Después de un momento de confusión y dolor, decidí que era hora de enfrentar a Daniel y aclarar las cosas. Tomé mi teléfono y me levanté de la mesa, decidida a encontrarlo y hablar con él. Caminé hacia la terraza del restaurante y, entre las mesas llenas de gente, vi a Daniel y a aquella mujer riendo. Mi corazón se aceleró y, con cada paso que daba, sentía que mi valentía se convertía en una fuerza imparable. Finalmente, llegué frente a ellos, con la mirada decidida y los ojos llenos de determinación. Daniel notó mi presencia y su rostro cambió de sorpresa a preocupación. —Daniel, necesitamos hablar —dije con una mezcla de firmeza y vulnerabilidad en mi voz. La mujer que lo acompañaba me miró y, notando la tensión en el ambiente, decidió alejarse discretamente. —¿Qué sucede, Angie? —p