CAPÍTULO 5

1560 Words
CHRISTIAN ¡Mierda. Mierda. Mierda! Paso mis manos por mi cabello y cierro la puerta de mi cuarto de un portazo. Intento recuperar mi respiración y contenerme para no volver a esa habitación y hacerla mía. Rápidamente quito mi pantalón y mis zapatos, lanzo mi camiseta a algún lugar en la habitación y me voy al baño. Necesito urgentemente una ducha fría, muy fría. Ya bajo la ducha me pongo a pensar en lo que acaba de pasar. No han pasado ni tres horas desde que estamos juntos en ésta habitación y por poco y le hago el amor. Es que sus labios son adictivos y su piel es tan suave y sensible. Ver sus ojos azules cargados de deseos reflejando mi sentimiento, fue increíble. Aunque debo decir que al tocarla, mi pecho dolió al saberla tan delgada. ¿Qué demonios voy a hacer ahora teniéndola tan cerca de mí y sabiendo como saben sus labios? Apoyo mi frente en los azulejos y dejo que el agua recorra mi cuerpo. Estaba tan asustado cuando la llamé varias veces a su habitación para que salga a comer y no me respondió. Al principio pensé que estaba enojada conmigo, como siempre, por haberla besado dos veces y por eso la dejé estar pero luego de una hora, no pude aguantarme. Casi y me infarto al verla en el piso... y desnuda. Creo que jamás me había excitado tanto como hoy. Si me excito sólo porque pelea conmigo, teniendo ropa, verla desnuda traspasó mis límites. Ella es completamente hermosa, pero sigo diciendo que su delgadez es preocupante. Suspiro resignado a la suerte de que pase lo que tenga que pasar y con este último pensamiento salgo del baño. Me pongo mi pantalón de pijama y me acuesto en la cama. Vuelvo a suspirar y me doy cuenta de las ganas que tengo de tenerla aquí conmigo. De besarla. De acariciarla. De tocarla. De conocer mi fiera en la cama. Sí, eso me encantaría. ¿Será tan salvaje en el sexo como cuando pelea conmigo? Definitivamente, quiero averiguarlo. Si no se hubiese lastimado, de seguro que en este momento lo sabría. Doy vuelta en la cama, incómodo. ¿Será que voy y le pregunto que tal está? La verdad es que ese golpe se veía muy mal. Aún creo que debería llamar un doctor pero sé que eso la enojaría más, aunque me encanta verla enojada, no creo que sea conveniente en este momento. Decido ir a verla, así que me pongo de pie y llamo a la puerta de su habitación. Cuando no recibo respuesta, entro. Veo un ovillo en la cama. Un ovillo que es la mujer que amo y ella me odia más que a cualquier cosa en este mundo pero... Si me odia tanto como dice, ¿por qué me corresponde de una manera tan desenfrenada cuando la beso? Lentamente entro a la habitación y me acerco a ella. Está dormida. Parece un ángel cuando en realidad es una diabla. Está en camiseta y bragas. Mi m*****o vuelve a protestar. Ahora no. Se supone que debes estar abajo. Quédate abajo y no subas. Acaricio su suave mejilla y veo su pecho levantarse y caer con el ritmo de su respiración. Y pensar que yo la estuve tocando hace una hora. Caigo en cuenta que no la he visto comer nada hoy, así que decido despertarla. Primero comienzo alargando mis caricias, a ver si así despierta pero no. Así que, como somos enemigos, decido despertarla como un buen enemigo que soy. Salgo de la habitación y voy donde está el agua. Tomo un vaso y lo lleno. Vuelvo a la habitación e intentando contener la risa, lanzo el agua fría sobre su camiseta, empapándola, haciendo que su camiseta se pegue a sus pechos y despertándola sobresaltada. Mmmm... se notan sus pechos a través de su camiseta. —¿¡Qué mierda te pasa!? ¿¡Acaso eres idiota!? ¡Eso no tengo que preguntarlo! ¡Claro que lo eres! ¡Eres un idiota, Grey! —grita, pero noto como su mirada para en mi pecho desnudo un momento. Ella está muy, muy enojada pero yo sólo tengo ganas de reír al verla en la cama con su cabello revuelto, su camiseta mojada, su cara roja por el enojo y ahora, literal, parece una fiera. Mi fiera. —Tiene que comer, señorita Steele —. Me limito a decir y me cruzo de brazos. Su mirada va a mis brazos. ¿Y si le gusto? —No voy a comer... ¡Mucho menos contigo! —Se pone de pie