El aroma a donas se mantenía en el aire, junto con el ruido de las máquinas, los gritos de las personas y el sonido de la música por las bocinas, anunciando que una banda de rock estaría sobre el escenario el fin de semana. De inmediato Winter quiso que la viéramos. No era una banda reconocida, ni siquiera su nombre era familiar, pero le prometí que iríamos. Quizá cambiaría de opinión el viernes en la noche, pero quise complacerla. También intenté contarle mi secreto. Quería conocer su reacción lo más pronto posible. El problema fue que Winter quería subirse a la montaña, a la noria, comer, bailar y continuar con nuestras competiciones de quién ganaba la emulación de ratas. Winter jamás lo olvidaría, ni admitiría que en competencias de tiro era mejor que ella. Después de comernos una piz