La vida no siempre empieza como soñamos, sin embargo, sus lecciones nos ayuda a levantarnos y a continuar, quizás errando en algo durante el camino, pero nunca es tarde para remediar.
Alondra Jiménez
Por dónde empezar a contar mi historia, creo que lo ideal sería desde el principio, aunque los recuerdos de la primera época de mi vida no me son del todo claros, mi corta edad en ese tiempo influye mucho tiendo a distorsionar cualquier anécdota que se venga a mi mente, pero de lo único que estoy segura es de mi origen humilde. Sí, no nací en cuna de oro ni nada parecido, todo lo que ahora tengo lo he conseguido a fuerza de sudor y lágrimas.
Soy hija de madre soltera, algo muy común entre las comunidades rurales de Misisipi, por cuestiones de sobre vivencia nos fuimos a vivir a Milwaukee, una ciudad del estado de Wisconsin en el interior del país donde fui criada, está en la costa oeste del lago Michigan, es muy conocida por las cervecerías que abundan y las cuales ofrecen un recorrido por toda la industria de la cerveza. Sobre el río Menomonee, el museo Harley—Davidson, donde se exhiben motocicletas clásicas, entre ellas una que le perteneció a Elvis Presley. Cerca encontramos el museo público de Milwaukee, con su villa Europea a gran escala y una recreación de la antigua Milwaukee.
Esta etapa de mi vida fue medianamente tranquila, mi mamá era la que siempre estaba tratando de cubrir nuestras necesidades con mucho esfuerzo, yo no comprendía muy bien las cosas, pero trataba de hacerla sentir bien con un abrazo o con un te amo, mami, siempre sonreía y me hacía sentir especial ver esa sonrisa en su cara era como si hubiese alcanzado el logro más grande de mi corta vida. Todo se volvió realmente oscuro cuando a mis nueve años de edad un primo se acercó a mí con malas intenciones, muchas veces me pidió quitar mi ropa interior y que me acostara con las piernas abiertas mientras él se frotaba contra mi piel con fuerza hasta que sus fluidos se disparaban, otras veces me pidió que tomara su entrepierna con mi boca y lo lamiera como si fuese un caramelo hasta que sentía el salado de los líquidos que salían de él, me decía que entre los primos era normal hacer esas cosas, pero siempre quedaba adolorida y no me gustaba me hacían sentir triste, poco a poco fui rechazando la opción de quedarme a solas con él, nunca dije nada sobre el porqué del temor a estar cerca de él o tan siquiera verlo, pero gracias a Dios, se tuvo que ir muy lejos y yo pude respirar tranquila de nuevo hasta que mi mamá un día llego con un amigo a casa que quería que yo conociera.
Al principio Richard mostraba ser una excelente persona y un hombre admirable, íbamos a misa cada domingo y los alimentos en casa empezaron a abundar, pude ingresar a la escuela pública, pero tuve que recibir clases especiales para nivelarme porque estaba muy atrasada, Richard se mudó a vivir con nosotras y se hizo cargo de mis estudios podría decirse que por un breve instante saboreamos la felicidad.
Pensar en esos años en los que mi carácter se formó aún siguen doliendo como si la herida no hubiese sanado aún, me cuesta pensar en ellos sin dejar escapar una o dos lágrimas, pero creo que es necesario que conozcan un poco de mí para poder entender el motivo que tengo para estar alejada de los hombres y sus mentiras.
Un día, cuando ya tenía once años después del colegio, Richard pasó por mí para ir a casa, pero ese día mi mamá aún no llegaba de su trabajo, entonces fue cuando de sus labios salieron esas funestas palabras que por muchos años me atormentaron.
—Es hora de cobrar la inversión que hago en ti mi pequeña. —al momento no entendí a qué se refería con eso, solo asentí diciendo si papi Richard, él me pedía constantemente que lo llamara de esa manera y mi mamá estuvo de acuerdo no viendo ningún inconveniente, ella estaba enamorada—. Tu madre llegará tarde hoy, así que tenemos tiempo suficiente para que me enseñes todo lo que tienes —cierto sentimiento de terror se expandió por mis huesos, pero trate de controlar el temblor de mis manos y piernas, era Richard, él siempre nos protegía no habría porque tenerle miedo.
—¿Qué quieres decir papi Richard? —pregunte y me aleje un poco de para ir a mi habitación.
—No vayas a tu cuarto, necesito que vengas conmigo a mi refugio —en la casa había una habitación separada que Richard tomo para él y lo llamaba el refugio, allí solía estar con sus amigos tomando, nunca dejaba que mi mamá o yo entráramos.
—Papi Richard, pero a ti no te gusta que mami o yo entremos —digo para persuadirlo de que no me lleve allí.
—Tú eres especial Alondra, solo tú puedes entrar cuando yo te lo pida, ahora ven conmigo, no me hagas traerte a la fuerza —se acerca y me extiende la mano, la cual tomo para caminar en silencio hasta el refugio—. Cuando eres obediente me dan ganas de premiarte dándote de comer con mi cuerpo, pero esta vez me hiciste pedírtelo dos veces te has portado mal y eso me hace pensar en distintas formas para castigarte —murmura haciendo que todo mi cuerpo se sacuda convulsivamente—. No temas Alondra, te gustará, ya verás —susurra bajando la cara hasta mi oído.
