CAPÍTULO CINCO
Cuando Ray entró a la sala de conferencias tres horas después, Keri todavía no tenía esa ventaja. Pero creía tener una idea más precisa de quién era Jackson Cave.
—Encantada de verte, Detective Sands —dijo Mags, en cuanto entró cargado con sándwiches tipo submarino y unos cafés que ya estaban helados.
—Igual digo, Roja —mientras repartía los sándwiches sobre la mesa.
—Bueno, ¡válgame Dios! —replicó ella, malhumorada.
Keri no estaba segura de cuándo Ray había comenzado a llamar a Margaret Merrywether "Roja” pero se deleitaba con ello. Y a pesar de su reacción de ahora, Keri estaba bien segura de que a Mags no le importaba.
—Traje los registros financieros y de propiedad del sujeto —dijo Ray—. Pero no creo que vayan a ser la respuesta. Los revisé con Edgerton y él no pudo encontrar nada deshonesto. Pero para un hombre con tanto dinero y poder, ya eso por sí solo tiene algo de deshonesto.
—Estoy de acuerdo —dijo Keri—. Pero deshonesto no es suficiente para actuar.
—Él quería traer a Patterson, pero le dije que por ahora lo aplazara.
El Detective Garrett Patterson respondía al sobrenombre de "Trabajo Laborioso", y por una buena razón. En la unidad era el segundo mejor hombre en la tecnología, por detrás de Edgerton, y aunque carecía de la intuición de Edgerton para descubrir conexiones ocultas en informaciones complejas, poseía otro talento. Adoraba examinar registros de manera minuciosa, a fin de hallar pequeños pero cruciales detalles que otros pasaban por alto.
—Era la selección correcta —dijo Keri al cabo de un momento—. Él podría descubrir algo en los registros de propiedad. Pero me preocupa que no pudiera evitar contárselo a Hillman o que accidentalmente por echar una red muy amplia se activen las luces de alarma. No quiero involucrarlo a menos que no tengamos opción
—Puede que lleguemos a eso —dijo Ray—. A menos que hayas descifrado el código de Cave en las últimas horas.
—No diría eso —admitió Keri—. Pero he descubierto unos datos sorprendentes.
—¿Cómo qué?
—Bueno, para empezar —intervino Mags—, Jackson Cave no fue siempre un completo desgraciado.
—Eso es una sorpresa —dijo Ray, desenvolviendo un sándwich y dándole un buen mordisco—. ¿Cómo así?
—Trabajó en la oficina del Fiscal de distrito —replicó Mags.
—¿Era fiscal? —preguntó Ray, casi atragantándose con la comida— ¿El defensor de violadores y acosadores de niños?
—Fue hace mucho tiempo —dijo Keri—. Se unió a la fiscalía en cuanto salió de la Universidad del Sur de California; trabajó allí dos años.
—¿No pudo con el trabajo? —preguntó Ray.
—De hecho, su porcentaje de convicciones era muy impresionante. Aparentemente no le gustaba llegar a arreglos así que llevó la mayoría de los casos a la corte. Consiguió diecinueve convicciones y dos jurados que no pudieron ponerse de acuerdo. Ninguna absolución.
—Eso está bien —reconoció Ray—. ¿Entonces por qué cambió de equipo?
—Para saber eso hubo que cavar un poco —dijo Keri—. De hecho fue Mags quien lo averiguó. ¿Quieres explicarlo?
—Será un placer —dijo ella, levantando la vista del mar de papeles que tenía delante—. Supongo que toda una vida haciendo investigaciones tediosas es recompensada de cuando en cuando. Jackson Cave tenía un medio hermano llamado Coy Trembley. Tenían padres distintos, pero se criaron juntos. Coy era tres años mayor que Jackson.
—¿Era Coy también un abogado? —preguntó Ray.
—Difícilmente —dijo Mags—. Coy tuvo problemas con la ley en su adolescencia y su primera juventud, casi todo cosas de poca monta. Pero a los treinta y uno, fue arrestado por asalto s****l. Básicamente fue acusado de violar a una niña de nueve años que vivía en su misma calle.
—¿Y Cave lo defendió?
—Oficialmente no. Pero pidió un permiso de nueve meses en la oficina del fiscal justo después del arresto. Él no era el abogado de Trembley y su nombre no está en ninguno de los documentos legales archivados en la corte sobre el caso.
—Me parece a que continuación viene un ‘pero’ —dijo Ray.
—Estás en lo correcto, querido —declaró Mags—. Pero por razones tributarias, el trabajo que declaró durante ese tiempo fue ‘consultor legal’. Y he comparado el lenguaje en los expedientes del caso Trembley. La lógica y algunas frases son muy similares a casos recientes de Cave. Creo que es lícito suponer que estaba asistiendo secretamente a su hermano.
—¿Cómo le fue? —preguntó Ray.
—Bastante bien. El caso de Coy Trembley acabó porque los jurados no pudieron llegar a un acuerdo. Los fiscales debatían sobre si volver a juzgarlo cuando el padre de la pequeña se apareció en el apartamento de Trembley y le disparó cinco veces, incluyendo una vez en la cara. No lo logró.
—Dios —musitó Ray.
—Sí —convino Keri—. Fue en esa época que Cave introdujo su dimisión en la fiscalía. Estuvo fuera de escena durante tres meses luego de eso. Entonces, repentinamente, reapareció con un bufete que servía principalmente a clientes corporativos. Pero también hacía la defensa de pequeños casos de cuello blanco, y de manera creciente, con el pasar de los años, trabajos pro-bono para individuos como su medio hermano.
