Contrario a lo que Marko quería para su mañana, tuvo que soportar la visita de Sara a primera hora. Le disgustó encontrar que Valentina se había marchado y no le informó.
Tomaba el desayuno en silencio, sorpresivamente, Sara no tenía mucho para decir, todo lo contrario a como siempre se comportaba, se le veía nerviosa, como si ocultara algo.
—¿Qué te pasa? —preguntó Marko.
—Nada, ¿por qué? —Sara fingió tomar de su taza de café.
—Estás nerviosa, te sucede algo, te conozco bien. ¿Qué estás ocultando?
Una gota de sudor corrió por la frente de Sara. Echó su cabello en la espalda, llevaba un buen rato acomodándose el cabello, primero de un lado, después del otro y así…
—Oh, por favor, no me pasa nada, estoy estresada por los preparativos de la boda —mintió ella—. Deben arreglar el vestido, me queda un poco grande, al parecer he bajado algo de peso, es algo bueno, pero entorpece un poco los preparativos cuando estamos a tan poco para la boda… —Esta vez sí bebió un sorbo de su taza de café.
—Vamos, por favor, ¿otra vez con esto? Creí que ya lo habíamos hablado.
Sara le dio un fuerte manotazo a la mesa, sorprendiendo a Marko.
—Sí habrá boda —gruñó ella—. Contrario a ti, yo tengo muchas cosas que perder si esa maldita boda no se da. No seré la burla de todos. Te vas a casar conmigo te guste o no.
Marko apretó la mandíbula con fuerza.
—¿Realmente te quieres casar con un hombre que te engaña? —soltó Marko con ironía—. Anoche Valentina estuvo aquí, pasó la noche conmigo y no logras imaginar cuánto lo disfruté.
—Eres un… —gruñó Sara mientras sus ojos se inundaban de lágrimas.
—Si no quieres ser la burla de todos, cancela la boda de una vez por todas o consíguete un hombre que ocupe mi lugar.
—Ah, dile lo mismo a tu padre cuando se entere que vas a cancelar la boda. ¿Esto le beneficiará o no a la asociación que la compañía Rumanof tiene con nosotros?
Marko se cruzó de brazos, recostándose al espaldar de la silla de madera. Se veía imperturbable.
—Me parece que ustedes serán los mayores perjudicados de dejar nuestra asociación —comentó.
Sara volvió a manotear la mesa y de un salto se levantó, produciendo que su silla cayera al suelo.
—Eres un maldito. ¡¿Cómo puedes elegirla a ella antes que a mí?! —estalló—. ¡Te vas a arrepentir de esto, jamás podrás estar con ella, ¿entendiste?! —Desplegó una sonrisa malévola y volvió a la calma—. ¿No te parece extraño que Valentina esté contigo después de que le asesinaste el esposo? —Esto sí pareció perturbarlo—. Oh, todo esto es tan retorcido, le mataste al esposo y ella… ¿lo acepta y se acuesta contigo? Si fuera mi caso, si el asesino de mi esposo llegara a ponerme un dedo encima me daría tanto asco y repulsión… Una mujer en sus cabales jamás se enamoraría del asesino de su esposo.
—Cállate de una maldita vez —gruñó Marko.
—Esa mujer está ocultando algo, Marko, ¿cómo no puedes darte cuenta? Lo más probable es que se esté vengando de ti y tú has caído en la trampa.
—¡Que te calles! —restalló Marko y se levantó de su puesto, la tomó de un brazo con fuerza, haciéndola retorcerse del dolor—. No vuelvas a hablar de Valentina, tú no la conoces.
—La conozco lo suficiente para saber que ella no te ama, —gruñó Sara— todo este tiempo ha estado cerca de ti porque tú la obligas, te tiene tanto miedo que no es capaz de decirte realmente lo que piensa de ti. —Dejó salir una risita—. Debe estar en este momento planeando tu muerte, hacer que pagues por la muerte de Lorenzo. ¿Y sabes que es lo peor? Que Valentina jamás se podrá enterar que ese esposo que tanto amó realmente yo le pagaba para que estuviera con ella. —Soltó una risa con más fuerza—. Te lo dije, jamás podrás estar con ella. Jamás.
—Eres una maldita bruja —gruñó Marko y le dio un fuerte bofetón.
Sara cubrió su mejilla golpeada con sus dos manos, podía sentir la piel maltratada palpitarle.
Volvió a observar a Marko, tenía los ojos rojos y llenos de lágrimas. Esto la llenó de amargura y al mismo tiempo sintió que logró su propósito.
