CAPÍTULO TRES
Cuando Keri paró delante de la dirección de Venice que Susan le había texteado, se obligó a olvidar el persistente dolor en su pecho y su rodilla. Estaba entrando a un territorio potencialmente peligroso. Y ya que no estaba oficialmente en el trabajo ahora mismo, tenía que estar mucho más alerta. Nadie aquí le daría el beneficio de la duda.
Era solo media mañana cuando cruzó la Avenida Pacific en este sórdido rincón de Venice, con la sola compañía de surfistas tatuados —indiferentes al frío y dirigiéndose al océano, que estaba apenas a una cuadra de distancia—, e indigentes acurrucados en los portales de negocios que todavía no habían abierto.
Llegó al venido a menos complejo de apartamentos, traspasó la puerta del frente, y subió por las escaleras los tres pisos hasta la habitación donde Lupita supuestamente la estaba esperando. Los negocios no comenzaban hasta después del almuerzo, así que este era un buen momento para pasar.
Keri llegó hasta la puerta y estaba a punto de tocar cuando escuchó un ruido en el interior. Probó y encontró la puerta sin la llave echada, así que la abrió con sigilo, y se asomó .
En la cama de una habitación sin adornos estaba una chica de cabello castaño que lucía como de quince. Encima de ella estaba un hombre en la treintena, magro y desnudo. Las mantas cubrían los detalles, pero la penetración era agresiva. Cada pocos segundos abofeteaba a la chica.
Keri refrenó las ganas de avanzar y arrancar al sujeto de donde estaba. Incluso sin placa, ese era su impulso natural. Pero no tenía idea de si este era un cliente y la actividad que estaba teniendo lugar era el procedimiento normal.
La triste experiencia le había enseñado que a veces venir al rescate era contraproducente a la larga. Si este era un cliente y Keri interrumpía, el sujeto podría molestarse e ir a quejarse con el proxeneta de Lupita, que a su vez la tomaría con ella. A menos que una chica estuviera dispuesta a dejar esa vida para siempre, como lo había hecho Susan Granger, intervenir, aunque era apegarse a la ley, a la larga podía empeorar las cosas para ella.
Keri, ya dentro de la habitación, avanzó un poco más y miró a Lupita a los ojos. La chica de aspecto delicado con oscuros cabellos ensortijados le dirigió una mirada familiar, una mezcla de súplica, temor, y cautela. Keri supo de inmediato lo que significaba. Necesitaba ayuda pero no demasiada.
Claramente este era un cliente, uno nuevo quizás, uno inesperado y de último minuto, porque se encontraba allí cuando Lupita había acordado reunirse con Keri. Pero se le había ordenado darle servicio de todas formas. Era probable que lo de las bofetadas fuese algo inesperado. Pero ella no estaba en posición de hacer alguna objeción si el proxeneta había concedido permiso.
Keri sabía cómo manejarlo. Avanzó con rapidez y sigilo, sacando una porra de goma del bolsillo interior de su chaqueta. Los ojos de Lupita se agrandaron y Keri pudo asegurar que el cliente se había dado cuenta. Ya comenzaba a girar su cabeza para mirar hacia atrás cuando la porra hizo contacto con su cráneo. Cayó hacia adelante, desplomándose sobre la chica, inconsciente.
Keri se llevó un dedo a los labios, indicando a Lupita que permaneciera callada. Dio un rodeo hasta colocarse a un costado de la cama para asegurarse de que el cliente había perdido por completo el conocimiento. Así era.
—¿Lupita? —preguntó.
La chica asintió.
—Soy la Detective Locke —dijo, obviando decir por ahora, que técnicamente no era una detective—. No te preocupes. Si somos rápidas, esto no tiene que representar un problema. Cuando tu proxeneta pregunte, esto es lo que sucedió: un tipo bajito con capucha entró, noqueó a tu cliente, y robó su billetera. Tú nunca viste su cara. Él te amenazó con matarte si hacías ruido. Cuando yo deje esta habitación, cuentas hasta veinte, y entonces comienzas a gritar pidiendo ayuda. No hay forma de que te culpen. ¿Entendido?
Lupita asintió de nuevo.
—Okey —dijo Keri mientras rebuscaba en los jeans del hombre y sacaba su billetera—. No creo que esté inconsciente por más de uno o dos minutos así que vayamos al grano. Susan dijo que escuchaste a unos sujetos hablar de la Vista de mañana por la noche. ¿Conoces a quienes estaban hablando? ¿Era uno de ellos tu proxeneta?
—No —musitó Lupita—. No reconocí las voces. Y cuando miré hacia el pasillo se habían ido.
—Está bien. Susan me dijo que ellos hablaron de mi hija. Lo que quiero es que te concentres en la ubicación. Sé que siempre realizan esto de la Vista en Hollywood Hills. ¿Pero fueron algo más específicos? ¿Mencionaron una calle? ¿Alguna referencia?
—No mencionaron una calle. Pero uno de ellos se estaba quejando de que iba a ser más problemático que el año pasado porque estaría amurallada. De hecho, él dijo ‘la propiedad tiene portón’. Así que asumo que era mucho más que una casa.
—Eso es de gran ayuda, Lupita. ¿Alguna otra cosa?
—Uno de ellos dijo que estaba en el confín porque no estarían lo suficientemente cerca como para ver el letrero de Hollywood. Me imagino que el año pasado, la casa estaba muy cerca de él. Pero en esta ocasión estará demasiado lejos, en un área distinta. ¿Ayuda eso?
