parecer la amiga del trabajo era su confidente. Fue así que se enteró algunos días después y de buena fuente, sabía que se habían separado. Él tenía otra. Ella dijo que no lo perdonaría y había huido al sur, a la ciudad de Mirepoix a casa de su tía. La misma que la había criado porque Carolina era huérfana desde la adolescencia, perdió a sus padres en un trágico accidente aereo. Debía llamarla, estaba pasando por un mal momento, debía sentirse sola, decepcionada y muy vulnerable. Acababa de perder a su bebé y también a su marido. No, no era un buen momento para acercarse, ¿Qué diablos estaba pensando? —Deiby, déjala en paz, debe estar sufriendo. Aguarda un tiempo y luego la llamas y le ofreces de nuevo el trabajo.—su primo tenía más sentido común, en realidad era el único capaz de tener la cabeza fría en todo ese asunto. Deiby, lo miró como desconcertado, no sabía qué hacer. Por un lado sentía que era una oportunidad, que de repente y por encanto todo se resolvía para estar con ella. Porque intuía que ahora que había abandonado a su marido nada podría interponerse y... —Además—la voz de su primo lo despertó de sus pensamientos—no olvides que su marido también irá tras ella. ¿Crees que la dejará ir tan pronto? ¿Por una aventura con alguna actriz? Sí, tenía razón, no debía correr como un perro lanudo detrás de Carolina, debía darle tiempo. No era un buen momento para ella, necesitaría estar sola y... En su mente todo estaba ordenado, o casi ordenado. Pero durante días luchó consigo mismo como un loco para no tomar el primer vuelo a Mirepoix para ir a verla. Llevaba semanas sin verla, y tal vez fuera ese el momento... “No, no puedes delatarte, ni hacerle ver que has estado espiándola” le decía una voz sensata. “Vas a cagarla estúpido, lo echarás todo a perder si vas, ella sabrá que lo sabes todo y...” Carolina se había ido, ya no era parte de su vida, había renunciado al trabajo, y lo hizo por mail, ni siquiera había llamado. No quería verlo, ni siquiera pensaba en él. Y ahora sin su bebé y con su matrimonio destrozado. ¿Qué sería de ella?
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