No tengo que decir lo que ocurrió esa tarde y todas las tardes que le fueron posible, se había obsesionado tanto conmigo, una niña, que ya no dormía con mi mamá y cuando ella le reclamaba por algo él la golpeaba y luego se encerraba con ella en la habitación por mucho tiempo, hasta que un día ya no pudo seguir manteniendo su secreto, me empecé a sentir mal mareos constantes y las náuseas o los vómitos no me dejaban pasar ningún alimento hasta el agua me causaba asco. En ese entonces ya contaba con catorce años y una de mis profesoras se dio cuenta de lo demacrada que estaba y me pidió ir a la enfermería donde según los síntomas la enfermera me hizo hacer pipi en un recipiente y luego metió una varita.
—Tenemos que esperar cinco minutos para tener los resultados —dijo y dejo el bastoncito a un lado, yo miraba de reojo impaciente no sabía que era esa varita, pero presentía algo ya nos habían dado clases de biología donde nos explicaron la reproducción de la especie humana y sabía bien que lo que Richard hacía conmigo eran relaciones sexuales, debí hablar cuando tuve cocimiento de que lo que hacía estaba mal, pero él me manipulaba diciendo que mi mamá se quitaría la vida si él se iba de nuestras vidas y todo sería por mi culpa, no quería quedarme sola en el mundo.
El constante abuso me habían convertido en una joven apartada, no tenía, amigas ni hablaba con nadie, mis profesores no tenían quejas sobre mi rendimiento, no podía fallar porque si lo hacía Richard me castigaría y temía cada vez que lo hacía, una vez tuve que complacerlo a él y a un amigo suyo que solo deseaba usar mi entrada trasera, fue muy doloroso tener a los dos adentro al mismo tiempo siendo tan pequeña, Richard obligo a mi cuerpo a madurar antes de tiempo.
Dos rayitas azules se dibujaron en el bastoncito pasado el tiempo, la enfermera lo tomo y me lanzo una mirada de lástima, no quiero pensar en lo peor, pero el hecho de que llamara de nuevo a la profesora con urgencia no me daba buenos presagios. Estaba embarazada.
Mi madre se materializó en el colegio y por primera vez en toda mi vida ella me gritó e insulto cuanto pudo, me abofeteo con tanta fuerza que sentí el sabor metálico de mi propia sangre dentro de mi boca. Lo siguiente fue exigirme que les dijera el nombre del padre de mi bebe, pero yo nunca había tenido novio, Richard me lo tenía prohibido, me repetía una y otra vez que yo solo le pertenecía a él y era él quien decía a quién prestarme y cuando.
Fue tanta la presión ejercida sobre mí por parte de mi mamá, la profesora y la directora que no me quedo más remedio que decir lo que ocurría, dije todo lo que había sucedido durante tanto tiempo en mi propia casa, mi mamá entro en un ataque de histeria al principio se negó a creerme, pero luego de unos minutos en los que supongo analizo la situación que vivíamos en casa reacciono tomándome de la muñeca para salir conmigo casi que llevándome de los pelos para ir a la policía a levantar una denuncia.
El suplicio que viví con Richard se acabó, pero ya el daño estaba hecho, todo el mundo se enteró de las múltiples violaciones y del embarazo resultado de los abusos, mi mamá no quiso someterme a un aborto y luego de pedirme perdón hasta el cansancio me prometió que nunca me dejaría sola con todo eso.
Los nueve meses pasaron volando y al fin tuve mi bebe en brazos, me costó muchísimo traerlo al mundo tanto el bebe como yo sufrimos durante diez largas horas hasta que al fin salió de mí, recuerdo que estuve inconsciente durante tres días depuse de eso y siempre he pensado que mi bebe solo esperaba a que yo despertara para conocerme porque después de eso murió, el doctor dijo que nació con una extraña enfermedad congénita que fue un milagro que yo lograra verlo aún con vida.
En fin, nadie volvió a mencionar nada sobre el tema, Richard se fue a la cárcel por muchos años, mi madre se olvidó de volver a tener una pareja, sentía miedo de volver a pasar por lo mismo y de algún modo me contagié de su temor, durante mi adolescencia no tuve novio ni amigos, siempre buscaba la forma de mantenerme alejada a pesar de la constante insistencia de mi psicóloga para que me relacionara con mis compañeros, pero por más que lo intentaba algo dentro de mí me gritaba que la historia se volvería a repetir.
Me costó muchísimos años entender que el hecho de tener amistades no implica una relación amorosa y que yo tengo toda la libertad de decidir, por lo que ahora siendo adulta me relaciono más, es verdad que también lo hago para cumplir la promesa que le hice a mi madre antes de morir, ella con su último aliento me suplicó que no me encerrara como ella, que viviera y conociera lo maravilloso que es vivir, sin embargo, en este momento no tengo tiempo para hombres, solo para mis amigos y disfrutar de mi soledad, después de todo apenas tengo veinticinco años, soy exitosa, independiente y no tengo limites en cuanto a mi crecimiento profesional.