Capítulo 15

1822 Words
—Voy a ser super intenso — dijo Pedro acariciándole la espalda, sintiendo esos ojitos avellanas clavados en su rostro —, pero, ¿podemos pasar el día juntos? No quiero que te vayas — pidió haciéndola sonreír. —Tengo que ir a mi casa a cambiarme, a saludar a mis viejos, aunque sea. Si querés, me pasas a buscar tipo una y comemos algo por ahí — ofreció haciéndolo torcer el gesto. —¿Querés que te lleve a tu casa y te espero? —No, tranqui, me pido un Uber. Acordarte que, se supone, estoy en lo de Mari — explicó. Pedro suspiró resignado y la atrajo contra su cuerpo. Ya habían hecho tres rondas de sexo completamente placentero, pero él quería más, necesitaba más. —Bueno, pero no te voy a llevar de vuelta hasta la noche — sentenció sabiendo que, el lunes, poco se verían ya que entre el trabajo de ambos y la facultad de la muchacha, poco tiempo les quedaría. —Tengo que repasar para el final — explicó ella entre suaves risitas. —Traete las cosas y repasás acá. Juro no molestar, es más, te cebo mate. —Me parece el plan más perfecto del mundo — respondió elevando su carita para mirarlo directo a esos ojos tan bonitos. —Te amo — volvió a decir él, arrancándole de nuevo el aire de sus pulmones ante tan hermosas palabras. —También — respondió y lo volvió a besar con ganas. Bueno, les quedaba un poco de tiempo para una última ronda antes que Guadalupe debiera volver a su casa. —-------------- Estaba profundamente dormido, cómodamente acostado en su cama mientras la mañana avanzaba fuera de esa habitación. Estaba demasiado bien hasta que un pequeño cuerpo cayó sobre el suyo. Puteó un poco y se removió solo para encontrarse con la enorme sonrisa de su hermanita, esa misma que hacía meses no veía. Sonrió sin pretenderlo y se movió un poquito para darle espacio a Guadalupe. —Contame — pidió aún adormecido. —Ahora estamos juntos. Me dijo que me amaba y estoy estúpidamente feliz porque vamos a pasar el día juntos — escupió casi sin respirar. —Se te nota feliz, de eso no hay dudas — dijo con la voz ronca de sueño. —Además es el que tiene la pija enorme — susurró. Sí, ahí estaba la Guadalupe que habían perdido, ahí estaba retornando con todo su esplendor y los pocos filtros que la caracterizaban. —No quería saberlo — respondió intentando parecer ofendido. —Pero ya te lo conté — rebatió divertida. —¿Ahora hacen reuniones sin mí?— preguntó Majo desde la puerta de la habitación, solo a unos pasos de la cama. —Volví con el chico del pene gigante — confesó Guadalupe y su hermana mayor rió ante tan ocurrente frase. —Me alegro por vos — respondió divertida. —¿Pueden ir a hablar de pijas en otro lado? Yo quiero dormir — gruñó Emanuel. —Vamos, hermanita — dijo Guadalupe saliendo del cómodo lugar que su hermano le había ofrecido —, éste seguro que ni cogió anoche — agregó para luego reír ante la puteada de su hermano. —Se te ve feliz — dijo Majo abrazando a la menor de la familia una vez que estuvieron fuera de la habitación de Emanuel. —Lo estoy, gracias. Aunque vos no te quedás atrás — agregó divertidísima. —Leo me hace bien, qué te digo — respondió y la abrazó un poquito más antes de liberarla y encaminarse a la cocina en busca de unos buenos mates que tomaría en el balcón, al sol de ese precioso domingo. Guadalupe sonrió y se metió rápido en su habitación, necesitaba bañarse y arreglarse para dejar todo listo y a la espera de que viniera por ella. Sonrió como una idiota al ver que un nuevo mensaje, de su hermoso Pedro, le llegaba. "Mi almohada tiene tu perfume", escribió el morocho y luego envió una foto de él aferrado a dicho objeto, con la nariz hundida en el mullido almohadón. "No es justo, yo no tengo nada con tu perfume", respondió seria. "Tengo muchos perfumes, después me decís cuál te gusta más y te doy alguna cuestión con ese". Al instante la mente de Guadalupe maquinó miles de formas en las que probaría aquellos perfumes, porque sí, no se iba a conformar con olerlos de los frascos. —----------- —Una semana sin estar con vos es una mierda — envió en un audio Leo y ella se aguantó la risa. ¿Tan tierno iba a ser? Al parecer sí porque no pasó ni medio minuto que el portero de su departamento anunciaba una entrega a nombre de la mayor de la familia. Majo, intrigada como nunca, bajó rápido hasta el recibidor y se encontró con un gigantesco desayuno junto a una pequeña notita que contaba con un único nombre escrito. —¿Acaso te hicieron de dulce de leche a vos?