—Esperen —dijo Ray incrédulo—. ¿Se supone que crea que este sujeto se convirtió en un abogado defensor para honrar la memoria de su hermano muerto o algo así, para defender los derechos de los moralmente pervertidos?
Keri meneó su cabeza.
—No lo sé, Ray —dijo—. Cave casi nunca habló de su hermano en todos esos años. Pero cuando lo hizo, siempre sostuvo que Coy fue falsamente acusado. Era categórico al respecto. Creo que es posible que comenzara su práctica con buenas intenciones.
—Okey. Digamos que le doy el beneficio de la duda por lo que a eso respecta. ¿Qué diablos le pasó entonces?
Mags intervino en ese punto.
—Bueno, está bastante claro que la culpa de la mayoría de sus clientes pro-bono era altamente dudosa. Algunos de ellos parece que habían sido simplemente reconocidos en ruedas de identificación o arrestados en la calle. A veces lograba sacarlos, pero por lo general no era así. Entretanto, pronunciaba discursos en conferencias sobre las libertades civiles, buenos discursos de hecho, muy apasionados. Se habló incluso de que algún día se presentaría como candidato para un cargo.
—Hasta ahora suena como una historia de éxito americano —dijo Ray.
—Lo era —convino Keri—, hasta hace diez años. Fue entonces cuando aceptó el caso de un hombre que no llenaba el perfil. Era un secuestrador en serie de niños que aparentemente lo hacía de manera profesional. Y le pagó muy bien a Cave para que lo representara.
—¿Por qué de repente tomó ese caso? —preguntó Ray.
—No está cien por ciento claro —dijo Keri—. Su trabajo corporativo no había despegado todavía. Así que pudo haber sido una decisión económica. Quizás no veía a este sujeto tan objetable como lo verían otros. Los cargos en su contra eran por secuestro por contrato, no asalto ni acoso. El hombre básicamente secuestraba chicos y los vendía al mejor postor. Él era, usando una descripción generosa, un ‘profesional’. Cualquiera que haya sido la razón, Cave se encargó de este hombre, logró que lo absolvieran, y entonces la represa se abrió. Comenzó a aceptar a toda clase de clientes similares, muchos de los cuales eran menos… profesionales.
—En esa misma época —añadió Mags—, el trabajo corporativo empezó a entrar. Se mudó de un local que daba a la calle en Echo Park a la oficina en una torre del centro donde está ahora. Y nunca ha mirado hacia atrás.
—No lo sé —dijo Ray escéptico—. Es difícil leer entre las líneas del luchador por las libertades civiles, al menos para nosotros, al tiburón legal sin remordimientos que representa a pedófilos, y que posiblemente coordina una red de esclavas sexuales infantiles. Creo que nos falta una pieza.
—Bueno, tú eres un detective, Raymond —dijo Mags con mordacidad—. La palabra lo dice, detecta.
Ray abrió su boca, listo para replicar, antes de darse cuenta que era objeto de una tomadura de pelo. Los tres rieron, felices de poder aliviar la tensión que sin darse cuenta había ido creciendo. Keri intervino de nuevo.
—Tiene que estar relacionado con ese secuestrador en serie que él representó. Ahí fue cuando todo cambió. Deberíamos mirar eso con más detenimiento.
—¿Qué tienes sobre ese? —preguntó Ray.
—El caso es uno de esos que se quedan en un punto muerto —dijo Mags, frustrada—. Cave representó al hombre, lo sacó, y el hombre desapareció del radar. No hemos podido encontrar nada sobre él a partir de entonces.
—¿Cuál era el nombre de ese individuo? —preguntó Ray.
—John Johnson —contestó Mags.
—Suena familiar —musitó Ray.
—¿De verdad? —dijo Keri, sorprendida—. Porque no hay casi nada sobre él. Luce como una identidad falsa. No hay un registro de él luego de ser absuelto. Es como si hubiera dejado la sala del tribunal para desaparecer completamente.
—Aun así, el nombre me suena —dijo Ray—. Creo que fue antes de que te unieras a la fuerza. ¿Intentaste conseguir la foto de su prontuario?
—Comencé a buscar —dijo Keri—. Hay setenta y cuatro John Johnson en la base de datos con fotografías tomadas en el mes en el que los arrestaron. No tuve oportunidad de revisarlos todos.
—¿Te importa si le echo un vistazo?
—Adelante —dijo Keri, abriendo una ventana y deslizando la portátil hacia él. Podía asegurar que él tenía una idea pero no quiso decirlo en voz alta en caso de que estuviese equivocado. Mientras recorría las imágenes, habló casi distraído.
—Ambas dijeron que era como si hubiera salido del radar, como si hubiera desaparecido, ¿correcto?
—Ajá —dijo Keri, observándolo atentamente, sintiendo que su respiración se agitaba.
—Casi como… ¿un fantasma? —preguntó.
—Ajá —repitió.
Dejó de recorrer la galería y contempló una imagen en la pantalla antes de mirar hacia Keri.
—Creo que es porque es un fantasma; o para ser más preciso, ‘El Fantasma’.
Ray giró la pantalla para que Keri pudiera ver la foto. Al contemplar la imagen del hombre que puso a Jackson Cave en el mal camino, un escalofrío recorrió su espalda.
Ella lo conocía.