—De hecho, sí. Eso significa que está probablemente más cerca de West Hollywood. Lo reduce bastante. Realmente es de ayuda. ¿Algo más?
El hombre que tenía encima gruñó suavemente y comenzó a menearse.
—No se me ocurre nada más —musitó Lupita, con una voz que apenas se oía.
—Está bien. Esto es más de lo que tenía antes. Has sido de gran ayuda. Y si alguna vez decides salirte de esta vida, puedes contactarme a través de Susan.
Lupita, a pesar de su situación, sonrió. Keri se quitó la gorra, sacó una capucha negra de su bolsillo, y se lo puso. Tenía unas pequeñas rajas para sus ojos y su boca.
—Ahora recuerda —dijo de manera intencionada con una voz grave a fin de disimular la propia—, espera veinte segundos o te mataré.
El hombre que estaba encima de Lupita estaba despertando del todo, así que Keri se giró y se apresuró a salir de la habitación. Corrió por el pasillo y ya iba a mitad de camino escaleras abajo cuando escuchó los gritos pidiendo socorro. Los ignoró y salió por la puerta del frente, donde se quitó la capucha, la metió en su bolsillo, y se puso la gorra.
Registró la billetera del sujeto, y, luego de tomar el efectivo —un total de veintitrés dólares— la lanzó hacia un rincón de la puerta. Con la mayor naturalidad posible, cruzó la calle para llegar a su auto. Al subirse, pudo escuchar gritos de hombres enfurecidos, quienes se dirigían a la habitación de Lupita.
Una vez hubo abandonado la zona, llamó a Ray para ver si había tenido suerte con su pista. Contestó al primer repique y ella pudo asegurar por el tono de su voz que no le había ido bien.
—¿Qué es lo que pasa? —preguntó.
—Es un punto muerto, Keri. He retrocedido hasta diez años atrás y no hallo ningún registro de una antigua estrella infantil que haya sido encontrada con un corte en la garganta. Encontré un registro de una antigua actriz infantil llamada Carly Rose, que cayó en una mala racha y desapareció siendo adolescente. Tendría ahora veinte años. Muy bien podría ser ella. O pudo haber muerto de sobredosis en un túnel del metro y nunca fue encontrada. Es difícil saberlo. Encontré también registros de otras chicas de entre once y catorce que responden a una descripción similar: corte de garganta. Los cuerpos fueron simplemente dejados en vertederos o en la esquina de una calle. Pero por lo general son chicas que estuvieron por un tiempo en las calles. Y ellas realmente están dispersas a lo largo del tiempo.
—Eso en realidad me parece lógico —dijo Keri—. Esta gente probablemente no tiene escrúpulos en cuanto a tirar en el basurero los cuerpos de chicas que trabajaron en las calles o no tenían familia. Pero ellos no querrían atraer la atención dejando abandonados los cuerpos de chicas de buena familia que hubiesen sido raptadas recientemente, o el de una chica que fuese bien conocida. Estas sí que echarían a andar verdaderas investigaciones. Apuesto a que esas chicas fueron quemadas, enterradas o echadas al océano. Son a las que nadie haría seguimiento las que simplemente tiran en cualquier lado.
Keri optó por ignorar el hecho de que había dicho todo eso de manera tan pragmática. Si se fijara en ello, le molestaría ver cómo se había acostumbrado a este tipo de atrocidades.
—Eso encaja —convino Ray, sonando igualmente natural—. Podría también explicar la laguna en los años. Si en un año usaron una callejera, luego usaron unas chicas de las afueras —que habían secuestrado—, para después volver a usar a otra prostituta adolescente; así sería difícil establecer un patrón. Quiero decir, si siempre una prostituta adolescente apareciera una vez al año con el cuello cortado, eso podría generar también interés.
—Buen punto —dijo Keri—. Así que entonces no hay nada que seguir.
—No. Lo siento. ¿Tuviste más suerte?
—Un poco —dijo—. Basándome en lo que Lupita me dijo, parece que la ubicación pudiera estar en West Hollywood, en una propiedad amurallada.
—Eso es prometedor —comentó Ray.
—Eso creo. Hay un millar de esas allá arriba, en las colinas.
—Podemos hacer que Edgerton cruce las informaciones para ver si los nombres de los propietarios coinciden con alguien que conozcamos. Habiendo compañías fantasmas, es probablemente una posibilidad remota. Pero uno nunca sabe qué puede conseguir este chico.
Era cierto. El Detective Kevin Edgerton era un genio cuando se trataba de tecnología. Si alguien podía establecer una conexión significativa, ese era él.
—Okey, haz que se ponga en ello —dijo Keri—. pero haz que lo haga fuera del radar. Y no le des demasiados detalles. Mientras menos personas sepan qué está pasando, menos probabilidad habrá de que alguien sin darse cuenta deje filtrar algo que alerte a la gente equivocada.
—Comprendido. ¿Qué vas a hacer?
Keri pensó por un momento y se dio cuenta que no tenía nuevas pistas que seguir. Eso significaba que tenía que hacer lo que siempre hacía cuando se topaba con una pared de ladrillos, comenzar de cero. Y se dio cuenta de que había una persona con la que definitivamente necesitaba un nuevo inicio.
—De hecho —dijo—, ¿puedes pedirle a Castillo que me llame? Pero tiene que hacerlo afuera, con su celular.
—Okey. ¿Qué estás pensando? —preguntó Ray.
—Estoy pensando que es tiempo de que vuelva a relacionarme con una vieja amiga.