Desplegó una sonrisa y acomodó su largo y sedoso cabello con una mano, plantándose con mucha elegancia.
—Intenta hacer que Valentina te crea que su amado Lorenzo era una escoria que nada más la veía como una mercancía —dijo ella—. ¿Cómo se lo vas a probar? Para esa mujer, tú nada más eres un asesino que le ha hecho la vida imposible. Así que… cariño, nada más tienes una opción: seguir viéndola a lo lejos, protegerla como todos estos años has hecho y casarte conmigo. Desde un inicio ese siempre ha sido tu papel, ¿por qué quieres cambiar las cosas? No hagas de esto un maldito desastre del que no puedas salir después.
Sara tomó su bolso de una silla y volvió a observar a su prometido.
—En la noche habrá una cena en casa de mis padres, no faltes —informó antes de marcharse.
***
Maldita Valentina, otra vez le estaba haciendo peligrar su relación. ¿Por qué Lorenzo nunca la asesinó como le dijo esa vez? Era un cobarde que hablaba y no actuaba. Si se iba a morir debió llevarse con él a Valentina.
Marko asistió a la cena familiar, pero estaba distante, la ignoraba y cuando ella intentaba conversar con él le hablaba cortante y hasta agresivo. Pero sabía que era cuestión de tiempo para que volviera a la normalidad, nada más debía encargarse de apartar a Valentina. Si volvía a ignorarlo como antes, Marko no tendría otra opción que resignarse.
Ese lunes Sara decidió enfrentarla de una vez por todas.
La encontró en la oficina, Valentina estaba elegante con su ropa de oficinista y se le veía bastante concentrada firmando unos papeles que ni siquiera se percató que ella había entrado a la oficina, pues tenía la puerta abierta.
—Así que aquí estás —dijo Sara para que notara su presencia.
Sara cerró la puerta y caminó con una sonrisa de satisfacción en el rostro, deseosa de ver la actitud de Valentina cuando la enfrentara.
—Señorita Sara, buenos días —saludó Valentina—. Tome asiento, por favor, ¿a qué debo su visita?
La sonrisa de Sara se fue borrando de a poco por la actitud de la mujer, se veía tan profesional y fingía tan bien que la empezaba a sacar de quicio.
Sara se sentó, cruzándose de piernas. Arregló su perfecta melena rubia con la mano donde se vislumbraba perfectamente su anillo de compromiso.
—No te hagas la tonta —gruñó la mujer—, ya sé que estás intentando seducir a Marko. Mírate, tan inocente que te ves, pero no eres nada más que una maldita zorra caza fortunas.
Bingo, ya había caído en su trampa.
Valentina desplegó una sonrisa de satisfacción y entrelazó sus manos sobre los papeles que hace segundos atrás leía. Sería la charla más placentera que iba a tener en toda la semana.
—Señorita Sara, por favor, sea más educada, no entiendo de qué me está hablando —dijo ella con tono tranquilo y profesional—. Si me ha visitado en horario laboral, espero que lo que deba decirme sea referente al trabajo, pues si el señor Rumanof se entera que ha venido a perturbarlo en su trabajo, se va a enojar muchísimo.
—¡Ya deja de fingir y sé honesta por una vez en tu vida! —gruñó Sara y se inclinó para tenerla más cerca, gruñía como una fiera enojada—. ¿Qué estás intentando hacer, Valentina? Se te acaba de morir el esposo ¿y ahora vas a conquistar el asesino de tu esposo? ¿Así de retorcida eres?
Valentina seguía imperturbable.
—Señorita Sara, ¿cómo van los preparativos de su boda? —Bajó la mirada al anillo de compromiso—. Oh, es un hermoso anillo, por fin tengo el honor de verlo, es tan hermoso. Pero claro, al ser su prometido el heredero de la familia de los diamantes es bastante obvio que le entregaran uno de los anillos de su selecta colección. —Sara fruncía su entrecejo, confundida por el curso que tomaba la conversación—. Imagino que el estrés que está cargando en este momento debe ser enorme, su boda es la más esperada del año. —Alargó su sonrisa—. Sería un gran desastre si su boda no se realizara.
—¡Eres una maldita! —gritó Sara.
La puerta de la oficina se abrió y Valentina alzó la mirada, encontrándose con un Marko enojadísimo.
—¿Qué crees que estás haciendo? —gruñó el hombre y se abalanzó hacia su prometida—. ¡¿Qué haces aquí?!