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Geraldine Punto de Vista Cuando llegué a casa, pasé el resto del día pintando. No era el tipo de arte que acabaría en una galería, era más bien pintura de frustración. Pintura terapéutica. Se notaba por la forma que el trazo del pincel tenía sobre el lienzo; los colores se mezclaban, a veces con dureza, otras con suavidad. Eran colores vibrantes y furiosos que se fusionaban. Al final del día, saqué el cuadro que había empezado de Hebert. A partir del boceto, empecé a pintarlo. Todavía estaba lejos de estar terminado, pero poco a poco la imagen de él se iba revelando en el lienzo. Quería molestarme con él por cómo había respondido a las habladurías sobre nosotros, pero ahora, con unas horas de distancia y en frío, podía ver que mi reacción no había sido muy distinta a la suya. Nada más