— preguntó subiendo con aquella bandeja que apenas podía cargar con una sola mano. —Soy adorable, qué te digo — respondió con falsa soberbia Leo. —Quiero que sepas que mi familia se va a devorar todo esto. —Por eso es tan grande, así lo podías compartir — respondió y ella sintió ese nudo apretarle la garganta. En cuatro años de relación Máximo nunca le envió más de dos desayunos, jamás pensó en su familia y, mucho menos, se preocupó por cada pequeño detalle como lo hacía Leo. No, no los comparaba porque sólo habría un claro ganador, sino que se volvió a preguntar por qué aceptó estar, durante tantos años, al lado de un infeliz del calibre de Máximo, que, con suerte, se acordaba de su cumpleaños y algún que otro aniversario, nada más. Ahora lo entendía, lo veía bien claro, Leo se lo estaba mostrando, le explicaba, sin palabras, cómo era el amor del bueno, del que te hace sentir segura, apreciada. Leo le regaló una nueva perspectiva a la vez que le robaba el corazón. Dios, ahora se sentía idiotizada por aquel morocho. Entró a su casa y recibió la mirada confundida de sus padres. —Leo — dijo —. Es para que lo compartamos — agregó dejando la bandeja en la mesa familiar, esa que estaba en el mismo espacio que los sillones y aquella tele que poco se usaba. —Me cae bien ese Leo — respondió su padre sentándose en la mesa y observando la sonrisa boba de su hija mayor, de esa que había perdido demasiado tiempo con un idiota cualquiera, pero él, junto con su esposa, habían decidió que no se meterían en las vidas de sus hijos si éstos no se lo pedían. No, no por eso se quedaban en silencio, es más, Majo conocía por demás las posturas de sus padres, pero no le matarían la cabeza diciendo una y otra vez lo mismo. Majo sonrió y volvió a mirar su teléfono pensando que el precioso bajista había respondido, pero, en cambio, se topó con una mención en una historia perteneciente a su ex, mención en la que sólo se veía una pulsera que ella le había regalado por algún aniversario, mientras que esa canción de Los Piojos, esa con Mimi Maura que hablaba de una mina que era acompañada por alguien que no la merecía, que ella debía estar al lado de él; se escuchaba de fondo, acompañando la patética imagen de aquel objeto que él jamás usó, ni una sola vez, porque si lo hacía delataría su estado de no soltería y, por todo lo que más quería, Máximo no permitiría aquello. —¿Todo bien?— preguntó su madre sentándose a su lado. —Todo bien — dijo y bloqueó el celular. "Hay un imbécil que espera una foto familiar con cierto desayuno", escribió Leo y golpeó con fuerza a Luca que reía a su lado. ¿Tan infeliz iba a ser su amigo? —Perdón, pero no puedo creer que mandaras un desayuno para toda la familia. —No te pregunté, asique cerrá el orto — respondió notando que su mensaje no había sido leído. —Ya mañana volvemos y vas a poder coger de lo lindo con ella — dijo Luca —, ahora relajá que no te hace bien tanto estrés — aconsejó. —El infeliz del ex la menciona en sus historias, todo el tiempo, y le manda mensaje. ¡Son cuatro años los que estuvieron juntos!¿Y si ella… Y si… —Calmate — pidió Luca abrazándolo fuerza. A veces el cantante olvidaba las terribles inseguridades de su amigo —. La flaca está hasta las manos con vos, tranqui — dijo y lo apretó un poquito. —¿Vos decís? —¡Sos boludo! Claro que sí, si no te saca el ojo de encima cuando están juntos. Vos tranqui — confirmó seguro Luca. —Puede ser… No sé… Estoy muy enganchado, boludo, y si me deja para volver con el ex… —No va a hacer eso, confía un poco en ella. Y ahí Leo lo entendió, estaba siendo un imbécil porque con su actitud de mierda lo único que hacía era dudar de ella y, no, no dudaba ni un poco. —¡Maiia!— gritó y vio a su amiga aparecer por la punta del enorme micro que los transportaba hacia la capital de San Luis, para dar el último concierto que les quedaba antes de volver a casa. —Decime — respondió la morocha. —Necesito que me hagas una historia así, bien bonita, donde salga con Majo. —Mmm… Leo, ¿estás seguro? Mirá qué si la mencionas le van a caer los periodistas para preguntar qué onda. —Mierda, es verdad — susurró pensando con todas sus fuerzas. —Si querés blanquear tu relación con ella, creo que primero le tendrías que preguntar — aconsejó la morocha. —Puta, encima el forro del ex… —Tranqui, no le da ni bola a lo del ex. Es más— susurró Maiia sentándose a su lado —, dice que no entiende por qué perdió tanto tiempo con el infeliz —confesó revelando aquello que Majo le había contado en el grupo de w******p, mismo grupo que también incluía a Luna. —Igual me hace enojar el pelotudo. —No le des bola — dijo Luca —, ya la perdió para siempre porque mi amigo se la está comiendo bien bonito — masculló apretándole las mejillas como a un chiquito. —Tan infeliz — rió Leo un poquito más aliviado. Bueno, apenas llegará a Mendoza, después de hacer el amor con la hermosa Majo, le preguntaría si estaba todo bien con revelar su relación al mundo, si no le molestaba tanta fama y cosa que venía con el pack de ser su pareja. Dios, esperaba que no le molestara.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD