ANASTASIA
No puedo creer que me hiciera esa broma de tan mal gusto. No puedo creer que le dijera que soy virgen. No puedo creer que me besara de la forma que lo hizo. No puedo creer se me esté diciendo que beso bien. Eso es un avance, ¿no?
—Lástima que no puedo decir lo mismo de ti —murmuro para luego, viendo su cara estupefacta, zafarme de sus brazos y alejarme de él.
—Espera... —Toma uno de mis brazos—. ¿Estás diciendo que no beso bien? —Está totalmente horrorizado.
—Eso es exactamente lo que estoy diciendo, señor Grey.
Y es totalmente una mentira. Besas increíble.
—¿Quieres que te demuestre que tan mal beso? —pregunta acercándose más a mi.
—No. Ya lo he probado en varias ocasiones y no es una de sus dotes, señor Grey.
—Es usted una pequeña Virgen mentirosa que se comporta como si no lo fuera, señorita Steele. —Vaya... mi subconsciente levanta un enorme cartel con colores fosforescentes que pone; ¡BOOM, b***h! Mientras que mi diosa interior tararea Turn Down For What a la vez que pinta sus uñas de rojo.
—Virgen... tu abuela —me encuentro diciendo por decir. Su comentario anterior me dejó un poco en KO—. Eres tan absurdo.
—Oye... con mi abuelita no te metas. Y tú eres la absurda.
—Oh, abuelita. ¿Ahora eres Caperucita roja, o qué?
—No. Yo vendría siendo, más o menos el lobo feroz que te quiere comer. —¿Es que acaso tiene una respuesta para todo? No puedo negar que su respuesta hizo que mi vientre se tensara deliciosamente.
Uf... lo que provoca este hombre.
Cuando iba a contestarle, un carraspeo nos interrumpe.
—Señor Grey, señorita Steele. Stephan ha dicho que aterrizaremos en unos minutos a nuestra primera escala. Deberían sentarse, calmarse y abrocharse el cinturón de seguridad. —Puedo escuchar el claro reproche en la voz de Taylor. Él de alguna manera me recuerda a mi papá y por ende le digo tío Taylor porque así lo considero.
Christian y yo nos miramos desafiantes y chocando hombro con hombro de una manera muy infantil, nos volvemos a sentar y ponernos nuestros cinturones.
—Te odio.
—Yo igual —responde con una sonrisa. De soslayo veo a Taylor rodar los ojos mientras sonríe discretamente.
***
Cuando llegamos a New York, apenas tuvimos quince minutos para asearnos y vestirnos correctamente para la reunión.
Estoy muy cansada.
Quince minutos más durante el tráfico y llegamos al lugar del encuentro. Christian y yo no nos hemos dirigido la palabra desde la última frase en el avión.
Y ya me tiene harta.
—Escucha... —Detengo nuestra caminata hacia el interior del edificio y me pongo frente a él—, esto es absurdo. Mantengamos una tregua durante la reunión para que podamos salir ilesos.
—Estaba pensando exactamente lo mismo, señorita Steele.
—Bien. Entonces... trato. —Tiendo mi mano hacia él y, dubitativamente, la toma y nos damos un fuerte apretón.
Lo veo negar con la cabeza con una sonrisa de lado.
—¿Qué?
—Nada... es sólo que... esto es absurdo —repite mis palabras y ríe.
Sonrío un poco, doy media vuelta. Cuando voy a abrir la puerta giratoria, golpeo a alguien que estaba en frente con la puerta... en la nariz.
Ouch... eso debió doler.
—Oh Dios mío. Lo lamento mucho. No fue mi intención. —Christian está descojonado de la risa detrás de mí. Me dan ganas de levantarle el dedo del medio y mandarlo a la mierda pero me concentro en el enorme chico al que posiblemente, le rompí la nariz.
—No se preocupe, señorita. Estoy bien. —El enorme chico tiene una mano en su nariz haciéndolo escuchar... ñato¹.
Contuve mis ganas de reír, pero Christian no. Él seguía riendo a carcajadas, debo aceptar que su risa es refrescante y jovial. Pero incluso me dio vergüenza cuando las personas al rededor de la recepción, ya que estábamos en la entrada, comenzaron a mirarnos y a murmurar.
—Supongo que es mi culpa. Me equivoqué de puerta. —Oh, chico. No hables. Me voy a hacer pis y a ponerme roja si sigo conteniendo la risa—. Se quedó mi maletín en el auto. Tengo una reunión importante. Si me disculpa. —Le doy el paso y lo veo perderse a través de la puerta.
—Pobre hombre. Tendrá que flirtear por ahí con esa voz por culpa de la torpe Ana.
Christian se pone a mi lado intentando controlar la risa y le doy un "golpe" en el hombro.
—Tú eres torpe. Y ya deja de reirte que vamos tarde a la reunión. —Aún así, no puedo evitar sonreír.
Él asiente y con un gesto me invita a pasar delante.
Llegamos a la sala de reuniones y ya estaban todos allí. Nos saludamos y presentamos brevemente. Nos dicen que falta un m*****o mayoritario pero que estará en breve y podemos comenzar sin él. Christian a vuelto a su modo CEO y yo intento estar lo más calmada posible cuando doy inicio a la reunión explicando de que va nuestro nuevo proyecto.
Pero el chillido de la puerta me detiene.
