—¿Estás bien? —preguntó Cali cuando dejé de hablar cuando nos acercábamos al restaurante. Asentí, pero sabía que no estaba convencida. Sabía que no iba a dejarlo pasar. Estaba decidida a tener un turno más tranquilo que ayer, sin importar lo que el destino me arrojara. Me puse manos a la obra para preparar mi sección, nuevamente en el mostrador, limpiándolo, haciendo café y doblando servilletas para prepararme para el almuerzo, aunque faltaran unas horas. Casi me perdí en el trabajo hasta que sentí que mi cuerpo se tensaba antes incluso de percibir su aroma o verlo. Me obligué a no huir. Ni siquiera estaba segura de poder hacerlo con mi cuerpo entumecido. Esta vez no noté a los demás clientes ni a los camareros, sino que me concentré en él, permitiéndome realmente mirarlo por primera ve