(Willa) —Buenas noches —se despidió y rozó sus labios en mis nudillos. Tuve que forzarme a girar y trastabillar con las llaves. Sentí su presencia detrás de mí mientras finalmente desbloqueaba la puerta y me volvía hacia él. No tenía nada más que decir. En realidad, tenía mucho que decir, pero nada que tuviera sentido. Mi cerebro era un revoltijo. —Buenas noches, Caspien —susurré, cerrando la puerta. Me apoyé contra ella, dejando que la frescura calmara el calor que recorría mi cuerpo. —¿Cómo estuvo? —preguntó Cali. Salté, mi corazón golpeando contra mi pecho. —¿Cómo lo supiste? Se encogió de hombros. —He estado esperando, volviste temprano. Honestamente, no sabía qué hora era. —¿Se durmieron bien? —Realmente, bueno, en realidad, creo que estaban tan llenos que se cansaron. —