y sin importarle mucho el que yo esté aquí, se encierra en el baño. ¿Dónde está la chica que gemía y me besaba como si se fuera a acabar el mundo? Cierro los ojos y respiro profundo. Tranquilo, Grey. —Anastasia, sal de ahí o yo mismo te sacaré. No estoy bromeando. Si tengo que amarrarte y darte de comer, lo haré. De eso puedes estar segura —digo a través de la puerta. De hecho esa idea me atrae... mucho. La puerta se abre y mi barbilla cae al piso. Anastasia. En sexy ropa interior. Cabello suelto y rebelde. Labios rojos. Y sonrisa malvada. ¿Qué más podría desear? Pero... ¿Qué demonios está planeando? ¿Será que quiere terminar lo empezamos? A mí no me importaría comenzar de nuevo. —¿Q-Qué haces? —Mierda. Creo que jamás, jamás había tartamudeado. —Nada... sólo me quito la ropa que mojaste. —Se me acerca y yo trago saliva en seco. —Que osada, señorita Steele. ¿No le importa que yo la esté viendo? —Recupero mi seguridad y no me pierdo ni un momento de la vista que tengo en frente... y no me refiero a la del ventanal. —No me importa. —Aunque dice esto puedo ver como su cara se vuelve roja en cuestión de segundos y por un momento llega a parecer avergonzada pero entonces ella me empuja a la cama, sacando todo el aire fuera de mí. Se sube a mi regazo y comienza a moverse encima de mi erección. Oh, mierda. —Relájate, Grey. Me dejaste toda caliente, así que terminaré lo que empezaste. —Comienza a besar mi mandíbula y luego mi cuello. Esto se siente bien. Muy bien. Pero en medio de un poco de conciencia, intento detenerla. —No... Ana... estás lastimada —me las arreglo para decir. —Estoy bien. Tu excelente masaje me dejó completamente renovada. Eso puedes averiguarlo —murmura provocativamente en mi oído. Oh, ¿cómo negarme a eso? Tengo algo debajo de mis pantalones que lo pide a gritos. La dejo hacerme lo que quiera. No recuerdo la última vez que estuve a la merced de una mujer. Pero ella no es cualquier mujer. Ella es la mujer que amo. —¿Quieres jugar? —pregunta con un extraño brillo en su mirada. —Sí. —Beso sus labios y toco su cuerpo a mi antojo. Creo que nunca me cansaría de esto. Ya quiero estar dentro de ella. En medio de sensaciones, no sé como termino vendado y amarrado a la cama, pero así estoy en este momento. Estoy sólo en boxers y la estoy besando como si no hubiese mañana. —¿Quieres poner un poco más de picante a esto? —susurra sensualmente en mi boca. —Sí... —susurro con voz ronca. Creo que todo lo que me pregunte en este momento, le diría que sí. Me asusta el poder que ella tiene sobre mí con sólo unas palabras. —Sé como hacerlo. No te muevas. Ya vengo. —Asiento y la siento salir de la cama. Estoy loco por quitarme las jodidas vendas; quiero verla. Pero el tener mis manos atadas complica el que pueda quitármela. Espero a Ana... y espero... y espero. ¿En dónde diablos se metió? Ya no me gusta este estúpido juego. —Ana... —la llamo pero no contesta—. ¡Ana! —grito ésta vez. ¿Es en serio? ¿Pretende dejarme así? No es posible. ¡No es posible! —¡Anastasia! —Escucho la puerta abrirse y suspiro aliviado. Saca la venda de mis ojos y la veo totalmente vestida y con un tarro de helado de chocolate en las manos. —¿Por qué gritas? —pregunta inocentemente, ladeando la cabeza, "confundida". —¿Cómo que por qué grito? ¡Me dejaste aquí! Y me dijiste que... —Y me detengo cuando veo su ladeada sonrisa. Este era su plan. Joder y yo caí redondo—. Desátame —ordeno demandante. —¿Qué pasaría si la prensa recibiera una foto anónima del gran Christian Grey, en ropa interior, vendado y amarrado a una cama? —Saca su celular de su pantalón y sonríe, de nuevo. —Deja de jugar conmigo, Anastasia. ¡Desátame! —Jalo las cuerdas, pero están muy bien atadas. ¿Dónde aprendió a hacer esos nudos? —Ésta es mi venganza, Grey. —Se aleja y abre la puerta—. Alguien que conozco pasará la noche atado —canturrea, ríe y se va. Mierda... ¡Ella es malditamente genial! ¡La amo, joder! Sólo que ahora... estaré atado toda la noche, en su cama, que tiene su olor. Es una maldición... y ella lo sabe.
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