No puede ser. Esto es absurdo.
Confirmado. La palabra del día es; absurdo.
El hombre al que golpeé con la puerta es uno de los miembros mayoritarios.
Esto tiene que ser una broma.
Entonces, tras un silencio en donde el hombre ñato me observaba desde la puerta, escucho a Christian estallar en carcajadas.
Lo miro con los ojos como platos. ¿Está loco?
—Tienes... tanta... mala...suerte. —Me dice entre risas. Y al verlo, una risa nerviosa brota de mí.
—Eres la chica que me golpeó allá abajo. —Eso sonó... como otra cosa.
Christian se ríe más fuerte y todos nuestros futuros socios lo miran confundidos pero al ver a Christian reír también estallan en carcajadas.
Le doy una sonrisa de disculpa al hombre de nariz, ahora, aplastada y luego se convierte en una risa histérica. No puedo parar de reír. Incluso cuando todos se detienen, incluido Christian, sigo riendo, con lágrimas y apretones de estómago también.
—Eh... Señorita Steele. —Christian intenta controlarme y me da esa mirada de «Ya está bueno» mientras su rostro se endurece.
El ñato, quien a continuación, se presenta como Calen Ruster, toma asiento cerca de Christian y después de secar mis lágrimas, causadas por la risa, prosigo la reunión en un aire relajado.
***
—Esa fue una muy buena exposición, señorita Steele. —Christian y yo chocamos copas celebrando nuestro reciente contrato. Estamos en el bar del hotel donde nos hospedamos. Delante nuestro hay una tarima donde valientes personas se acercan a mostrar su talento en el karaoke o lo malos que son.
—Gracias, señor Grey. He tenido un buen maestro. —Él sonríe de una forma pícara.
Nos quedamos en silencio mientras seguimos tomando nuestras copas. Escuchamos la tímida chica que que subió al escenario, casi no se escucha nada, está cantando muy bajito, pero aún así hay un grupo de jóvenes la está animando.
Cuando ella termina estallamos en aplausos, aunque no sé que cantó pero por atreverse a subir allí le aplaudimos fuertemente. Christian hasta le victorea.
Lo miro extrañada. El Christian que yo conozco no es el mismo CEO al que todos están acostumbrados.
Éste es sólo el hombre que amo. Un hombre. Humano. Normal. A veces, sólo a veces, como ahora, relajado hasta el punto de reír a carcajadas.
El voltea hacia mí al percibir la fijeza de mi mirada en él y entonces me sonríe con todos sus dientes de modelo Colgate. Voy a hiperventilar.
—¿Algo para decir, señorita Steele? —Sigue con su sonrisa pero las palabras han quedado atoradas en mi garganta.
—¿Eres... modelo Colgate? —Christian estalla en carcajadas y yo ni siquiera sé que fue lo que dije.
—Lo fui una vez, ¿sabes? En mi adolescencia. Fue mi primer p**o. Después seguí haciéndolo y cuando tuve el dinero suficiente, hice mi empresa. —Creo que es la primera vez que hablamos de su adolescencia y entonces me doy cuenta que casi no sé nada de su pasado, sólo el presente, lo que he escuchado y lo que he llegado a conocer.
—¿En serio? —Él asiente—. Eso no lo sabía. —Volvemos a quedarnos en silencio mirando al escenario. Un chico comienza a cantar Sugar de Maroon Five y yo la tarareo. Entonces algo llega a mi mente—. ¿Christian?
—¿Hmm? —Voltea de nuevo hacia mí. Es un milagro que no estemos discutiendo.
—¿Dónde puedo encontrar esas fotos? —Él vuelve a estallar en refrescantes carcajadas y mi corazón se aprieta. De verdad lo amo. Pero una relación entre él y yo no podría ser. Sería...absurdo.
De pronto, su risa cesa pero tiene una sonrisa en su preciosa cara, y se inclina hacia mí. Frente a frente.
—No tienes que ver las fotos. Tienes lo que buscas justo frente a ti. —Habla muy cerca de mi boca. Puedo sentir su cálido aliento en mi rostro.
El ambiente se vuelve más tenso y cada vez lo siento más cerca de mí.
Cuando sus labios rozan lentamente los míos, soy yo la que no lo soporta más y lo beso. Él no duda en corresponder.
Hay algo diferente, el beso ésta vez es lento y calmado. Me tomo mi tiempo para saborearlo y él hace lo mismo conmigo. Enredo mis manos en su cobrizo cabello y lo acaricio. Él toma mi cara en sus mano e intenta profundizar el beso cuando me separo.
—¿Qué pasa? —pregunta con la respiración acelerada y desconcertado por mi repentina separación.
—Yo... lo siento. No sé que me pasó o qué mosca me picó para hacer algo como eso. —Ahora me siento avergonzada, pero debo decir que no arrepentida.
—Lo que sea que te haya picado puede hacerlo cuando quiera, estando yo presente, por supuesto. —Sonríe y vuelve a besarme, ahora sí profundiza el beso.
En un momento dado, no sé lo que pasa por mi cabeza. Soy toda sensaciones. Quisiera quedarme así para siempre.
Entonces él se separa de mi y pregunta:
—¿Tu habitación o la mía?
Y antes de siquiera yo misma pudiera pensar en la respuesta, me escucho decir:
—A la tuya.
(1): Persona o animal de nariz chata o aplastada.